Pasé milenios y milenios, siendo el ángel más devoto que Dios podía tener.
Mis alas eran tan grandes y blancas que cuando volaba su destello me deslumbraba, mi túnica estaba hecha por manos costureras que trabajaban solo para el altísimo, fue un regalo de parte de este.
Yo no hacía competencia con ningún otro ni mucho menos era la mejor, pero soy la única a la que se le han encomendado tantas pruebas, y para ser completamente sincera no se cual es el propósito de estas, pero las realizo sin vacilación.
Un día mientras me encontraba custodiando la entrada, fui llamada, me dirigí hacia mi grande sin ninguna duda, pues el me necesitaba y yo mas que complacida en cumplir su palabra.
― _____, creo que eres la indicada en esta misión, nunca me fallaste y espero que esta vez sea igual de perfecta que las anteriores.― el mismísimo Dios extendió su mano para que la tomara ― esta vez no te diré de que se trata, pues te rehusarías. Sigue mi palabra y sabrás de lo que trata.
― Estoy segura que lo haría así me enviases al peor lugar, por ti lo haría. ― conteste mientras caminábamos cuando de repente detiene el paso. ― ¿Y... ahora que?.
― Sigue caminando, cuando yo te diga te detendrás. ― señalo en linea recta, yo solo obedecí, estaba tan ansiosa que no sabia hacia donde me dirigía. Camine durante dos días, hasta que sentí su voz nuevamente. ― detente.
Le hice caso a lo que decía, mi caminata cesó.
― Eleva vuelo mi bello ángel ― así como lo pidió, así lo hice, extendí mis alas y de un solo movimiento me encontraba por los aires.
De pronto sentí como mis alas perdían peso y desaparecían, empece a asustarme. Caí pero no al suelo, sino, que entré en la unión de los tres mundos, no era la primera vez que pasaba por allí pero nunca imagine que tampoco caería a la tierra.
Seguí cayendo por lo que empece a rezar, pedía que me encaminase a mi misión. De pronto un calor inimaginable inundo mi cuerpo casi quemandolo, hasta que finalmente aterrice en un suelo que ardía contra mi piel. Estaba sufriendo, mis lagrimas se evaporaban antes de caer al suelo.
Me paré y sentí como las plantas de mis pies empezaban a arder tal como lo había hecho mi cuerpo hace unos segundos, caí nuevamente era imposible caminar. Hasta que sentí como levantaron mi barbilla. Era el mismísimo guardián de las tinieblas, el diablo en carne propia.
― Veo que mi amigo mando a otro de sus mas preciados ― habló Satanás, yo quite su mano de mi cara ― no te preocupes te acostumbraras al igual que yo.
― No me voy a acostumbrar, aparte, no me desterraron, fui enviada en una misión. ― se paró en una posición recta, era mas grande de lo que había pensado en toda mi existencia ― confió en la palabra de mi padre. ― el diablo se rió de mi de una manera burlesca.
― Eso es lo que me dijo a mí, solo mírame, mucho antes de tu existencia yo ya me encontraba pudriéndome en este lugar. ¡¡¡Me hizo caminar durante dos días, luego me quito las alas y me dejó caer!!!, ¡Él me abandonó!. ― gritaba, el eco de su voz retumbaba por los rincones mas oscuros del infierno ― ¿Tu crees que el te sacara de aquí? Si, yo también lo pensé, pero no fue así. Me enojé con él en el momento en que mi cuerpo impacto en este mundo. Yo solo quería ser como él, pero al parecer no puede compartir su lugar.
― No importa lo que tu digas, yo se que el dejara que yo vuelva a su lado. ― caminé hacia él.
― Se lo que se siente estar en tu lugar, no te castigaré pero vagaras a tu decisión por este lugar ― ¿Acaso el diablo esta teniendo piedad? ― sin embargo... tampoco te protegeré, eso quiere decir que si sucede algo no me haré responsable.