LA DANZA DE LOS ESPÍRITUS Y EL CREPÚSCULO DE LOS DIOSES

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"Con cierta parte de nuestro ser todos vivimos fuera de tiempo."
-La Inmortalidad, Milan Kundera.

CAPÍTULO I Memorias

Ha pasado tanto tiempo desde que abandoné mi hogar, un pestañeo fugaz en la prolongada vida que me persigue ansiosa en su crepúsculo solitario... Es curioso, mi mente divaga y olvida lo que alguna vez perpetuó entre sus cristales, ya no distingo estrellas que me guíen o luces que se enciendan en medio de la noche... no recuerdo el melodioso trinar de las aves al bendecir las mañanas con su canto dulce, ni el frio de las corrientes acariciando mis mejillas al despertar su trance, con su tacto suave y precavido. He olvidado el rocío de la lluvia sobre mis labios, la sentencia del trueno, el regocijo ignorante de los sueños... Sin embargo, puedo aseverar con vehemencia, que reconocería de inmediato el aroma único que transpiraba el viejo bosque escondido en las montañas, el vaho fantástico que desprendía el humus, el musgo verde, la tierra húmeda y el original repertorio de insectos ocultos en sus cómodos agujeros... puedo apostarlo, sí, así como solamente puedo desearlo por el tiempo que me resta.
Ha pasado tanto desde que perdí mis raíces, incrustadas en la memoria de un mundo joven, hermoso y firme destinado a florecer, pero condenado a sucumbir por nuestras ambiciones mundanas, por ese anhelo absurdo de divinizar nuestros cuerpos...
Lo acepto, dejé atrás todo lo que me hacía especie y me diferenciaba de lo demás, abandoné el hogar de mis padres sin voltear la mirada, las aguas que recorren las venas de mi cuerpo y los templos en que se fraguaron violentos dioses con el cincel de los desesperados pueblos. Pero he vuelto, mi amada, a reponer mis errores, a descansar eternamente.
Mis días se antojan próximos en esta nueva tierra que estaré forzado a recorrer, viajaré a donde el sueño es eterno y la sonrisa se conserva, allí donde esperan mis ancestros, mi triunfante retorno con alegría y fiesta.
Me dirijo a ti como antaño, antes de verme partir entre las sombras de la playa sobre la arena dispersa y acoger mi letargo, adiós Madre Tierra.
- Tiberio.

Acostumbro a explorar el horizonte desde mi alcoba, atravesar el cristal que se interpone sin mover un solo músculo, sin pronunciar una palabra, sin apartarme de la estela que dejé al despertar sobre la cama, evitando amenazar la integridad de mi concentración absoluta, anhelando tal vez... un pequeño cambio, pero... nada. Todo se mantiene igual desde que llegamos aquí, las palabras son escasas y las tareas tediosas, contemplo como incluso las personas se perpetúan, todo se halla inmerso en un sofocante ambiente de monotonía.

Esta mañana es la más distante de la que tengo memoria, recrearla debería representar un desafío para cualquier Ser Humano, pero ni siquiera se ha difuminado un poco con el transcurso de los años, el recuerdo es vivo, claro, incluso tangible para mis adentros, como si fuese incapaz de olvidar lo más ínfimo, pero... algo anda mal, aquella mañana fue la primera, de eso estoy seguro, puedo explorar más allá pero sería una empresa inútil, una ilusión ajena a mi persona, como una realidad supuesta que puede fácilmente podría confundirse con un sueño, pero a fin de cuentas, se resume en la identidad que poseo.
Recuerdo la mañana tibia saludando mis párpados, después de un letargo concertado en la más solemne oscuridad, el destello de una estrella agonizante bendiciendo la mañana y obligándome a separarlos, el latido constante de mi corazón activando mis sentidos, incluso el sonido del aire al recorrer mis pulmones en un laberinto de alvéolos y capilares colapsándose, obedeciendo mis órdenes, constatando mi realidad innegable. Recuerdo los edificios esbeltos que amenazaban con ocupar el cielo, los ventanales brillantes y el acero pulido, las personas moviéndose al pie de aquellos troncos sin vida, en un desesperante ir y venir de obligaciones y temores, recorriendo las calles en un patrón dispuesto, al unísono, como si sus trayectorias jamás deseasen llegar a tocarse, egoísmo. Mi mirada fija en ellos, buscando algo que llamase mi atención, algo que despertase mi curiosidad, mientras los haces de luz recorren lentamente mi rostro hasta obligarme a parpadear, como un reflejo en modificar la similitud perpetua de la que era
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testigo, algo así como cambiar de página en un libro cuyas letras y palabras se suceden en una formación constante, previsible, aburrida...
Reflexiono, mientras volteo mi cuerpo hacia el techo, buscando una mancha en aquella pulcra combinación nívea de matices que simulaban las más bellas tonalidades de un veraniego cielo.
-Soñar...me pregunto cómo hemos obviado trabajar en ello después de tanto esfuerzo por revolucionar el cosmos a nuestro antojo, olvidamos esa pequeña parte de nosotros, aquel dominio aterrador del subconsciente místico y excitante sobre la razón formal y estricta, donde una eternidad puede resumirse en un segundo y un Universo en una fugaz visión. Deberíamos ser capaces de elegir el curso de nuestros sueños, dominar el escenario en nuestro propio universo personal sin temer repercusiones o limitarnos a los principios que rigen la materia, puesto que no encuentro deleite alguno en escapar de un mundo menguante para radicarme en otro que nos mantiene prisioneros de nuestros más primitivos instintos... sin embargo, permanece siendo la única manera de evitar caer en la desesperación, o ¿tal vez esta realidad es un sueño que se repite sin detenerse jamás?
Alguien llama a mi puerta.
-Samuel, es hora de levantarse, ya salió el Sol. Saluda una voz dulce. Tras una pausa, se retira lentamente. Escucho sus pasos alejarse y despierto por completo.
Comienzan las molestias...
Parece que he vuelto a despertar con una cabeza de yunque, sensación muy común en estos días. Acuden a mi mente una serie de imágenes e individuos pertenecientes a una galería que jamás he visitado, aromas y texturas que no existen en este mundo o se extinguieron hace mucho, sentimientos y ansiedades totalmente desconocidas, pertenecientes a quién sabe qué, tal vez a algún tiempo pasado que me persigue desde hace tanto, o son simplemente productos de una fantasía inverosímil. Los cuales me arrancan del presente y me sumen en un espacio atemporal, incomprensible e ingrávido, que resulta extremadamente doloroso. ¡Va!, nuevamente estoy divagando sin sentido alguno, debería aceptar la realidad tal y como es... Pero, resulta extraño... Despertar encadenado a una almohada, con la vista nublada, los párpados cansados y los labios secos, producto de una mala noche tan frecuente como evidente. Las visiones están aumentando a un
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ritmo alarmante. ¡Debo solucionar este problema ya!, puesto que dudo soportarlo por más tiempo, no soy tan fuerte...
Los fármacos que me recetaron han disminuido considerablemente sus efectos y ahora las alucinaciones son más vivaces, reales y dolorosas, siento que soy el único que las sufre, no conozco a muchas personas, y es que no las hay, pero ninguna de ellas lleva esa expresión en el rostro, esa mirada profunda y perdida, como si tratase de mirar a través del telón que la realidad extiende ante nuestros sentidos.
¿Y qué hacer? Una pequeña pastilla verde y una gran pastilla azul, debo tomarlas dos veces al día, de lo contrario una migraña tremenda me enajena de la realidad y me sume en dolores sin nombre. No recuerdo hace cuanto llevo tomándolas, pero conozco el efecto que provoca el dejar de hacerlo, me limita a continuar con esta rutina espantosa y oxidante, tal vez nunca las deje, de lo contrario, algo grave podría suceder, algo espantoso de lo que he sido advertido en múltiples ocasiones.
Una sensación me desprende de la situación actual, como un trance al que uno se acostumbra con el tiempo, pero sigue despertándole la misma sensación de estupefacción y asombro, parece tan real... Otra vez esos paisajes remotos y extraños, un mundo totalmente distinto al actual, un mundo caótico de belleza incomparable. Pero ni siquiera tienen un orden lógico estas visiones, nada más son incoherentes y hermosas, a las que tal vez lo único que les falte sea un conector, un puente que he sido incapaz de encontrar hasta ahora. Siempre el mismo sueño, lo he tenido tantas veces que siento que me mezclo con él, como si la realidad no fuese esta... aquel hombre corpulento que hinca su rodilla y toma algo del suelo, pero no lo arranca, se detiene en ese preciso instante, parece que únicamente lo admira y lo acaricia con la gentileza de un objeto que se sabe precioso, sus manos visten guantes blancos, como si temiese contaminarse con el objeto, o tal vez dañarlo. Viste un traje plata, a juego con sus guantes, remendado con hilillos que apenas se distinguen, en figuras geométricas atractivas, propias de la mano de un artista, una celosía magnífica. Su rostro es aún muy difuso, pero distingo sus rasgos más característicos, es joven, de cuencas oculares grandes, de nariz en una proporción 95 – 120 grados (la proporción perfecta dirán algunos), de aspecto atlético. Tras de sí, como en una escena sacada de un cuento magnífico, una ciudad que flota sobre un valle verde y vivo que se extiende hasta donde alcanza la vista, sus colores no se apartan del blanco y
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plata, es hermosa, simétrica, imponente y distante. A juzgar por el valle, la ciudad no produce sombra alguna, como si fuese invisible desde el suelo, como si la luz la atravesara sin distorsionarse. De pronto algo sucede en el cielo, como si los ángeles hubiesen sido desterrados del Hogar que lucharon por alcanzar. El Hombre suelta lo que parece ser una angiosperma púrpura, se yergue, contempla el espectáculo consternado, una onda recorre todo el cielo, luego, una luz brillante, cegadora deja todo en un blanco absoluto... La ciudad empieza a descender a gran velocidad. Se observan cientos de naves abandonándola frenéticamente, algunas son alcanzadas por un segundo destello, aún más fuerte que el precedente. Llamas por doquier, todo está ardiendo, el Hombre se desploma de rodillas sin dejar de mirar.
De un cuento fantástico a una escena apocalíptica en menos de un minuto, aquel era mi sueño...

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