Al día siguiente lo pasé lavando ropa y viendo series. Jamás creí que llegaría el día en que me cansaría de ver cosas en Netflix, pero así fue.
Cuando salí a tender la ropa lavada, no pude evitar mirar hacia el balcón de mi vecino del piso de arriba. Estaba vacío, igual que el balcón junto a mí. Supuse que seguía en alquiler. Después de que Candela se hubiera recibido el diciembre anterior, nadie había vuelto a ocupar su departamento.
Hasta ese momento no me había dado cuenta de que extrañaba a mi ex vecina. Pensar en ella me hacía sentir, al mismo tiempo, una alegría orgullosa y una triste envidia que me llenaba de inferioridad.
Habíamos llegado al edificio juntas cuatro años atrás. Ella había terminado su carrera y se había ido, pero yo seguía allí.
El sol en mi cara y el calor insoportable me obligaron a refugiarme de nuevo en mi pieza junto al ventilador, después de haber terminado de colgar mi ropa.
Día uno oficialmente de cuarentena y ya no veía la hora de que terminara.
En eso estaba, quejándome de mi poca tolerancia al encierro y el calor cuando sonó el timbre. ¿Estaba permitido pasear por el edificio? Por alguna razón, creí que sería mi nuevo vecino, pero no. La mujer que estaba del otro lado de la puerta era joven y bonita, pero lucía cansada. Tenía puesto un delantal blanco y la preocupación se podía observar notablemente en sus ojos.
A su lado, un niño de 5 años la agarraba la mano y me miraba con desconfianza.
Recordé haberlos visto a los dos de vez en cuando en el ascensor.
-Yo... -empezó a decir la mujer- sé que esto es repentivo y desubicado, pero no sé qué hacer. Soy enfermera en el hospital que está a cuatro cuadras y necesitan gente, pero...
Miré al niño y asentí antes de que su madre terminara de realizar su pedido. Estaba segura de lo que iba a decir.
-Yo lo cuido -le aseguré con una sonrisa.
Sus ojos se abrieron con sorpresa, e instantes después, la sombra profunda que tenían pareció desaparecer casi por completo. Volví a contemplarla con atención. ¿Así de preocupada hubiera vivido mi mamá de no haber sido por mis abuelos?
-¿De verdad podrías cuidarlo?- preguntó llena de esperanza.
-Sí. No es que tenga mucho para hacer.
Se rio. Y su sonrisa me hizo sentir bien.
-Se llama Carlitos, le gusta ver dibujos animados en la tele o you tube, y tomar leche chocolatada. Ya te traigo cacao. Sólo será por 4 horas. Éste es mi número, por cualquier cosa. Vuelvo a las 9hs y lo busco después de ducharme y cambiarme para evitar cualquier virus.
Asentí con la cabeza.
-¿Hace falta que te traiga algo? -me preguntó-. Voy a pasar por el quiosco a la vuelta.
Pensé mi respuesta en un segundo.
-Café, por favor. Te lo pago cuando vuelvas.
-No, por favor. Será parte de mi pago.
Le sonreí.
-Trato hecho.
Así fue como pasé las siguientes cuatro horas siendo niñera. Cambié mi aburrimiento de cuarentena por un cansancio atroz. ¿Cómo hacían los padres para cuidar a sus hijos 24/7 sin morir en el intento? El aburrimiento empezó a parecerme una hermosa tentación.
Dibujamos, jugamos a las escondidas, vimos tele y cantamos extrañas canciones de animales después de actuar de superhéroes y villanos y salvar juntos al mundo. Carlitos era un niño muy animado. Pensé que, de haber tenido un hermanito, me hubiera gustado que fuera como él. Sin embargo, le hubiera puesto otro nombre. Es decir, ¿quién en su sano juicio le ponía a un niño el nombre Carlos? Pobrr criatura, nacía con 50 años.
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Acuarentena2
Short Story¿Cuarentena? ¿Qué era eso? ¿Cuánto tiempo duraba? 21:30 del jueves 19 de marzo en Argentina. -Estamos oficialmente acuarentenados- dijo mi vecino desde su balcón. -Tu positivismo es extraño. Ni siquiera te conozco. -¿No te entusiasma pensar que te...