~Capítulo Treinta y seis~

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CAPITULO 36 

Tenía que pensar en algo, y rápido. No sabía qué ocurría en el pasillo, pero los gritos de Anna todavía retumbaban fuerte en las paredes y en mis oídos. Se oían con claridad, como si la estuvieran golpeando. Sin embargo, no se escuchaba nada más aparte de sus chillidos, y eso era extraño. Anna estaba en peligro. De repente, imaginé su rostro, enrojecido y lleno de lágrimas.

Oh, no, Anna.

¿Dónde estaba Esteban? ¿Y Leonardo? ¿Y Lidia? ¿Estaban bien? ¿Estaban en sus habitaciones, encerrados como yo? El disparo había sonado cercano y lejano al mismo tiempo. Era imposible saber con seguridad de dónde provenía el ruido.

Oía como inhalaba oxígeno, sofocado. Parecía que le costara respirar, sin embargo, se las arreglaba para disimular sus entrecortadas respiraciones con suspiros burlescos. Agudicé el oído y cerré los ojos cuando el disparo resonó en mi mente. Luego, se hizo un silencio aterrador, hasta que de repente comenzaron a escucharse de nuevo los agudos y ahogados gritos de Anna. No sabía qué ocurría y me había quedado totalmente bloqueada. Ni siquiera podía pensar. Mi cerebro se había quedado en blanco y mi cuerpo había entrado en un trance en el que no podía mover ni un músculo de mis piernas temblorosas. Tenía que tranquilizarme. Debía pensar y actuar con inteligencia. Adelantarme al asesino y averiguar cuál era su objetivo. Todas las personas tenían un punto débil, así que tenía que descubrir el suyo. Aunque parecía una tarea sumamente difícil, sí sabía con seguridad que el asesino no estaba de buen humor y que no parecía tener misericordia. No le importaba hacer daño a una persona inocente, y eso dificultaba mucho las cosas. Esto no era un juego... Los Velez estaban en peligro.

Reprimí un sollozo y me cubrí la boca con las palmas de las manos sudadas para amortiguar el grito. Respiré con dificultad y pensé en lo que debía decir.

¿Un nombre? No. Lo más probable era que fallara y que otra persona pagara por ello. No podía arriesgarme. Deseaba con todas mis fuerzas que nadie hubiera recibido aquel disparo y que solo hubiera sido una advertencia. Que el asesino solo estuviera jugando conmigo. No me importaba que se burlara de mí. Solo deseaba que Anna estuviera a salvo. Que toda mi familia lo estuviera.

—Pareces sorprendida...

Su voz me hizo dar un salto pequeño. Sonaba igual de terrorífica que en las películas de miedo. El asesino tenía una voz fría y profunda. Había estado tan absorta en mis pensamientos que, durante un par de segundos, había olvidado que había alguien al otro lado de la línea.

—No lo hagas, por favor. Para... —supliqué en un murmullo. Enseguida, mi voz fue silenciada por la suya, grave y distorsionada.

—Te daré otra oportunidad. Siempre he creído en las segundas oportunidades. ¿Tú no? —dijo en tono burlón.

Me imaginé un rostro en penumbra con una sonrisa cargada de cinismo. Apreté los nudillos de la mano izquierda y exhalé con fuerza. Preferí quedarme callada y analizar las palabras del asesino. Debía escuchar con atención.

—Contéstame, (__). ¿Quién crees que soy? —preguntó con emoción.

Sus palabras me horrorizaban y hacían que se me tensara todo el cuerpo, como si estuviese en una cámara de refrigeración, congelada. Era la voz más aterradora que había escuchado en mi vida. Ni siquiera los gritos aterradores de las películas me asustaban tanto. Quizá fuera porque era real. Su voz vacía y distorsionada me estremecía por dentro y por fuera. Tomé aire de forma frenética.

—Prometo no matar a nadie —añadió rápidamente con una risa socarrona.

Sus palabras enviaron escalofríos por todo mi cuerpo.

¿Quién mato a Christopher? ADAPTACIÓN Christopher Vélez Y TuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora