El último adiós

64 16 10
                                    

              Tal vez viniste para aprender a

                                                       liberar

A ser uno

Pero sobre todo para aprender
a dejar ir

Los colores que caracterizaban mi comunidad se habían perdido, la alegría que rondaba en mi pueblo se había esfumado.

De un día para otro los eventos en masa, las reuniones familiares y todo lo que significara compartir fue cancelado.

El "ladrón"como lo nombró mi abuelo, atacó a casi todo el mundo y con él se había llevado nuestra forma primaria de comunicación: el contacto.

Lo que para muchos es el significado de amor, el "ladrón"se lo había llevado, y con él se fueron los besos y los abrazos.

Tal vez esta era la forma que tenía la naturaleza de darnos una lección, quizás comenzamos a comprender el valor de las cosas simples, justamente porque no las quitaron, tal vez era una advertencia de que en el futuro nos espera algo peor o quizás era su manera de cobrarnos todo el daño que hemos hecho a lo largo de nuestra existencia.

Pero tal vez era solo eso; un simple quizás.

Y ahí en medio de ese caos, estaba yo: Jennie Burns, una chica de 15 años diagnosticada en el hospital como una paciente inmunodeprimida, en otras palabras con las defensas de mi organismo bajas, una presa fácil para el "ladrón"

Irónico que esta pandemia afectara con gravedad a los más débiles, cuando éramos quizás los que menos merecíamos este castigo.

El "ladrón" encuentra su satisfacción cuando se lleva con él a los más indefensos: ancianos, niños pequeños y personas con enfermedades de riesgo.

Sin embargo lo más triste del asunto no era que yo necesitara cuidarme más que el resto, no, era que en mi propia  casa había una víctima del ladrón.

                                 ***

Me desperté bruscamente con la respiración agitada. No podía respirar, sentía que el aire no llegaba a mis pulmones, tenía que forzar el inhalar y el exhalar. Lo último que iba a ver era la oscuridad del techo de mi cuarto, pero entonces sentí la voz que conseguía calmarme en cualquier situación aunque a veces fuera la causante de mi estrés.

---Ya tranquila ---me dijo mi madre---, respira despacio ---pasó su mano por mi frente---. Cuenta tus respiraciones.

Seguí sus instrucciones y sentí como lograba respirar con mayor facilidad.

---Mamá ---sollocé---. Tengo miedo.

---Cálmate amor ---sujetó mi mano con fuerza---. Va a pasar.

Todas las noches sucedía lo mismo. Llevaba ya una semana teniendo estos ataques de pánico repentino que generalmente ocurrían durante la madrugada.

Mi madre afirmaba que era el estrés de las constantes noticias del virus que destruía cada vez más por los lugares que pasaba.

Una pandemia que había llegado para sacarnos de nuestra rutina y monotonía. Que había desestabilizado nuestro desorden, tal vez para luego traer paz, eso aún no lo sé.

Sin embargo lo que más me preocupaba era que dentro de unas horas venían a chequear a mi abuelo,  y mi madre ya me estaba preparando porque era muy probable que se lo llevaran por ser un paciente contagiado de este virus, tan letal a su edad.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Apr 24, 2020 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

El LadrónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora