—¿Segura que estás bien? —preguntaba en inglés la madre de Helena con desespero. Todo mientras la joven universitaria miraba hacia la pequeña mesita a un lado de la ventana, que tenía la jaula de su hámster con el animalito adentro de él jurando con su rueda—, tú padre y yo pensábamos en viajar de inmediato a Grecia para verte, pero el oficial que nos comunicó dijo que eso sería peligroso y dadas las circunstancias debían tenerte bajo máxima seguridad en una casa de protección. Cariño, ¿cómo te sientes? ¿Esos animales se atrevieron a violarte? —estaba llorando, angustiada y apenas recuperando el alma.
No era para menos. Los oficiales no le ocultaron que había sido golpeada durante su cautiverio.
—Me siento mejor, mamá, se me ha tratado bien —sin darse cuenta, había dicho eso en griego así que cuando su madre le pidió que repitiese lo que había dicho, trató de enfocarse en su idioma natal.
No fue hasta que Gioca Nikolakopoulos, la esposa del agente Manigoldo, le tocó el hombro, que Helena supo que su tiempo había terminado y debía colgar el teléfono.
Al cabo de 4 despedidas en las que su madre insistía en que la llamase si la necesitaba, Helena finalmente pudo ver cómo la dama de cabello negro se identificaba como su enfermera y colgaba para dejar el teléfono en el buró del otro lado.
—Bastien se ha portado bien —le dijo Gioca, refiriéndose al hámster anaranjado—, le he dado de comer y limpiado su jaula —sonrió feliz.
—Gracias —susurró ella bajando la mirada a sus piernas cubiertas por la sábana.
Habían pasado 5 días desde que fue admitida en, lo que ahora sabía, era una mansión bastante lujosa... y bastante alejada de su propio hogar.
¿Qué clase de oficial de policía, detective o cual fuese que sea su rango, tenía una casa como esta? La respuesta era: ninguno.
Resulta que la casa pertenecía a un magnate llamado Hasgard Tsartsaris, y este señor junto a Manigoldo le habían contado una historia que ella no terminaba de creerse.
Por todos los santos del cielo, ¿cómo podía creer algo así?
Aunque ante sus ojos haya habido pruebas para eso. ¿Cómo creer... algo así?
¿Dioses griegos peleando entre ellos por la salvación o perdición de la humanidad?
»En aproximadamente otros quince o diez años más...
¿La diosa Athena iba a reencarnar en un bebé? ¿En un Santuario lleno de guerreros súper fuertes, ubicado en una zona secreta del país, al que era prácticamente imposible acceder a menos que fueses admitido en él?
»Aunque parezca algo imposible, y no te culpo por creerlo, es cierto. Las cosas que parecen sacadas de un libro infantil, no siempre son así.
Helena Brown entonces supo por qué la habían raptado.
Los tipos que se la llevaron eran parte de un culto secreto.
Ante la ley, fueron tomados como secuestradores, ladrones y asesinos comunes luego de ser arrestados. Para ellos, el resto del mundo, y ella hasta que comenzó a oírlos, éstos sujetos trabajan como un grupo criminal como muchos otros.
Pero en la explicación de aquellos hombros, este grupo operaba clandestinamente en nombre del dios griego Hades.
Helena los escuchó sin interrumpir, parcialmente porque no tenía fuerzas para hablar y llamarlos "malditos locos" a todos ellos. En otra parte porque tenía curiosidad por saber un poco más de aquella alocada historia.
Sin embargo, su arraigado escepticismo se interpuso en cualquier momento que ella quería dejarse convencer de aquel cuento. Hasta que Manigoldo alzó una mano y sobre ella, aparecieron unas luces blancas/azuladas que ella misma sintió rozándole la cara. Eran frías como reales.
Ella se quedó sin habla.
»Lo increíble no siempre es falso —Manigoldo hizo desaparecer aquellas luces mientras su cuerpo era rodeado por una extraña aura dorada que, mientras andaba de un lado al otro de la habitación, Helena tuvo que admitir que no habían luces o lámparas que pudiesen crear ese efecto—. Lamentablemente, eso es bueno... y malo al mismo tiempo.
Helena oyó el relato de Manigoldo y Hasgard, quien bastante pronto tuvo que salir porque tenía algo más de qué ocuparse.
En resumen, la diosa Athena luchando contra el dios Hades desde tiempos inmemorables... sus respectivos guerreros obedeciendo sus órdenes y muriendo por ellos de ser necesario...
El hecho de que estos dos hombres eran... de los guerreros más fuertes. Los llamados Santos Dorados... aquellos que incluso luchaban contra el mismísimo dios del inframundo.
Entonces Helena Brown hizo su pregunta.
»¿Qué tiene que ver esa tal Agasha, y ustedes, conmigo?
Todo un día se fue en explicarle a ella... que ella, Helena Brown, tuvo una vida pasada en el siglo XVIII, en la anterior "Guerra Santa". Entre los alaridos negatorios de Helena y la desesperación de Manigoldo por querer que ella dejase de gritar, Gioca Nikolakopoulos entró en acción.
Fue la mujer de cabello negro quien la calmó y le pudo explicar mejor que su esposo, lo que la involucraba a ella con sus secuestradores. Los secuaces menos importantes de los soldados más desechables del dios Hades y quienes buscaban una forma de hacer su victoria algo irrefutable.
»En el siglo dieciocho, Agasha fue una florista en el pueblo de Rodorio, sitio cercano al Santuario de la diosa Athena —le dijo Gioca—, verás... cuando se llevó a cabo esa guerra, muchos, de ambos bandos, murieron de formas salvajes.
»Mi esposo, en aquella época, también se llamaba Manigoldo. Pero como ahora sabrás, él fue conocido como el Cuarto Santo Dorado. Manigoldo de Cáncer.
Helena pidió, tratando de mantener la calma, que le explicase más sobre eso de "el cuarto". ¿Y cuántos de esos "santos dorados" había?
»Doce. Y seguro ya lo habrás notado, Cáncer es el cuarto signo —suspiró algo agobiada—. Los hombres más fuertes al servicio de la diosa Athena, y quienes vistieron aquellas armaduras doradas para pelear contra Hades, todos ellos portaban la bendición de cada signo del zodiaco bajo el que habían nacido. Aries, Tauro, Géminis, Cáncer, Leo, Virgo, Libra, Escorpio, Sagitario, Capricornio, Acuario, y Piscis.
»Cada uno de ellos peleó hasta que sus huesos humanos ya no pudieron más, y uno a uno fueron cayendo, no sin antes llevarse consigo a la mayor cantidad de enemigos con ellos. Al final, la diosa Athena venció a Hades una vez más y se retiró al Olimpo a restaurar sus fuerzas. No sin antes haber sellado el alma del dios Hades y el de su ejército.
Y por si eso no sonaba lo suficientemente loco...
»Lamentablemente... —continuó Gioca—, algunos seguidores de él, no fueron neutralizados. Son los de muy menor rango los que no dormitan y en este tiempo buscan despertar a su amo antes de que se cumpla el plazo para la próxima guerra, que serían doscientos años.
»¿Dónde entras tú? —Gioca la miró con seriedad—, de verdad lamento mucho decírtelo, pero en verdad, eres la encarnación de aquella mujer. Agasha.
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𝑬𝒏𝒄𝒖𝒆́𝒏𝒕𝒓𝒂𝒎𝒆 𝒆𝒏 𝑶𝒔𝒄𝒖𝒓𝒊𝒅𝒂𝒅
Short Story『Albafica x Agasha』Hasta el día de su secuestro, Helena Brown había sido una universitaria chica común, oriunda de Inglaterra que estudiaba en Grecia debido a un programa de intercambio. Sin embargo, sus captores no querían nada ordinario, ni su cue...