C1: La quinta rosa

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"¿Cuatro o cinco?" preguntó el hombre, mostrándole la foto en su celular.

Ella tomó un sorbo de vino.

"Suena bien." dijo ella, revisando sus mensajes.

No era la primera vez. Había estado ahí antes. De hecho, había estado ahí tantas veces que ya ni le sorprendía. Después de veintiun años de buscar, mantener y aferrarse, ya casi no le importaba. Casi.

Observó sus ojos azules sin emitir sonido alguno. El reflejo del celular brillaba en ellos.

"Me tengo que ir, gracias por la cena." dijo ella amablemente, con una sonrisa forzada. Se puso el largo abrigo beige y salió del restaurante.

Mientras él miraba fijamente las dos copas de vino vacías y las sobras de sus alas de pollo y la ensalada de la chica, el mesero se paró a su lado.

"¿Una más que muerde el polvo, eh?" preguntó.

"Digamos que no me veo igual que en las fotos." respondió el hombre, con la mirada aún fija en la mesa, mientras buscaba en su bolsillo. "¿Cuánto te debo?"

"Nada" dijo firmemente el mesero, poniendo una mano en el hombro del hombre. "La casa invita, esta vez. Pero no te acostumbres."

Viendo lo inútil de discutir, asintió y miró a los ojos al mesero. "Gracias." dijo.

Y se fue.

Quince minutos después estaba en su apartamento. Prendió las luces, cerró la puerta detrás de él, se sacó esos horribles zapatos ajustados y se sirvió café ya hecho, frío. Lo tomaba no por el sabor, sino porque no quería dormir aún. Miró al reloj. Eran las once y veinte.

De repente, alguien golpeó la puerta repetidamente en menos de dos segundos.

"¿Estás ahí?" gritaba otro hombre desde el pasillo. "Perdí las llaves y tengo un asunto de vida o muerte."

Suspiró frustrado y murmuró un insulto mientras se daba vuelta para abrir.

"Si estás ahí abre por fav-" ordenaba el otro hombre, justo cuando la puerta se abrió y casi se cayó al piso. Estaba apoyado en la puerta. "Uh, gracias. ¿Y? ¿Cómo fue tu cita?"

Preguntaba por amabilidad. Después de todo, estaba viendo el resultado; estaba de vuelta en casa, a las once, solo, tomando café frío. ¿Cómo podría haberle ido?

"¿Tú qué crees?" respondió, levantando las cejas y abriendo los ojos expresivamente. Le dió la espalda, tomó un sorbo de café, y se dejó caer en el sillón.

"Trevor, no seas así." continuó su amigo, sentándose a su lado. "La indicada ya va a venir, te lo prometo. Solo no te rindas. Estoy aquí para ti."

"Parece que estás aquí más para ella." dijo Trevor en un tono altamente sarcástico, apuntando con los ojos a la mujer de vestido negro que estaba parada a su lado con una mirada burlona y fría. Estaba de brazos cruzados. Tenía el pelo oscuro y no tan largo, piel muy blanca, y ojos que a Trevor le recordaron a la miel.

Su amigo cerró los ojos, suspiró y lo volvió a mirar.
"Sabes a qué me refiero. Quiero ayudarte."

"Ve, Fred, mañana hablamos." dijo Trevor, dando una palmada en la espalda a su amigo y esbozando una leve sonrisa.

Fred sonrió en respuesta, y se fue a su cuarto con la mujer. Fue una noche muy ruidosa.

La luz del sol entraba en el apartamento, pero el frío de la noche persistía. No era muy grande, era básicamente un monoambiente, pero con dos cuartos separados. Una pequeña cocina era lo primero que se veía al entrar. Luego, un living con un viejo sillón, una vieja, muy usada televisión y una mesita de madera sin nada en el centro. A la derecha, un pasillo estrecho con dos puertas de un lado y una del otro. A la derecha los cuartos, y la izquierda el baño.

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