Mi estancia en este lugar ha sido tan larga que ya me he acostumbrado al bullicio que me rodea. No es fácil ignorar cuando caminas por los pisos y tus oídos captan el sonido de las teclas al ser oprimidas creando en una computadora el expediente de un nuevo recluso, ciudadano o víctima de diferentes circunstancias, el avanzar más te conlleva a cambiar de ambiente a uno lleno de voces combinada con el timbre de los teléfonos al recibir una llamada insistente obligando a su usuario a contestar, puede que sea una emergencia de embotellamiento a causa de un accidente en auto, un incendio en algún edificio provocado por un lunático o algún otro sujeto incluso llegaría a ser una llamada insignificante como la de un niño que estaba marcando al 911 para practicar por si se presentaba una emergencia real en su hogar. No me recorro todo el edificio solo lo que me corresponde.
Podría decirse que soy la mejor amiga del café doble sin azúcar que me acompaña todas las noches de desvelo por mi trabajo aprisionado en mis manos o sobre mi escritorio el siempre estará presente. Una vez mi café listo me acerco a la ventana de mi oficina deleitándome con la vista de la ciudad completa, nada mal para el piso quince. Aunque la prefiero cuando es de noche ya que se ilumina como el árbol de navidad que colocas en fiestas navideñas en la sala de tu hogar esperando que debajo de él aparezcan regalos. Es realmente hermosa a oscuras, aunque ahora no se ve tan mal llena de sonidos de carros y gente al caminar por todas las calles llevando consigo bolsas, celulares, audífonos, sus pertenencias más valiosas o interesantes sin miedo.
Mi trabajo es adoptar el papel de protectora y guardiana de esta ciudad, mi ciudad. Para mantenerla en una sola pieza, aunque me topé con las peores y más sucias caras del ser humano, personas que solo buscan provocar caos, miedo y sufrimiento a sus iguales. Las aborrezco. Sé que algún día todos ellos verán el lado de la justicia por primera vez en sus vidas quedando detrás de una reja de confinamiento hecha completamente de acero sin lujos, solo concreto solido entre esas cuatro paredes tal cual como lo quiso y lo querría mi abuelo cuando aún ocupaba el puesto que ahora yo tengo, intentando llenar sus zapatos. Anhelando por mucho tiempo poner en una celda especial a un solo delincuente el cual ocupa cada parte de mi mente como si se burlara de mí y de las memorias de mi abuelo, no le he visto pero pronto lo tendré aquí pagando muy caro pro sus actos.
Soy adicta al trabajo o eso me han dicho.
Apreté con fuerza mi vaso de plástico hasta contraerlo de manera perfecta antes de ser interrumpida por la radio-comunicador de la policía que permanecía sobre mi escritorio llamando completamente mi atención cuando se activó.
-Atención a las unidades más cercanas, tenemos un 10-15 y un 10-50 en el parque "la pólvora", fue descubierto por una civil que ha tenido un ataque de ansiedad, acudan a la escena del crimen lo antes posible.
La comunicación termino.
Lancé el bote de café a la basura que está en una esquina alejada de mi escritorio y la ventana sin saber si entraría. Tome las llaves del auto, mi chaqueta que había colgado todo este tiempo de un perchero a un lado de la puerta y mi placa de agente federal que coloque en la cintilla de mi pantalón sujeta con fuerza al cinturón para evitar que se extraviara en alguna parte de mi camino. Estaba lista y cuando me acerque a la puerta para salir de prisa esta se abrió sin previo aviso mostrando a un compañero de trabajo que traía consigo un par de documentos, al cual ignore por un segundo al pasar a su lado dejando notar que me doblaba la estatura. Después de todo es muy fácil que ocurra si mides 1.55 a la edad de treinta años.
-Jefa –soltó con voz suave arrastrando cada palabra entre sus dientes.
-Lo sé, voy a lugar.
No estaba muy segura si nos referíamos a la misma cosa.
Cerré la puerta detrás de mí, baje por las escaleras ya que el elevador siempre estaba lleno y algunas veces desprendía un olor desagradable de mil y un cosas entre ellas el sudor humano por el trabajo y estrés, no puedo quejarme es bueno para la circulación del cuerpo. Llegue al estacionamiento entrando al Kaiser carabela negro con el símbolo de la policía federal en las puertas laterales en pintura dorada, adquirido por mi abuelo en 1970 con trabajo duro y esfuerzo. Una vez arriba busque las llaves entre mis bolsillos, pero no las encontré por alguna razón ya no estaban donde recordaba haberlas puesto, hasta que las tome de la nada al extender mi mano hacia el asiento del copiloto las cuales cayeron sobre mi mano al ser entregadas, sin dudarlo las ingrese en la cerradura y encendí el auto haciendo relinchar los caballos de fuerza del motor al ser azotados después de dormir un rato.
Tarde menos de diez minutos en llegar a la escena del crimen y aunque fue mi mejor record hasta el momento tenía que eliminarlo y tomarlo como un insulto al romper una regla y pasarme un semáforo rojo en mi recorrido hacia el lugar. Aparque el auto en mitad de la calle al estar saturado los lugares por patrullas, ambulancias y bomberos. Mis compañeros eran más puntuales que yo, ha este paso tendré que vagabundear por las calles para evitar este tipo de incidentes o ser la primera en acudir. Mi reputación se vería mejorada al llegar siempre a la hora. Cuando estaba a punto de salir acomode el retrovisor del auto y mire que tenía de copiloto a el oficial de policía que había estado en la entrada de mi oficina su rostro era oculto por su gorra y su uniforme azul era iluminado por el sol combinando perfectamente con su piel blanca y esos cabellos dorados.
- ¿Cómo has logrado entrar? Casi me das un paro.
-Estuve a su lado todo este tiempo –no me miro, pero soltó un suspiro silencioso- básicamente me ha traído a rastras desde el último piso del edificio y debo decir que es impresionante que siete semáforos estuviesen en verde a su paso exceptuando el ultimo.
-Gracias creo –no sabía que más decirle ya que lo secuestre- tengo trabajo tú se un vigía o ven conmigo a ver en que ayudas.
Pronto seré una delincuente sin darme cuenta.
Camine junto a él entre el césped verde del parque mirando cómo había un gran revuelo, las personas murmuraban, los celulares no dejaban de disparar su flash, cada vez el número de personas se hacía mayor y más de quince unidades hacían de muralla humana entre la escena y ellos. Me restregué entre ellos para poder pasar y llegar a uno de los oficiales el cual me dejo pasar sin problema, alce sobre mi cabeza la cintilla amarilla de precaución admirando como un grupo de forenses vestidos de blanco estudiaban y recolectaban muestras del cadáver de un chico castaño que tomaba fresco bajo la sombra de un árbol. Su ropa había sido abierta mostrando su cuerpo atado con cintas de cuero que se utilizaban para la práctica del bondage, no había sangre en el suelo, sus pupilas estaban normales y no daba señales de cómo murió. La cinta de cuero comenzaba en su cuello con un collarín negro apretando su manzana de Adán, de ella se desplegaban dos series de tiras nuevas que se extendían al contorno del pecho del chico para luego encontrarse con otro collarín sobre la cintura que desplegaba otro juego de ellas formando rombos en el vientre delgado del sujeto para luego enredarse algunas alrededor de las piernas del cadáver y otras sostenían con firmeza el miembro duro como el mármol rodeado de espirales negros delgados.
Me entregaron un par de guantes. Mi fuerte no era embalsamar cuerpos y tocarlos hasta las entrañas para saber su causa de muerte. Solo me los coloque para poder mover el cuerpo y estudiarlo mejor de todos los ángulos posibles.
- ¿Cuánto tiempo de muerto lleva?
La pregunta iba para aquellas dos chicas jóvenes de cabello negro, una más clara de piel que la otra que examinaban cada rastro de gen en el cuerpo como un forense profesional lo haría. Supongo que se miraron entre sí, dejaron un momento su labor y volvieron a hacerlo mientras me contestaban.
-Por la coagulación de la sangre y heridas casi cicatrizadas su muerte fue de hace setenta y cinco horas aproximadamente agente.
-ya veo
Tome una de las cintillas que permanecía colocada sobre su abdomen y la jale hacia mi notando como una tremenda aguja salía del cuerpo del chico seguida de sus vecinas que estaban cubiertas por una capa amarillenta y grumosa, teniendo apenas rastros de hileras de sangre. Los tres huecos que destape dejaron escapar un olor a rancio, solté la cintilla al notar a un costado en su espalda baja una larga cicatriz de sangre. La admire mejor centrándome en ella hasta notar como el árbol había adquirido el todo carmesí en su vieja corteza. Tome al chico del hombro y lo incline hacia mi sin dejarlo caer por completo.
Los tendones se despegaron con viscosidad haciendo crujir la corteza de nuestro amigo mientras pequeñas partes se iban con la piel, tiras de líquido verdoso y pus, se dejaron resbalar desde los hombros hasta la línea que dividía los glúteos. Espere un fuerte hedor, pero nada, había sido saturado. Termine por doblarlo por completo asustando por un momento a las forenses con el sonido crocante del cuerpo tieso, parecía una maquina realmente oxidada.
Saque de mi bolsillo el celular para tomarle fotos a su espalda completa.
- ¿Sabían sobre esto?
-No agente apenas comenzamos con la revisión.
- Pero si gusta inmediatamente hacemos análisis sobre la herida de la espalda.
-Tómense su tiempo yo prefiero un trabajo lento y limpio a uno rápido y denigrante.
Mire con atención la equis que formaban las dos cortaduras, eran tan profundas que podía ver donde terminaba la pared de músculos y comenzaban a relucir los puntos blancos de lo que podría ser la columna vertebral. Tome compostura nuevamente y guarde el celular de nuevo.
-lleven el cadáver a el laboratorio –ordene quitándome los guantes de plástico con brusquedad y rapidez- al terminar los análisis los hacen llegar a mi oficina junto con el expediente de la víctima quiero saber ¿Qué ocurrió?
-como diga agente Karen–respondió un oficial a mi lado a quien le entregue mis guantes manchados con grumos rojos.
El cadáver fue metido a una bolsa de plástico negra completamente sellada para luego ser enviada a los laboratorios forenses, me aleje un poco de la escena apreciando como en una ambulancia cercana atendían con sumo cuidado a la persona que informo de su hallazgo, uno muy espeluznante para una anciana de ochenta años o tal vez más. Termine por ver a los periodistas que forcejeaban por saber la verdad o entrevistar a la afectada.
Seguí admirando el terreno hasta que pare en seco sobre un recinto viejo al otro lado de la calle.
-Jefa es hora de irnos.
- ¿sabes manejar?
-No
-Pues aprende sobre la marcha –le di las llaves del auto y caminé hacia mi objetivo- cuídalo bien, es una reliquia familiar.
-Jefa no se valla, aún tenemos cosas que resolver.
-Encárgate de que los civiles se retiren a sus casas y que la del ataque de ansiedad no muera o tendremos otro poco de papeleo en nuestras manos –me aleje de la multitud- sí, gracias
No era muy cortes de mi parte interrumpir y al mismo tiempo ignorar las oposiciones de mis compañeros, pero había algo al otro lado de la acera que tenía que asistir rápidamente o se escaparía como el fantasma que era, además el chico podía cuidarse solo.
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El juego del gato
Mystery / ThrillerUn simple juego de niños que se volvió la pesadilla de jóvenes.