El reo

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Ahí se encontraba él, a oscuras en una celda de alta seguridad, suspendido en el aire por gruesas cadenas que se adherían a sus muñecas. En sus tobillos iguales cadenas que lo tensaban al suelo para que no pudiera hacer ningún movimiento.

Llevaba dos días en tal condición, esperando pacientemente la hora de cumplir su condena, la silla eléctrica.

Su rostro, con un exceso de maquillaje, mostraba una sonrisa roja rodeada de un fondo blanco. Las gotas de sudor junto a las gotas de agua que caían constantemente sobre su cabeza, a modo de tortura, ya habían logrado desplazar parte del mismo, pero aún se lograba definir. Este payaso, por decirlo de algún modo, lejos de mostrar una expresión seria bajo su maquillaje, mostraba una verdadera alegría pese a su condición.

La puerta de la celda se abre dejando entrar la luz dentro de la misma. Unos lásers rojos entran y se fijan directamente en la frente del reo. Segundos después, entran dos soldados sigilosamente y apuntándolo con sus rifles M16, comprueban que todo esté bien. Los soldados hacen un gesto para que un hombre de unos cuarenta años entre en la celda. Lleva un lujoso traje negro y unos lentes oscuros, cuya armadura está fundida en oro.

—Maicol Amberson, llegó la hora de pagar todos tus crímenes —dice el recién llegado esperando que aquel hombre que estaba en lo alto sintiera miedo.

Una macabra carcajada inunda el lugar dejando desconcertados y a la misma vez aterrados a todos.

—Maldito bufón —replica el hombre de traje oscuro.

—Pues adelante, espero con ansias mi dosis de electricidad.  —Sus carcajadas vuelven a inundar la oscura celda haciéndoles crecer un escalofrío en sus espaldas.

—Bájenlo y condúzcanlo —ordena y se retira de la celda.

Al salir este, entran dos hombres más, tan armados como los dos iniciales. Aprietan el interruptor y el reo cae con brusquedad en el humedecido suelo. Acto seguido, con las mismas cadenas que se encuentran amarradas sus muñecas es amarrado de forma tal que no pueda hacer movimientos con la parte superior de su cuerpo.

Resultó bastante difícil conseguirlo, pues era un hombre de una buena condición física y se resistía, de no ser porque estaba apuntado por los soldados, no lo hubieran conseguido.

**

Luego de mucho caminar, se encontraba Maicol sentado en la silla donde sería ejecutado, en la plaza principal de la ciudad. Una gran parte de la población se había reunido ese día para presenciar dicho acto.

—Últimas palabras Maicol —dice con desprecio el hombre de traje negro y gafas oscuras.

** 2 meses antes**

—¡Maicol! ¡Maicol! ¡Corre! Mira esto que están poniendo por el televisor —gritaba a plena voz Leticia, su mujer.

—¿Qué sucede mi cielo? —pregunta extrañado.

—Es el Guasón, parece que hizo otra de las suyas en el manicomio donde se encuentra —jaranea la joven sin saber lo que su esposo había descubierto el día anterior.

El hijo del JokerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora