Pequeña dama

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En algún lugar entre el Alfa y Omega donde la niebla era tan densa que no se veían ni los árboles más cercanos, un tenue rayo de sol traspaso aquella neblina acariciando dulcemente las tiernas mejillas de una niña desconsolada.

Mientras ella caminaba sin rumbo alguno, sus ojos llorosos se percataron que alguien la observaba a lo lejos, pensó que era su madre así que corrió emocionada. Cuando estaba a unos pasos de la silueta, soltó un pequeño grito que se ahogo en asombro y miedo al mismo tiempo.

Enfrente suyo se encontraba un hombre delgado, con porte, muy alto, este tenía una mirada fría, profundamente vacía como si alguien le hubiese arrancado la propia vida, pero al ver a la niña en su estado más vulnerable y puro, le brillaron los ojos por un instante, suprimiendo sus deseos enormes por abrazarla como cuando ella era solo un bebé, el hombre con voz firme le dijo:

- Acompañame.

La pequeña con su mirada ahora llena de curiosidad además de desconfianza, retrocedió unos cuantos pasos y cayó cerca de un rosal.

Al levantarse se percató de que aquél misterioso hombre había desaparecido, así que, siguió su camino sin rumbo hasta encontrar una pequeña casa de madera, entonces, regresó a su mente aquellos tan lindos recuerdos que en el pasado la hicieron plenamente feliz, paso el resto de la tarde ahí, jugando, hasta que se durmió.

A la mañana siguiente un frío de esos que no había sentido hace tantos inviernos la despertó. Ella al ver todo cubierto de nieve se emocionó, salió de la casa y apresurada se dispuso a hacer un lindo muñeco de nieve.

Al terminar su creación un inmenso vacío recorrió su pecho como si algo le faltase, sintió una agonía terrible de solo existir pero no vivir realmente, llegándose a preguntar: ¿Cómo una niña tan pequeña podría sentir sensaciones tan fuertes? ¿Dónde estaba su familia? ¿Quién era aquél misterioso hombre? ¿Por qué solo se lo había encontrado a él? ¿Quién era ella? ¿A dónde pertenecía? ¿Por qué estaba en ese lugar tan desolado?, incluso, ¿Cuál era su nombre?.

Al pensar en todo eso se sintió miserable, inservible, sin sentido ni razón y cuando su mente ya no pudo más se dejó caer en la nieve, en ese instante volvieron los recuerdos...

Su madre enferma, sus padres peleando, ella encerrada en su cuarto con su pequeño oso de nombre Emily.

De repente escucho a lo lejos una voz que le llamaba con una gran desesperación.

Otro recuerdo más inundó su mente, se había escapado de su casa en una noche nevada perdiéndose así en un bosque cercano, se dió cuenta que aún sus padres no la habían encontrado y entendió porque había llorado desconsoladamente.

Fue entonces que apareció nuevamente aquel hombre, dirigiéndose a la niña pregunto, -¿Aún no te acuerdas de mí?

Ella negó con la cabeza y esté le dijo:

- Antes de saber quién soy te haré recordar algo más

Entonces la niña visualizo el rostro del hombre aún no sabiendo el porque, sintió una inmensa paz.

Él, triste, le explicó que ella no debió de haber vivido, no en un mundo que aún no estaba preparando para alguien como ella, pero que aún así decidió darle una oportunidad, él, siempre cuidando de ella a lo lejos, al observar que era inmensamente triste, volvió.

Ahora me presentaré como se debe, dijo él:

- Yo, soy la muerte mi pequeña dama... Ya no sufrirás más.

MFSM

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