1. Antes de conocerte...

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A pesar de estar en la temporada cálida del año, Gun sentía mucho frio, y es que llevaba puesta solamente una camiseta de maga corta y sus pantalones escolares, iba muy mal vestido para fugarse de casa.

Su estómago dolía por el hambre, llevaba ya casi una semana fuera de casa, y daría cualquier cosa por estar tirado en el sofá comiendo cereal y viendo "My Tee". Gun había imaginado muchas veces ser el protagonista de esas series BL que tanto le gustaban, pero que veía en secreto; en casa Gun Atthaphan Ponsawas, debía ser todo un hombre, y lo era, al menos en apariencia, desde la muerte de su madre cuando aún era muy pequeño (más) había adoptado una actitud fría y calculadora, su personalidad se había endurecido, era más serio y más responsable, pero también se había vuelto el chico malo, paso de tener las mejores notas en la escuela a ser el dolor de cabeza de todos sus profesores; pero con 17 años Gun aún era en el interior el niño dulce, tierno y cariñoso que todos amaban, ese pedazo de algodón de azúcar que amaba los duces, el romance y que soñaba con alguna vez encontrar a su príncipe azul; y no es que Gun fuera gay, pero su madre le había enseñado siempre que sin importar de quien se enamore, amor es amor. Simplemente esperaba que su príncipe no tardara mucho, y de ser posible que trajera un gran plato de comida.

Su estómago volvió a gruñir, estaba parado al otro lado de la calle, justo frente al mejor restaurante de la ciudad, bien, en realidad era un puesto callejero, pero el aroma de la comida era delicioso. Si no hubiera gastado sus últimas monedas en una bebida fría, tendría suficiente para comprar un plato de arroz. Daria casi cualquier cosa por tener un enorme tazón de esa insípida sopa que prepara su hermana. Su botella de agua estaba vacía, no tenía más dinero, tenía hambre y frio, los ladrones le habían quitado su billetera con la foto de su madre y el teléfono celular, y por si fuera poco, estaba perdido.

Camino un par de calles lejos de los puestos de comida pues e aroma le hacía doler el estómago. Llevaba 7 días en la calle, cuatro días perdió en aquel barrio, se sentía sucio y adolorido; no era así como había soñado su primera vez, afortunadamente solo había sido unos roces debajo de la ropa y habían valido lo suficiente para comer dos o tres días más. Se sentía sucio en varias formas, llevaba una semana con la misma ropa, una semana sin ducharse, y poco más de 6 horas de haber aceptado 500 baths por una mamada. Literalmente, Gun había descubierto una manera de conseguir dinero fácil, ¿fácil? Lamerle el pito a un desconocido no era precisamente un trabajo fácil.

Camino a paso decido hasta la tienda de conveniencia de la esquina, de la esquina del otro lado de la ciudad, porque, después de hacer el trabajo había tomado un autobús que lo llevara lejos, no quería volver a hacer algo así nunca en su vida, y mucho menos entrar al bajo mundo de la prostitución, Gun aun esperaba a su príncipe azul.

Entro en la tienda con algo de timidez, sería casi la media noche cuando tuvo que bajarse del autobús y caminar hasta la tienda más cercana, paseo por los pasillo y eligió una botella de agua, él quería un jugo de naranja o un batido de frutas, pero si quería que el dinero de durase elegiría lo más barato, fue hasta el pasillo de las sopas y tomo un ramen instantáneo, en el mostrador de la tienda había dos chicos, los trabajadores del turno nocturno supuso, ambos chicos lo miraban fijamente, tan sínicamente que no notaron a la anciana que metía en su bolsa una bote supuso, ambos chicos lo miraban fijamente, tan sínicamente que no notaron a la anciana que metía en su bolsa una botella grande de licor.

Camino lentamente hasta el mostrador los dos chicos seguían mirándolo fijamente, uno de ellos sonrió dulcemente, tanto que Gun podría pensar que este sería su príncipe azul; el otro joven lo seguía mirando con desprecio, si bien su atuendo no era su mejor outfit para una noche fría y húmeda, era todo lo que tenía. Saco de su bolsillo unos billetes arrugados, y se dispuso a pagar por su comida, observo los dulces en el mostrador y su estómago gruño, daría la mitad de su alma por una enorme barra de caramelo, pero su presupuesto no se lo permitiría.

Llevaba media hora sentado en la acera frente a la tienda mientras los policías hablaban con los encargados del local. Al final los valores y principios de Gun habían ganado, murmurando muy bajito cuando estaba por pagar: "la señora está robando"; y aunque la mano fuerte de uno de los encargados le impido salir corriendo, no fuera que Gun estuviera robando, porque no lo hizo, según él, venderse en la calle era mejor que robar; el pequeño se quedó frente a la tienda mientras atrapaban al ladrón de poca monta que había robado en diferentes locales del barrio y no era una dulce ancianita. El muchacho se quedó porque, bueno el aún tenía hambre, y con tanto jaleo no había podido preparar su sopa instantánea, es más, sus billetes arrugados aún estaban en el mostrador de la tienda.

Sobo su estómago con satisfacción, una vez que los policías se había ido, por fin, los encargados de la tienda le habían ofrecido como recompensa dos paquetes de ramen y el jugo de frutas que Gun deseaba, además el chico sonriente y para nada intimidante le había obsequiado un suéter, para muchos un regalo insignificante, para un chico que huyo de casa sin nada más que lo que traía puesto, un suéter era como un gran cobertor de algodón que le cubriría en la fría y húmeda noche de la ciudad de Bangkok.

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