Capítulo 2

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Son las seis de la mañana, hace una hora que desperté, he estado textiando con Adler, sólo somos amigos pero tenemos privilegios, nada serio.

Es muy atractivo y sexy el condenado alemán, tiene 33 años y un maldito físico que moja muchas bragas; lo conocí en Berlín, hace un año y medio, invertimos en la misma empresa, y me meto en su cama hace un par de meses.

Tiene el pelo castaño y unos enigmáticos ojos grises, su estatura es  aproximadamente de un metro ochenta; esta en la ciudad y le gustaría verme esta tarde y a mi igual.

Veo mi teléfono que marca las 6:30 y decido pararme de la cama y darme un baño, llevaré mi hijo a la escuela y me quedaré a ver la presentación de todos los padres y pondré a Agatha en su lugar que estoy segura de que allí estará.

Salgo del baño y envuelvo mi cuerpo en una bata, hora de despertar y arreglar a mi pequeño.

Ya listo me supongo a arreglarme yo. No mucho, sólo un vestido y unas botas altas.                                                                

Preparo desayuno para ambos y nos disponemos a desayunar, algo sencillo, panesillos, hotcake, tocineta, huevos revueltos y jugó de naranja.                             

                           

Ya casi estoy terminando mi desayuno cuando tocan el timbre del apartamento, no estoy esperando a nadie, además pocos tienes el código para entrar sin tener que llamar desde abajo.

Voy a la puerta y abro sin ver por el mirador.

Me quedo muda, acabo de recibir la mayor de las sorpresas... Carlos está en mi puerta.

No ha cambiado mucho desde la ultima vez que no vi, aunque si muy diferente a cuando lo conocí, seis años ya desde aquel día, se ve más robusto y responsable aunque no lo es, y eso que ya entró a su tercera década.

—¿No me vas a invitar a pasar?—dice frente a mi, después de tantos meses sin vernos.

—Si, buenos días— digo y me hago a un lado para que pase.

—Papáaaaaaaaaaaaaaa!!!— Grita Maxi y corre al verlo.

Sonrió al ver como se agacha y toma en brazos a su hijo. Viste un traje azul marino y camisa con los dos primeros botones sin abrochar.

—Hola principe— le dice y le da un beso en la cabeza. Reaccionó al fin y si es él, que me ha callado la boca, cierro la puerta. Me acerco al desayunador y recojo los trastes para colocarlos en el lavaba vajillas.

Mi pequeño está feliz, corre y brinca sin parar y señores ese es el efecto que causa ese idiota en mi hijo.

Mira si reloj y le dice —¿Qué te parece si lavas tú dientes y vas por tu mochila? Papá te llevará hoy a la escuela.

No hizo falta escuchar más y salió corriendo.

—Lo llevaré a la escuela y a la salida iremos de paseo, lo regresó en la noche.— Quisiera oponerme pero no puedo, no puedo arrebatarle esta oportunidad a mi hijo, una oportunidad que sé que es una en un millón y que en mucho tiempo no se repetirá.

—Está bien, pero yo igual iré a la escuela, tengo un asunto que resolver.— Le digo recostandome de la encimera.

—¿Tiene algo que ver con el rasguño en su mejilla?

—Si, ayer se peleó con otro niño y debo poner a alguien en su lugar para vuelva a ocurrir.

—¿Por qué la pelea?

Familia AlmontesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora