-15-

782 44 2
                                    

Luis me miraba con una ceja enarcada y soltando un bufido.

-¿Enserio Miriam hacían falta tantas cosas para un fin de semana?-Decía mientras metía las últimas cosas en el maletero.

-A ver chico, lo imprescindible.-Respondí encogiéndome de hombros mientras me montaba en el coche.

Habían pasado casi tres semanas desde que le propuse a Luis subir a Galicia un fin de semana, nos costó un poco cuadrar horarios de mis clases con su trabajo pero al final lo conseguimos.

En este tiempo habíamos formalizado nuestra relación Carlos y yo, no habíamos querido ponerle nombre pero sí dejar claro que no era algo de una noche o dos o incluso de un simple capricho.

Mimi y yo habíamos estado quedando cada semana para ir al mirador, aquello se había convertido en rutina y para qué mentir, esperaba impaciente todos los días de la semana hasta que llegara ese momento porque era desconexión total. Mimi me hacía sentir tan bien que olvidaba por ese rato todos los fantasmas que de una forma u otra me atormentaban a diario.

En cuanto a Eduardo había decidido no traicionar más a la gente que había confiado en mí desde un principio pues lo primero que hice aquella noche fue eliminar su mensaje y hacer como que no lo había visto, con un poco de suerte desistiría y me dejaría en paz de una vez.

-¿Vas a contarle a tus padres lo de Carlos?-Preguntó Luis cuando llevábamos un tramo del viaje.

-No creo Luis, por mucho que esto sea algo más formal no sé por dónde acabará y no quiero hacer ilusiones a mis padres para nada.-Respondí sincera.

Porque sí, estaba muy bien con Carlos eso era obvio, pero era algo que había pasado tan rápido que no quería hacerme ilusiones tan pronto ni mucho menos hacerlas a la gente que quería.

Luis asintió.

El viaje no se hizo muy pesado y cuando menos me lo esperaba el verde característico de Galicia rodeaba la carretera. Miré por la ventana y pensé en lo mucho que había echado de menos aquello.

Luis vivía a unos diez minutos de mi casa así que paró el coche en mi puerta para ayudarme a bajar todas las cosas que había traído de Madrid.

Mis padres esperaban en la puerta con una sonrisa y lo primero que noté nada más bajarme del coche fueron los brazos de mi madre atrapándome, un abrazo de esos que parece que te desmontan todos y cada uno de los huesos del cuerpo pero que en verdad te une todos y cada uno de los trozos rotos que puedas tener.

-Mamá...- Suspiré dejándome apretar por ella.

Mi padre hizo lo propio después de saludar a Luis.

Nos despedimos de Luis que partía para su casa antes de avisarme que regresaríamos a Madrid el domingo después de comer.

Mis padres me ayudaron a subir las cosas a mi habitación, volver a entrar allí después de tanto tiempo había desencadenado en mi un revuelo de sentimientos que creía que estaban más que enterrados.

Una vez me quedé sola en mi habitación saqué el teléfono de mi bolso y no dudé en escribirle.

Miriam

Ya estoy en casa, te llamo esta noche.

Me puse a ordenar un poco aquello hasta que mi móvil me avisó de que tenía una notificación nueva.

Carlos

Perfecto, espero que todo vaya bien.

Sonreí inconscientemente y terminé de recoger aquel desastre de maletas, armarios y demás.

Lo Bonito de la FugacidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora