Fiesta sorpresa

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Que loco, ¿no?. Todos los años pasaba lo mismo, después de 364 días y en su defecto 365, era mi cumpleaños. Pero que pelotudez, la misma torta que nunca me gusto, esa que tiene duraznos adentro y parece que la dejaron en plena humedad, globos medio desinflados, porque mientras más se desgasta el cumpleaños también los globos. No son como cuando cumplí 8, que la vieja se encargó de que tengan colores, puntitos, rayas y hasta decían feliz cumpleaños. Al viejo todos los años le divertía despertarme con "nuestro tema", una canción de mierda, esas que nunca escuchaste pero te la sabes; un día puso ese tema y yo lo cante por inercia, ya que nunca coincidíamos en nada, decidió que era lo que nos unía. La canción de mierda. Cuando salía de la pieza estaba Laurita, la perra de mi hermano que me odiaba casi tanto como yo a ella, pero la wacha era más pilla, y sabía que era mi cumpleaños, estoy segura que lo sabía, porque ese día me esperaba en la puerta y me llenaba de besos. En el desayuno todos estaban exaltados, como si hubiesen tomado extasis mientras yo dormía. Pato era el único más caraculico que yo, pero no por el odio a la hiperactividad de la vieja o porque la abuela Rosa venía a visitar, sino porque al boludo de mi hermano mayor le jodia que no fuera su cumpleaños. Entonces, todos los 12 de marzo, se convertían en el peor día del año. Pero ya sabía cómo manejarla un poco mejor, tenía la ventaja de que mi familia no sabe improvisar. A las 9.15 ponía la alarma, para que a las 10 no sea el despertador ese tema de mierda, me fumaba unas secas y veía los Simpson hasta que suene el tema. Salía a desayunar y el bajón hacía que esos panqueques sean como nubes que llovían dulce de leche, ademas como ventaja comía el doble y Pato, que se daba cuenta que estaba drogada, se moría de odio. La llamaba a Lisa, mi mejor amiga y cuando llegaba nos encerrábamos a seguir fumando y escribir cuentos, cada año los leíamos a Facu, Almendra, Coco y al parce, la ganadora tenía una semana de deseos. Sabía que este año podía ser todavía peor, cumplía 18 y en una familia que la insignificancia es lo que la lleva a flote, estas edades sin razón alguna, causaban explosiones de alboroto.
Sonó la alarma, anoche casi no pude dormir por pesadilla, tenía todo borroso pero me acordaba de esa hamaca de la casa de la abuela Rosa, con lluvia y con alguien en ella, pero borroso, como si no quisiera que yo lo vea. Lleno la pipa, decidí que esta vez ni siquiera me iba a fijar en tener los ojos decentes, mire los simpson y sin darme cuenta me quede dormida, para cuando volví a despertarme eran las 11.47. ¿Casi las 12? ¿Y la canción? ¿Y el desayuno? Baje confundida, en cualquier momento hubiese sido el mejor regalo dejarme dormir o ignorar que era mi cumpleaños, pero tenía una sensación en el pecho, algo no cerraba, en mi casa suele haber olor a comida y luces calidas, ventanas abiertas y ruido, sin importar la hora. Pero en ese momento no había nada de eso, es más, estaba sorprendentemente oscuro todo, se escuchaba solo a Laura ladrar asustada, el aire se sentía húmedo como esa torta que detesto, y la canción no sonaba.
- ¿Mamá? - pregunté casi temblando. No suelo tener miedo, pero juro que cualquier ser en esa casa hubiese temblado solo con la energía.
- ¿¿Papá?? ¿Pato? - más allá de la desesperación algo me decía que no grite, que no era momento de levantar la voz.
La cocina estaba vacía, con cosas tiradas como si hubiesen jugado a la mancha borrachos, me acerco a la puerta del patio y la veo rota.
Mi corazón iba más rápido que nunca, busqué en mi campera el último cigarrillo aplastado y lo prendí como pude con las manos temblorosas. Empecé a llamar a mamá pero mi celular no tenía crédito, qué raro pensé, estábamos a mitad de mes. La cabeza te sorprende las cosas que puede pensar en momentos donde nada tiene sentido. Decidí salir de esa casa en busca de ayuda, al lado vivía Matilde, la vieja loca que todos odiaban pero a mi me encantaba. Corrí a su casa, ignoré la calle, qué tal vez, me hubiese advertido que pasaba algo más allá de mi casa.
-Matildee. Soy la Guada.- no hubo respuesta, espere medio segundo y volví a gritar mientras tocaba timbre.
- Matilde por favor abra, no se imagina lo qué pasó.
Sin respuesta alguna decidí ir a lo de Claudio el panadero, era media cuadra más allá y no cerraba aunque sea el fin del mundo. Además para mi cumpleaños me regalaba una factura de crema pastelera, sabía que odiaba esa torta y me daba a escondidas de la vieja una porción del budín más rico de limón que haya probado. Camine y seguí ignorando a mi alrededor, como quien no ve más allá de su pensar. De repente levanto la vista, había alguien.
El día estaba terriblemente frío, lloviznaba constantemente y no había rastros de algún sol por venir. Mire para el costado y vi a Florencia, la hija de Marcelo y Viviana, la pendeja más malcriada que conocí, tenía solo 9 años y más celulares coleccionados que yo tucas, por mes cambiaba bicicleta y su voz, su voz era de las peores cosas que podían escucharse en el barrio. Pero, ya que parecíamos las únicas personas en el mundo y no es nada común verla sola decidí acercarme.
- Flor, soy Guada, ¿qué haces?- me ignoro.
- Eu flor, soy Guada.- al no conseguir respuesta me acerque y la gire, si alguien hubiese estado ahí sería testigo de la cara con la que recibí la sorpresa. Soy bastante morocha pero en ese minuto fui más blanca que la nieve misma.

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⏰ Última actualización: Apr 03, 2020 ⏰

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