1985

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La neblina había cubierto toda la ciudad.

Era tan espesa y blanca que incluso la noche no era suficiente para ocultarse en la oscuridad.

Las voces de los niños dejaron de sonar y el viento en el maizal comenzó a silbar.

Una extraña nota chirriante en aullido, se difuminó en el eco de un grito de “auxilio”.

—¿Quién está ahí? —dijo Faustino, estremecido en su escalofrío.

La voz en la oscuridad se comenzó a carcajear, mientras que las rosas del patio cayeron sin más.

Unos grandes ojos brillaron con furia, al ver que Faustino corría asustado.
Se glorificaron con su temor y en un parpadeo desapareció.

El pelaje azabache deambuló sin rumbo, buscando jactarse de un joven desnudo

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El pelaje azabache deambuló sin rumbo, buscando jactarse de un joven desnudo.

Unas risas maduras se oyeron muy cerca, pues se encontraban en la próxima vuelta.

La extraña criatura ascendió a los tejados, deseando sorprender a quien estuviera al otro lado.

Vio a un joven alto y fornido bailando indecente con los ojos cerrados.

Otros dos caballeros reían sin fin, mientras que su lengua sangrienta saboreaba el festín.

—¡Deberíamos salir de aquí! —gritó un joven —la luna esta roja y las bestias hambrientas, quizá ahora mismo están en alerta.

—¿El alcohol te afectó? —le preguntó Marcelo, quien comenzaba a tomárselo en serio —Las bestias no existen más que en los cuentos de Alberto, así que deja de arruinar el momento.

Alberto bailando como sonámbulo, se detuvo un momento a reír en silencio.
Por un momento pensó que Cairin estaba asustado por aquel sueño que les había contado.

—No estés asustado, mis sueños son locos, pero no reales.

Entonces el viento soplo fuerte y un olor a podrido se apodero del ambiente.

Alberto asustado recordó aquel olor: aliento de muerte y un toque de flor.

Desesperado observó alrededor, intentando descartar lo que soñó.

El sonido terminó en un crujido, al ver el cuerpo de su amigo partido.

Parpadeó dos veces estupefacto y la cabeza de Marcelo ya estaba en un auto.

—Aún no he despertado —se convenció en voz alta, ignorando el suspiro golpeando su cuello.

—Aún sigo soñando —se repitió llorando, sintiendo una lengua saboreando su cuerpo.

La bestia hibrida con los ojos bien abiertos, olfateaba el miedo suculento de Alberto

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La bestia hibrida con los ojos bien abiertos, olfateaba el miedo suculento de Alberto.

Eran tan intenso como oler hierro y parecía que le ayudaba a relajar sus nervios.

Su respiración se atenuó al tocar su piel…

Quería violarlo, quería matarlo; quería comerlo y desaparecer.

Una punzada en su cabeza de pronto lo hipnotizo.

Eran tantas emociones juntas que se conmocionó.

La bestia, inmunda y maltrecha comenzó a retroceder, y poco a poco en su mente pudo ver…

Veía y olfateaba; veía y se excitaba.

Veía…

Olfateaba…

Sonreía…

Se excitaba…

Veía a Alberto paralizado, intentado entender lo que estaba pasando.

«En serio lo siento» Pensó la bestia ensimismado.

Alberto corrió sin rumbo especifico.
Las piernas le temblaban y sus dientes tintineaban.

Su piel se acobardaba y su garganta se derretía.

Sus dedos se pellizcaban y ojos se cristalizaban.

Estaba aterrado.

Y la bestia veía…

Olfateaba…

Sonreía…

Se excitaba…

Un chillido frustrante se escucho por atrás; era la bestia aullando su nombre.

Ahhhhh-lll-be-e-e-e-er-toooo

Alberto queria voltear, quería gritar y quería llorar.

Ahhhhh-lll-be-e-e-e-er-toooo.

La bestia quería violarlo, quería matarlo y quería masturbarse con su piel.

Ahhhhh-lll-be-e-e-e-er-toooo,

De pronto Alberto cayó, y la oportunidad de la bestia llegó,

Su lengua larga rodeo sus genitales.

Su pelaje era áspero y su saliva ardiente.

Alberto sintió placer y un poco de sangre…

Sangre de él recorriendo su piel.

De una estrujada su ropa desapareció y con lágrimas en los ojos observo…

Sus ojos de humano y su pene sangrando.

La bestia comía y reía como una llena, regocijada en su grandeza

Fue entonces que Alberto entendió.

No había nada que pudiera hacer contra una bestia de tres metros buscando placer.

Y poco a poco, sin nada que pudiera hacer, Alberto cerró los ojos y…

Se rindió.

Y la bestia violó…

Y la bestia mató …

Y la bestia comió...

Y la bestia comió

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Alberto y el NahualDonde viven las historias. Descúbrelo ahora