Única Parte

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Qué pensar de la oscuridad, para mí siempre está ahí, sea de día o de noche, pareciera que el negro nunca desaparece, que me sigue con sigilo. Es de noche, camino despacio, vuelvo a recorrer la calle oscura, un rayo tenue de luz apenas ilumina la vida y el mundo; proviene de la luna tímida que me ve desde allá arriba. En la noche es posible ver cosas que en el día no, una de esas ellas es –confirmo-la silenciosa silueta que camina atrás de mí, nunca adelante, siempre atrás. Al principio estaba aterrado de verla, de presentirla, de sentirla pero el tiempo pasa y me he acostumbrado  a ella, ahora sé que no tiene malas intenciones, pues sólo me sigue y me observa.

     Camino sin rumbo, deambulo. Escucho el taconeo de unos zapatos los escucho apenas, están  lejos de mí; se aproximan cada vez más, cuando sé que están cerca de mí volteo y veo su pelo oscuro atado en una coleta, aunque no puedo percibirlo del todo, sé que es él. La silueta hace ruido.

     -¿Cómo has estado?- Pregunto, sin apartar la vista de las nubes que pasan por la ahora descarada luna. Desde que esta silueta comenzó a seguirme –hace ya varios días- no ha dicho ni una sola palabra, creo que es tímida, he intentado entablar una conversación, una y otra vez, pero no quiere hablar, ni un poco.

     Recordé la lluvia de la tarde y vi como los charcos que se habían creado seguían ahí, donando espejos a la calle. Miré mis pies. Las agujetas de mis tenis negros tenían el borde mojado.

     Una vez más, intento dialogar con la silueta.

   -¿Te gusta la lluvia?, a mí no, sólo disfruto su final, cuando se va porque deja olvidados espejos en el piso y en  ellos veo mi rostro y juego con eso, sabe que si los piso mi imagen desaparece en fragmentos que son gotas. Es como te digo, un espejo, yo amo los espejos. – Agito las manos con emoción, la felicidad recorre mi cuerpo, abro los ojos y comienzo a correr por la larga calle, salto por todos los charcos que hay, mis pantalones están mojados y mi respiración es agitada.

     Mis pies me habían llevado al inicio de un gran parque, el pasto brillaba húmedo por el rocío de la luz que apenas llegaba. En una banca del lugar estaba una chica, un farol negro  y solitario la iluminaba, ella leía, tenía unos guantes gruesos de color blanco, con dificultad pasaba las hojas del libro que reposaba en sus piernas. Caminé apresurado para llegar a su lado, me senté junto a ella y le sonreí.

      -Hola.- Dijo ella mientras cerraba el libro de pasta dura. Escuchar la voz de alguien es extraño para mí, todo este tiempo lo único que había escuchado eran mis intentos de plática con la silueta.

      -Hola.- Dije feliz por el encuentro.- ¿Por qué estás aquí, a estas horas?

     -Me gusta el frío y la noche- respondió mientras me miraba fijamente, sus ojos color miel era lo único a lo que le estaba prestando atención, sus párpados maquillados con un claro color café, sus largas y oscuras pestañas estaban rizadas, parecía que había salido arreglada de su casa sólo para venir a sentir el frío y a leer rodeada de soledad.

    - ¿Tú qué haces aquí?- me preguntó y su voz calentó mi corazón.

     -Te voy a ser honesto, no lo sé, sólo camino, por la noche, por las calles, por el parque, creo que por la vida.- contesté mientras pensaba que  le podría contar que alguien está siguiéndome pero no quiero asustarla, ahora que estoy haciendo una amiga, no quiero que me vea como alguien extraño al que le siguen siluetas silentes.

     -Eres raro.- Rio de una hermosa forma.- ¿Cuál es tu nombre?

     -Leo, ¿tú, cómo te llamas?

     -No tengo nombre.- Dijo con naturalidad. ¿Será normal para ella decir esas palabras? Me pregunté asombrado.

     -¿Por qué no tienes?

Mi sombraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora