Fàngzhú shìjiè

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La mañana los recibió fríamente, ya sea en temperatura o sentimiento. Despertaron en la cima de la montaña, donde almacenaban algunas cobijas y alimentos para, por lo menos, tres días. Abajo se escuchaban las espadas chocando, los gritos de los cadáveres derribando a los cultivadores y se elevaba el resentimiento antes dormido de los túmulos funerarios, revuelto y omnioso, agitado y molesto, haciendo que la sensación de frío e intranquilidad que los despertó empeorara.

Los Wen se encontraban en una difícil encrucijada: bajar y entregarse para salvarle la vida a Wei-GongZi* (Ying-er*, cómo algunos le decían con cariño) o esperar y rezar que no le sucediera nada malo.

El día moría lentamente, como un desahuciado que veía escapar la vida a cada segundo, lento, tortuoso y, al final, demasiado rápido para poder apreciarlo bien. Ya el silencio reinaba, el crepúsculo se asentaba y los nervios florecían a más no poder, y entre tanto los remanentes decidieron, cómo quién tira de una bandita, bajar y verificar el desastre. Juntos, los ancianos, heridos e incluso los niños, descendieron desde la cima hasta la mitad de la montaña, en donde se encontraba lo que había sido su hogar, o lo que quedaba de él. La vista de los túmulos funerarios nunca fue algo bello, o agradable, pero para los refugiados de guerra que ya no tenían casa o patria, jamás fue desesperanzadora, al menos hasta este día; todos contemplaron con lágrimas en los ojos su esfuerzo, su trabajo, todo por lo que lucharon, todo saqueado y completamente destruido.

Avanzaron entre las telas de las antes precarias chozas (que ahora no eran más que cortados y quemados trozos), las pocas herramientas de cultivo que pudieron fabricar y los pedazos de cerámica de los jarrones que Tío Cuarto había hecho para sus vinos. Cada paso apretaba sus corazones. Antes de ser salvados contaban los segundos para morir, ya sea de hambre o por los abusos de la secta Jin, pero gracias a su Wei-GongZi tenían más, tenían esperanza y sus vidas, tenían sus cuerpos y su voluntad de sobrevivir, trabajando duramente por ello, con dignidad. Y todo aquel esfuerzo estaba destrozado, a sus pies, por aquellos que se llamaban "justos", "honorables", aquellos que los condenaron por su apellido, cómo si de alguna manera todos los Wen fueran Wen RuoHan en espíritu o carne. Tragando su angustia ellos buscaron, buscaron a su Ying-er, algún rastro de él. Caminaron entre las nubes oscuras hasta que pudieron divisar un par de siluetas. Una llevaba a la otra cargada en la espalda, caminado con dificultad, pero sujetando firmemente su carga. Se congelaron en sus lugares, abrazando a los niños y verificando que los que se acercaban no eran enemigos. Solo se relajaron un momento antes de volver a tensarse, ahora con preocupación, ya que quién caminaba era A-Ning*, cargando a un inconsciente y ensangrentado Wei WuXian en su espalda.

La primera en reaccionar fue Wen Qing, quién arrojó su miedo y el escalofrío que la recorría, hacia un lugar al fondo de su mente, y se arrojó a revisar a sus hermanitos, ya luego podría llorar en un rincón hasta desmayarse, ahora ella cuidaría de su familia.

- ¡A-Ning! - el grito o su alma, no sabe cuál de los dos abandonó su cuerpo primero, al ver a su didi* casi cayéndose sobre si mismo. - ¡A-Ning! ¡Dioses! A-Ning ya estoy aquí, déjanos ayudarte, estamos todos aquí - las palabras iban rápido en su afán por diagnosticar y tratar, cómo médico y hermana mayor casi se le sale el corazón al tocar las tunicas de su otro didi, al intentar bajarlo de la espalda de A-Ning y tratarlo, sintió humedad, sintió la sangre empapar sus dedos y olió el hierro en el aire, con más fuerza que antes. Endureció como pudo su corazón, y sostuvo con más fuerza y firmeza el flácido cuerpo de Wei WuXian, hasta tenerlo sobre su regazo, permitiendo que a-Ning por fin colapsara después de horas de agotamiento mental (ya como cadáver no sentía mucho físicamente, pero aún así era capaz de colapsar por agotamiento o sobreesfuerzo).

Los demás rápidamente se acercaron a ayudar, saliendo ya de su estupor, sostuvieron con cuidado el cuerpo de Wei Ying y lo transportaron colina arriba, hasta la cima dónde se encontraban las pocas provisiones que sobrevivieron. Si iban a tratarlo no podían hacerlo en medio de aquél desastre. A-Ning apenas podía caminar, por lo que también fue cargado como a su Ge*.

゚・*☆Somos La Secta Wei☆*・゚Donde viven las historias. Descúbrelo ahora