~Capítulo Treinta y Nueve~

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CAPITULO 39

Me quedé petrificada. Tenía ganas de gritar, sin embargo, me quedé quieta y callada, observando su cuerpo delgado. Sus ojos azules brillaban expectantes, casi irreconocibles.

Se me formó un enorme nudo en la garganta y un terrible dolor se apoderó de mí. Me quedé inmóvil durante unos segundos, sin saber qué hacer.

¡Abby estaba muerta! ¿Qué hacía de pie, aquí? ¡Delante de mí! ¡Delante de todos!

Instintivamente, mi primera reacción fue gritar. Pensé en levantarme de la camilla y salir. Recorrí toda la habitación con la vista, inquieta, y me detuve en el florero de la mesita del hospital.

Deseaba que alguien me golpeara para dormirme de nuevo, para volver al lugar en el que estaba Chris. Me haría tan feliz.... Pero lo descarté. Era una estupidez golpearme con un jarrón de vidrio delante de todas esas personas. Pensarían que estaba loca. Y eso no formaba parte de mi plan. Así que me quedé callada, contemplando el rostro de todos los presentes en aquella habitación de hospital.

Fijé la vista en el pálido rostro de Abby, que me sonreía alegremente. Tenía los dientes perfectamente alineados y la camisa que llevaba se le pegaba a la cintura y le resaltaba las curvas.

Apenas podía respirar. Abby estaba muerta. Había visto su cuerpo tendido en medio de la calle y el gran charco de sangre a su alrededor. Recordaba el coche oscuro con el parabrisas roto. Los cristales que crujían bajo mis pies mientras corría hacia ella a toda velocidad. El funeral de Abby había sido real. No podía habérmelo imaginado. Era imposible que estuviera aquí. Pero estaba frente a mí. Era increíble.

El calor subió hasta mis mejillas y me hizo sudar más de lo normal. Sentí una gran presión en el pecho, pero me esforcé por sonreír con delicadeza.

—Dios, estás aquí. No me lo creo... —dije, intentando no sonar demasiado sorprendida.

Suponía que eran tan ingenuos como para creer que mi emoción se debía a que había salido del coma. Ellos sonreían, como si eso ayudara. Estaba tan perdida, que apenas podía pensar ni hablar.

Joder. Había visto a Abby durante el funeral, dentro del ataúd. Recordaba las cuatro velas que lo rodeaban. Su rostro apagado, con los ojos cerrados y las mejillas tan blancas como la nieve. Las manos apoyadas en el vientre. Había sido testigo de cómo la enterraban en aquel pequeño agujero oscuro lleno de tierra húmeda. Era imposible que estuviera aquí. No pudo haber escapado. Había muerto. ¿Qué hacía aquí?

—Genial, me recuerdas —añadió, acercándose a la camilla.

—¿Cómo te sientes, (__)? —preguntó alguien al fondo, casi gritando.

—Bien, supongo. El doctor dice que podrá darme el alta muy pronto.

—Te hemos traído algunas cosas. Teníamos muchas ganas de que despertaras —dijo Abby a mi lado y con una gran sonrisa en el rostro—. Sabíamos que despertarías.

Alguien tosió y reconocí de inmediato de quién se trataba. Era el doctor Andres. Nadie pareció prestarle atención. Seguían contemplándome maravillados. Lo cierto es que me agobiaba tener la atención de todas aquellas personas. Sus miradas penetrantes me incomodaban.

—¿Está Ana aquí? —pregunté rápidamente.

Eché un vistazo por la habitación, esperando encontrarme con la cabellera rubia de Ana. Sin embargo, no había ni rastro de la nueva capitana del equipo de animadoras. Ni de Samantha, su mejor amiga. Ni de Joel. Ninguno de ellos estaba aquí.

Abby frunció el ceño y dijo entre risas:

—Creía que odiabas a Ana. ¿Por qué tendría que venir?

¿Quién mato a Christopher? ADAPTACIÓN Christopher Vélez Y TuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora