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...

Sostuvo su copa con una sonrisa impregnada en sus delgados labios. Desde su perspectiva, se vio a si mismo, sus pupilas formarse en corazón; soltó una risa ante ello. Con unas simples palabras lo enamoró. Se levantó con cuidado, conociendo perfectamente que sucedería después.

Su corazón desenfrenado, sus mejillas rojas que resaltaban en su piel morena, por alguna razón sus orbes dorados brillaban, y una sonrisa surcaba su rostro; cosa rara en él. De por sí, es muy carismático y alegre, pero por lo mismo de este tipo de reuniones tiene prohibido esos gestos, esencialmente siendo quien es. No se molesta ni un solo momento en la emoción que recorre su cuerpo, por un momento no estaba pensando como un heredero, solo como alguien enamorado. Gira su cabeza hacia aquella rubia anterior, quien ya había desaparecido, ha de suponer que luego se la reencontrará.

¡Ya veo al fin como es estar juntos! — Se oyó chillar en un gesto de emoción, avanzando, sin temer ni esconder nada de lo que sentía. Lo extrañaba. — Alguien que te comprende... — Las palabras fueron lo que se insertaron en su piel, sin despegarse, su apariencia de por sí lo flecho, pero...cada palabra, cada una está grabada en su mente. Se ve caminar en medio del salón, siendo observado por varios invitados de manera extraña ante la extraña emoción, y él...o, alzaba su copa, aquella copa que le fue brindada. La miraba como si significará que sellará su destino, cosa estúpida, incierta e irreal para ser cierto. Duele en su alma las propias mentiras que se clavan en su piel. — Dime...¡¿Donde esta el truco?! — Exclama, soltando inconscientemente unas feromonas que encandilan a varios a su alrededor, mientras que betas y omegas le sonreían por su repentina emoción. Siempre, siempre se le veía con un mismo patrón en cada fiesta. Esta vez...se sentía el mismo. — ¡Es sentirse libre, ver el sol brillar! — Alzó su mirada, hacia los hermosos adornos que albergaba el gran salón, siendo recién consciente de ellos. Le sonrió a cada persona que se le acercaba. Se acercó a un hombre mayor, y más bajito que el, coloco su mano al rededor de su cuello y sin siquiera meditarlo continuo. — ¡Es Ben Franklin con cometa y metal! ¡¿Lo ven verdad?! — El pequeño beta le sonrió.

Se separó, avanzando entre la gente, perdiéndose, distraído en su mente, tratando de descifrar tantas emociones juntas. Su sonrisa ensanchandose cada que lo recordaba. Acabando frente a un moreno alto, brasileño; aquel que era parte del grupo de amigos de...pues el.  Lo miraba atentamente, mientras que caminaba de lado a lado.

Su propia vista se centró en ello. Por momentos trataba de disfrutar de lo vivido del recuerdo, tratando de olvidar que era una cruel treta del destino en que lo recordara con lujo de detalles. Pero esa constante opresión en el pecho le recalcaban que no. Sonrió con amargura, ojalá pudiera tomar una copa de vino.

¿Miguel?

¡Hablamos por dos minutos, o tal vez tres fueron! — Continuo, con su caminata de lado a lado, tratando de minorar su excesiva emoción. Era como una explosión dentro. Incomparable. — ¡Y en todo estuvimos de acuerdo! ¡Como un sueño...

No pudo resistir. Corrió en medio de todo el salón, sin soltar en un solo instante la copa en su mano derecha, que permanecía intacta. Se vio integrarse a la pista de baile, cada pareja bailando con gracia.

— ¿Me permite está pieza?

Aún con una copa en mano, y aquel chileno tomando la otra, colocando sus labios sobre su palma no se compara nada a lo anterior. No se negó, le sonrió.

...es tal como volar! ¡Como en una danza una postura tomar! — Fue sujetado delicadamente por la cintura, siendo el responsable aquel chileno quien le coqueteaba con la mirada. Soltó una pequeña risa, sus pómulos aún seguían encendidos por el responsable de la copa en su mano. Por un momento, por uno solo, se desearía haber quedado con él. — Es coqueto en verdad...¡Le daré oportunidad! — Se apoyo aún con la copa, dando pasos de lado a lado, no prestaba atención, su mirada estaba totalmente centrada en todo y en nada. Se separó, realizando una pequeña reverencia. Camino hasta chocar con su hermana menor, quien estaba que se reía con un pequeño paraguayo. Sonrió ante la ternura que producían. — Pregunté por su familia, ¿Oíste que dijo? — Les bromeó a los dos menores, el joven le sonrió en respuesta mientras su hermana hacia una mueca por atraer la atención del chico. Otra pequeña risa se escapó de sus labios. Avanzó hasta toparse con la rubia.

Oh, era ella.

Una joven estadounidense que los ayudaba, rubia, alfa, fuerte y de las personas más animadas por lo que le han comentado. Hasta ahora no ha podido tener una conversación, pero ese día...incluso se apoyó en la más alta. Ambos se quedaron viendo a aquel mexicano, sus pupilas; coloco sus dos manos en su boca, no queriendo volver a llorar. La diferencia entre ambos era inexistente, ambos mirando a aquel mexicano con esa misma ternura inconfundible; una punzada se adueñó de su corazón al ponerse en el lugar de la rubia, siendo considerado una abominación. Después de este ácido recuerdo le gustaría conversar con ella. Solo un instante con alguien que puedan, no sabe, comprenderse.

Sus manos temblaban, no sabía que hacer. — Contó, apoyándose con confianza, como si se conocieran. La mayor lo miro de reojo, sonriéndole. Ambos dirigieron su vista hacia aquel que los acabó. — No tiene nada pero sabe cómo actuar bien~

You're right.

Desde su punto de vista, lo ve reír junto a otro joven, esa sonrisa.

¡Es tan guapo, lo entiende! — Exclama sin duda, quedándose solo viendo en su dirección. Junta sus dos manos en su pecho, sintiendo como éste se aceleraba con solo verlo. — ¡La barba no le crece aunque intenté! — Una risa resonó en sus labios. Sirve otra copa, dispuesto a acercarse, totalmente decidido. A él lo quería, solo a él. — ¡Solo muy lejos me lo quiero llevar!

Se ve por un instante, cierra los ojos con fuerza conociendo lo que se avecina. Por un momento se siente arder, cada fibra de su ser quema con tanta insistencia que las lágrimas son lo único que apacigua el feroz fuego de su interior tratando de librarse. Lágrimas totalmente ácidas. Abre sus ojos. Preparándose. Ya lo vivió, ya lo vivió...su hermana, una bella joven omega, lo jala del brazo, susurrándole algo que lo deja helado, y todo su entorno de colores pasa a uno gris y apagada. Puede asegurar escuchar el sonido de sus ilusiones romperse.

— Pero veo a mi hermana y está... — Está vez no canta su recuerdo, es él, con un hilo de voz, viendo a la menor con un notorio sonrojo en sus mejillas, sus pupilas dilatadas y totalmente avergonzada.

Perdida... — Continuo, en voz baja, comprendiendo todo. Regresando a la realidad en la que vivían.

— Se que ella está... — Vuelve a murmurar, viendo como su recuerdo se rompe al igual que él. Con los ojos más abiertos que no puede parpadear ante la misma sorpresa de todo. Los mira, su hermana...ella lo merece; del bello color alegre que inundaba el lugar, las bellas decoraciones, todo paso al mismo lugubre gris de siempre. Los mismo colores que hace un momento admiraba, desaparecieron sin algún precedente.

Pérdida...

— Ella lo ve tan... — Se odia tanto así mismo que no puede evitar sentir como si estuviera ahí. En ese mismo instante donde cedió.

Pérdida. — Terminó de murmurar, agachando la mirada por unos segundos casi inexistentes. La alzó, viendo a la más baja dirigir su mirada con anhelo al de ojos avellana, distraída, quien no notaba todo lo que sucedía a su alrededor. No podía decir nada. Miro las dos copas en sus manos, reconoció la que le dio aquel, su anhelo sería el de ella, y esa copa le correspondía. — Ten. — Con delicadeza le ofreció la copa, siendo la menor quien la tomo extrañada pero sin darle tanta importancia.

El moreno avanzó con pasos decisivos hacia el mayor, sintiendo sus ojos querer cristalizarse, tomo algo de aire, tratando de retenerlas, se acercó a una mesa que queda de camino, sin importarle nada una nueva copa fue alzada de frente y bebiendo su contenido casi al instante, queriendo que aquello fuera suficiente para olvidar el momento, tratando así que no se quedará grabado en su mente. Cuando todo se detuvo, el recuerdo, las voces, pero no el dolor.

Así recordé tres básicas verdades en que no pensé.

...

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