C2: El Cadillac pobre

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"¿No quieres que te lleve?" preguntó Fred en su ya habitual tono extrañado.

"No, no, gracias. No es necesario" respondió Trevor, mientras luchaba con el cierre de la campera de nylon que llevaba encima del uniforme. "Estoy bien caminando."

Fred suspiró.

"Muy bien, como quieras. Buena suerte hoy." dijo.

Trevor le dió las gracias y cerró la puerta del apartamento al salir. Bajó sin prisa los tres pisos por las escaleras. No había ascensor en el edificio. Las paredes despintadas lo hacían parecer una construcción sin terminar. Era un lugar gris y frío, Y siendo invierno, los pasillos eran directamente gélidos. Deseaba haberse puesto más abrigo, aunque no era mucho más lo que tenía.

Lo que sí tenía era tiempo, pues se había dispuesto a nunca más volver a retrasarse después del segundo llamado de atención de su jefe. Se había levantado quince minutos antes de lo normal usando la poca fuerza de voluntad que le quedaba. Los quince minutos tarde que siempre solía llegar.

Había pasado una semana desde la visita de Adriana. Sin embargo, Trevor no podía sacarla de su cabeza. Los cinco minutos de interacción que había tenido con ella habían sido más profundos que veinte años de convivencia con sus padres. Ella lo entendía. Ella era como el, probablemente. Le daba vueltas y vueltas a su aparición en su vida. Algo así de exacto no podía ser mera coincidencia.

Pero tuvo que dejar de pensar, ya que Fred, aún en su pijama celeste y rosado, se acercaba corriendo por la vereda. Hiperventilándose y con la lengua afuera, lo logró. Una vez a su lado, se detuvo a recuperar el aire, y dijo:

"Siento mucho molestarte ahora, pero no puedo seguir dejando esto para después o directamente no lo voy a hacer. Creo... que voy a tener que pedirte que pagues este mes también."

Trevor agachó la cabeza y se llevó una mano a la frente, con fuerte desapruebo en su expresión.

"¿No te iban a enviar dinero tus padres?" preguntó en reproche.

"Sí, sí, pero no es tan fácil con ellos, tengo que mover un poco los hilos para que acepten, ya saben como son." se excusó Fred.

"No tendrías que mover tantos hilos si salieras a buscar trabajo de vez en cuando en lugar de perder tiempo todo el día."

Y discutieron. Por un largo rato. En la calle. Frente a los peatones, los vecinos, y los curiosos ojos del portero del edificio.

Trevor le recriminaba que no podía seguir pagando el alquiler y dándoles de comer a los dos por otro mes, pues ya había tenido que pedir un préstamo el mes pasado, el cual Fred había jurado sobre la futura tumba de su madre que le iba a pagar en breve.

Fred, por su parte, le pedía que intentara comprender su situación. No le era fácil encontrar trabajo, ya que no muchos querían contratar a alguien que ni terminó la secundaria, y que no podía hacer más de lo que ya estaba haciendo.

"¡Bueno, entonces empaca tus cosas y vete hoy!" gritó Trevor.

Fred se congeló. "No puedo volver con mis padres."

"Duerme en la calle, entonces. No voy a endeudarme un centavo más por ti."

Las palabras de Trevor resonaron como campanadas, crudas y sentenciantes, mientras reanudaba su marcha.

Fred lo siguió de nuevo, ahora prácticamente agachándose a su lado, pidiendo por favor con las manos.

"Trevor, Trevor, amigo, no me hagas esto, te lo suplico. No tengo a nadie más, ¿entiendes? ¡A nadie! Eres mi único amigo, y... no puedo volver con mis padres, no quieren verme ni en foto. Solo te pido un mes más, y te lo juro que viviré en la calle sin quejarme si no te pago a final del mes que viene. Lo juro por la tumba de mi madre que haré lo imposible por conseguir el dinero, pero déjame quedarme un mes más."

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