Capítulo único

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Las luces de la calle se encendían mientras que los naranjas y rosas del cielo se apagaban. En medio de aquello él manejaba oyendo una canción desconocida para sus oídos y el sonido del motor que le ensordecía. Sus pensamientos le repetían que lo que planeaba hacer estaba mal, se lo venían diciendo desde hace unos meses.
Aún se preguntaba porqué no les hacía caso cuando él era una persona que actuaba más con cabeza que por instintos; pero ahí estaba, de camino a la 505.
Ese número se grabó en su cabeza y se repetía en cada instante de su día cuál disco rayado.
Habitación 505, piso 3, en el edificio más alto de la ciudad.

Mientras más pensaba más pesaba su cabeza, se le llenaba de preguntas a las que no tenía respuestas.
¿Por qué seguía ese círculo vicioso?
¿Se arrepiente?
¿Cómo puede volver a casa y actuar como si nada?
Pero, mucho más importante

¿cómo lo estará esperando?

Cuarenta y cinco minutos tardaba en llegar allí, minutos que podría invertir en casa, en dormir porque su turno en el trabajo fue cansino y sus párpados pesaban más de lo normal.
Cuarenta y cincos minutos que serían invertidos en una hora donde sería feliz pero lo haría ser más miserable de lo que ya era al volver.
Con todo eso, ahí estaba, pisando el acelerador un poco más a fondo porque su desesperación crecía.

Ah... quería tocarlo, sentir su piel febril y oírlo llamar su nombre mientras lágrimas escurrían de sus ojos.

¿En qué momento se convirtió en la clase de persona que disfruta de eso?

El edifico tan familiar para él estaba frente suyo, se detuvo en el estacionamiento y caminando más rápido de lo normal, entró por las puertas y el ascensor.
Observó el panel con los números verdes y recordó: era el color favorito de su esposo.

Esposo.

Una palabra que le llenaba el pecho de felicidad hace algunos años pero que ahora le sabía amarga y sin sentido.
El pitido y las puertas abiertas lo devolvieron al presente, se había sumido en sus recuerdos sin siquiera darse cuenta.
Salió sintiéndose aterrado y emocionado a la vez, una sensación vertiginosa que aún no se acostumbraba a sentir.
Camino por el pasillo que le supo largo, más de lo normal, y se detuvo frente a la habitación.
505, puerta blanca.
Su mano se movió pero se detuvo antes de que sus nudillos rozaran la superficie.
¿Estaba haciendo lo correcto? No, definitivamente no.
Pero sus nudillos golpearon a pesar de que su mente dijera a gritos que se diera la vuelta y volviera a casa, donde pertenecía.
Muy tarde, los pasos se escuchaban al igual que la llave de la cerradura siendo girada.
Como siempre fue resivido con una sonrisa, simpática y pícara. Realmente no podía recordarla de ninguna otra forma.
Fue tironeado hacia dentro y el cerrojo de nuevo sonó, unos brazos se enredaron en su cuello y los labios carnosos se posaron sobre los suyos, tímidos e inocentes intentando morder su labio inferior para luego profundizar.
Al parecer no había tiempo para charlas innecesarias como las veces pasadas y eso estaba bien.
Esta bien, se dijo mientras empujaba hacia un lado el apretón doloroso que dio su corazón.
Deslizó sus manos hacia la cintura y más abajo, manoseó todo lo que pudo pues sabía que no podría hacerlo hasta mucho tiempo después.
Las piernas quisieron enredarse en su cadera y él, complaciente, le concedió el capricho.
La cama estaba a unos pasos de ellos, el apartamento era pequeño y práctico, una cocina, un baño y la cama en medio, donde se supone que debería estar la sala.
Lo echo allí con relativa suavidad y fue recompensado con una media sonrisa y ojos salvajes, impregnados en lujuria a pesar de no haber hecho mucho, pero tanto él como el otro sabían lo que se aproximaba y se llenaban de emoción prematura.
Comenzó a desabotonarse la camisa frente a él, que lo observaba atento mientras mordía su labio inferior y se tocaba el pecho por sobre su ropa.
Sonrió mientras le quitaba esa estorbosa prenda y comenzaba a dar lamidas deleitándose con los jadeos y gemidos rotos junto a la sensación de ser tironeado del cabello.
- Samuel...- salió de su boca y pensó que aquello era por lo que no dejaba de volver.
Gruño bajo, contento y caliente, recibió una risita.
- Rápido, cariño. - le pidió atrayendo sus labios hacia él. - No hay mucho tiempo.
Lo entendió, lo sabía desde un inicio, no había tiempo pero él, quizá aferrándose al único sentimiento que lo hacía sentir vivo, intento retrasar las cosas.
Pero Rubén lo quería ya, ahora, rápido y conciso.
Y como Samuel estaba en sus manos, le hizo caso.
Entre besos en su abdomen fue retirando aquellos pantalones de chandal, los bajo junto a la ropa interior.
El aire fresco contra la piel febril hizo que Rubén se arqueara entre un gemido.
Los besos bajaron y su nariz se hundió allí, y de nuevo sintió como tironeaban su cabello.
Lo preparó, con lentitud, vehemencia y con amor poco disimulado.
Rubén había dejado de silenciarse y ahora  sus jadeos rebotaban en la habitación.
- Samuel, Samuel, Samuel... - repetía como CD rayado y el nombrado sonreía feliz, orgulloso de saber que podía generar tanto en aquel hombre. - Samuel. - le llamó atrayendo su cabeza para que lo miré. - Ya, apúrate.
Desesperación en su voz, en cómo se retorcía y en cómo Samuel se quitaba sus pantanales.
Se acomodó y entró lentamente, gruñó bajo y Rubén se quedó sin voz.
Los movimientos eran rápidos, largos y profundos. Ambos estaban en éxtasis, la mente nublada y el cuerpo cansado que seguía moviéndose porque se sentía demasiado bien.
Y cuando el final llegó, entre gritos y jadeos, Samuel se sintió agridulce.

Estaba siendo abrazado y sentía la respiración pesada de Rubén sobre su oreja, una sensación maravillosa que solo podía conseguír allí, en el edificio más alto de la ciudad, piso tres, habitación 505, puerta blanca.
Y también era el único lugar donde podía sentir igual de desolado.
- Debo irme. - le dijo sonando casi apenado, casi. - tengo que volver a casa.

Casa

Él también debía volver a casa pero se preguntaba porqué no lo pensaba con la misma satisfacción que parecía tener Rubén cada vez que lo decía.

Sintiéndose miserable recibió el beso que le era ofrecido y observó como su acompañante se vestía.

- Te llamo luego, cariño. Déjale las llaves en recepción.- pronunció a pasos de la puerta.
Sonrió, amargo. - Claro, ten cuidado.

La puerta se cerró y se hundió en el silencio y su culpa.

Si, debo volver a casa.

Se dijo mientras oía las gotas caer del grifo mal cerrado.


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Buenas, antes que nada me gustaría agradecer por leer y disculparme por el final tan amargo que he dado.
Me base en lo que interprete primeramente al escuchar 505 de Arctic Monkeys, allá cuando tenía unos 13.
Desde ese momento siempre quise escribir algo como esto y aproveché que ahora me estoy soltando más con la escritura.
Aquellos que hayan escuchado esta preciosa canción (y a los que no se la recomiendo) notarán que es algo triste, o al menos así la interpreto yo tanto en la melodía como en la letra.
Nunca supe en realidad lo que significaba pero yo le he dado interpretaciones varias, esta, la de un amor tóxico es la única en la que podría plasmar en alguno de mis escritos.
Bueno, como sea.
De nuevo, muchas gracias por leer 🥰

505 [one-shot Rubegetta]Where stories live. Discover now