XXI (veintiuno)

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Una vez ella estuvo lo suficientemente cerca como para "intimidarlo" con si feminidad. Él contestó en voz baja.

-Eres muy confiada. No le temes a un monstruo como yo. - sonrió apenas - ¿De verdad no puedo hacer nada para sacar tu precioso culo de mi casa, y que jamás vuelvas?

- Nada.

- Entonces podrás intentar ayudarme, como tú dices. Pero no eres psicóloga ni nada parecido, y tengo mis dudas.

- Yo quiero ayudarte desde la más pura amistad. No quiero ser tu terapeuta.

Nuevamente el moreno sonrió.

- Es la primera vez que me mandan a la zona de amigos. - presumió.

- Ah, ¿quieres que seamos novios? Creí que me odiabas.

- Te odio. - dijo sin titubear - Por ser la primera persona en preocuparse por mi y en no temerme.

- Viviré con eso.

- No si te involucras conmigo. Me persigue gente mala, mujer. Estarás en peligro.

- Por eso eres un antisocial. No quieres arriesgar a nadie más. Raditz y Nappa ya fueron suficientes... ¿Verdad?

Él calló unos momentos. Esa era una zona muy delicada en su vida, y ella lo decía como si de gatitos se tratara. Como cuchillas impregnadas de veneno de serpiente en su pecho. Y aún así, no se atrevería a darle su merecido.

La Curiosidad Mató Al Gato ┊𝙑𝙚𝙜𝙚𝙗𝙪𝙡Donde viven las historias. Descúbrelo ahora