Rojo.

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Rojo era el color de la pasión.
Rojo era el color de la chaqueta preferida de Clyde.
Rojo era el color de la sangre que bombeada su corazón el doble de rápido cuando la veía.

Bárbara era una chica muy guapa. Guapísima. Y todos siempre se lo habían dicho. Con su ondulado cabello rubio y sus grandes ojos azules. Con su pequeña cintura y muslos torneados.
La vida de Bárbara era tan bonita cómo ella. Su novio, Kyle, era un amor con ella. La quería mucho. Muchísimo. Y su mejor amiga, Wendy, era la mejor amiga que toda chica deseaba tener.
A Bárbara se le daba muy bien creerse todas las mentiras que ella misma se contaba.

Kyle le había dejado. Por un hombre. Kyle le había dejado por un hombre. Le costaba creerse aquella verdad. ¿Por qué tragaba tan rápido sus propias mentiras e ignoraba la realidad?
La realidad como por ejemplo, que llevaba locamente enamorada de su querida mejor amiga desde los diez años. Y que ahora que acababa de cumplir dieciséis, su corazón latía el doble de rápido cada vez que la veía. Que ahora que Kyle la había dejado, ya no tenía excusa para dejar de pensar en ello. O quizás sí.

Clyde Donovan. Clyde había estado con ella desde que rompió con Kyle; Clyde la esperaba después de clase para acompañarla a casa; Clyde le hacía cumplidos sobre lo bonitos que eran sus zapatos y lo guapa que estaba. Clyde podía ayudarla a olvidar a Wendy. Clyde podía hacer lo que Kyle nunca pudo.

Así que Bárbara empezó a salir con Clyde. Dijo que no le importaba que la gente la llamara puta por cambiar de novio tan rápido. Y como ya le era costumbre, se tragó su propia mentira con sorprendente facilidad.
Pero Clyde no se creía sus mentiras tan fácil. Era el primero que conseguía ver a través de la fachada de muñeca Barbie de Bárbara: no era tan perfecta. Era humana, tenía sentimientos como cualquier ser humano y sentía dolor.

Clyde confirmó su teoría el día que la vió llorar por primera vez. O mejor dicho, que la escuchó. El día que Bárbara explotó:
Le llamó a las tres de la mañana. Estaba gritando, llorando desconsolada. "¿¡No lo entiendes, Clyde!? ¡No puedo!" le había dicho después de explicarle a gritos como Wendy cada vez le parecía más lejana y Clyde empezaba a instalarse en su mente. "¿Por qué no?" Bárbara había empezado a llorar más al escuchar eso: "Porque te mereces algo mejor que una puta mentirosa, Clyde".

A Clyde empezó a importarle una mierda lo que dijeran de ellos. Y caminaba con la cabeza bien alta por los pasillos, de la mano de Bebe. Y la besaba delante de todo el mundo. Y si escuchaba a alguien hablar mal de ella, podía tener por seguro que iba a arrepentirse.

Bárbara volvía a ser feliz. Volvía a ser una chica guapa con una vida bonita. ¡Genial! Podía seguir tragándose sus mentiras azucaradas. Ahora nadie iba a sospechar de lo que hacía cuando estaba a solas para mantener aquella espléndida figura, ni de lo que seguía sintiendo por Wendy —por mucho que le hubiera dicho a Clyde lo contrario—.

Iba a seguir intentándolo. Se enamoraría de Clyde, dejaría de sentirse atraída por chicas y sería feliz.

Rojo era el color de la única esperanza que le quedaba a Bárbara.
Rojo también era su labial preferido, que dejó de usar cuando Clyde señaló lo bien que le quedaba.

Rojo;; Bebe ((#2🌈))Donde viven las historias. Descúbrelo ahora