-¡Ada...! ¿Qué tienes?
-¡Nada!... Pero ya sabes que no me gustan estas cosas. La idea de Valdivia de reunirnos con este señor, me parece...
-¡Calla! Nos está mirando y si como dicen es capaz de adivinar el pensamiento...
-No lo creo. Es la edición de lujo de un charlatán de feria...
Ada Montalvo apretó los labios conteniendo la sonrisa burlona que acudiera a ellos... Los ojos del hombre que era centro de la atención de todos, se habían fijado en ella; verdes, brillantes, dominadores... Ojos dotados indudablemente de un extraño poder de seducción... Y de sus labios salieron las palabras lentamente, con ese acento indeterminado, cosmopolita, del que está acostumbrado a expresarse en distintos idiomas; palabras sentenciosas pero no solemnes, sino finamente burlonas en el fondo.
-¿Quiere acercarse a la mesa la linda señorita incrédula?
-¿Yo? ¿Es a mí?Ada ha respondido levemente molesta, pero el cartomántico insiste:
-A usted precisamente...
-Desde aquí vemos bien, y no es el mío el primer turno...
Ha retrocedido en vez de avanzar... Y una figura aún más juvenil toma la delantera...
-A mí... A mí me toca el primer turno... Écheme las cartas a mí primero, señor Cagliostro. Estoy enferma de impaciencia...
-Su enfermedad se llama juventud, señorita...
Las manos delgadas, morenas, de largos dedos flexibles y uñas cuidadas como las de una mujer, han tomado el mazo de barajas... El hombre que pretende adivinar el porvenir, está sentado frente a una pequeña mesa de cristal, rodeado del grupo de amigos que le observan con curiosidad inquieta... En un apartado saloncillo del Gran Casino del Mar; se han cerrado todas las puertas, se han apagado todas las luces menos la de la lámpara de pie cuya pantalla oscura parece recoger hasta el último rayo de la dorada luz eléctrica, para arrojarlo sobre aquellas manos elocuentes, sobre aquella mesa, donde las Barajas acaban de ser depositadas...
-¡Corte usted en tres mazos! Con la mano izquierda...
-Tengo palpitaciones en el corazón. ¿Va usted a decirme muchas cosas malas, señor Cagliostro?
-La menos posibles, señorita mariposa...
-¿Mariposa? ¿Soy yo mariposa?
-Evidentemente... El nombre que le dan a uno sus familiares cuando nace, rara vez suele venirle bien... Yo nombro a las personas por lo que sugieren a mi alma... Dispénseme... Para mí usted es la señorita mariposa.
-¡Pues no está mal...! Madame Buterfly sin música naturalmente....
El círculo de rostros curioso se han inclinado más sobre la redonda mesa. Son como sombras sobre el círculo de luz. Sólo la silueta exquisita, el perfil de nobles facciones de Ada Montalvo, un poco alejada del grupo, destaca a contra-luz sobre el amplio ventanal de cristales, como una fila silueta de ensueño... La voz del cartomántico suena de nuevo...
-Por usted... Por su casa... Por lo que ha de suceder... Hay vida, mucha vida... larga vida para usted...
-¡Ay, qué bien...! ¡Qué bien...!Natalia Montalvo ha sonreído satisfecha... y Rodolfo Valdivia se inclina para hablarle en voz muy baja...
-Mucha vida... y que yo la vea...-Un hombre muy cerca... demasiado cerca...
El mago habla sin mirar, pero el hombre moreno que está junto a Natalia Montalvo, contiene un gesto de desagrado...
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El otro
Romance–¡Ada...! ¿Qué tienes? –¡Nada!... Pero ya sabes que no me gustan estas cosas. La idea de Valdivia de reunirnos con este señor, me parece... –¡Calla! Nos está mirando y si como dicen es capaz de adivinar el pensamiento... –No lo creo. Es la edición d...