Trondheim

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Trondheim, la ciudad de la eterna primavera. Basta con poner un pien en los grandes arcos que custodian la entrada junto con dos golem de roca maciza para darse cuenta que ahí el sol no descansa. Sus calles están llenas de vida, de niños y jóvenes riendo y cientos de flores que adornan paredes y entradas de negocios o casas. Tiene un gran pasaje de mercadillo en donde la gente se abarrota para comprar la más fresca fruta y legumbre.

También cuenta con un pasillo al sur en donde puedes encontrar toda clase de objetos y libros, es muy concurrido por adolescentes en busca de acción antes de poder consumir alcohol y por adultos con un gran sentido de la cultura.

Trondheim se rige por las leyes de los Reyes. Cuenta la leyenda que hace cinco generaciones que no nace ni un solo hombre dentro de las filas del reinado, así que una tras otra las reinas se han coronado. Sus esposos han fallecido en extrañas circunstancias y bueno también algunas los han abandonado.

Hoy en día quien reina es la princesa Solar, con apenas 18 años subió al trono después de que su madre enfermase gravemente de la cabeza y se le recluyera en el castillo, para evitar siseos de serpientes. La pobre mujer de 45 años escuchaba ruidos y veía sombras, hablaba sola e incluso llegó a tirar cosas contra la pared intentando defenderse.

Solar era una niña buen moza, tenía la sonrisa más divina y el cabello rubio y ondulado que le llegaba hasta la cintura, los labios rosas y unos ojos enormes. Su carita era redonda y le hacía ver aún más joven de lo que era. Bien conocida por ser extremadamente escandalosa le daba vida a todo lo que se ponía a su paso. No había mejor representante de la primavera que ella, en su sangre estaba el sello de la familia.

Yong Sun era su nombre real. A su lado siempre estaba Hwasa, lider guerrera de las tropas de Trondheim, cuidaba de Sun como si fuera su propia hija. No solía hablar mucho así que el pueblo decía que le habían cortado la lengua en una batalla, por eso permanecía siempre callada. Pero no era así, Hwasa guardaba sus opiniones y respuestas para Sun y para quien lo mereciera en el momento. Su temperamento tranquilo distaba mucho de lo fiera que se convertía en batalla. Aunque debo decir que solo participo en una, la última batalla hace diez años contra Odense, el territorio que se encontraba en el norte por en medio de las montañas y a donde la luz del sol apenas llegaba.

Hwasa ganó aquella batalla con tan sólo 20 años, comandando a toda la flota y sin un rasguño. Solo había deseado proteger el lugar que la vio crecer y asesinó sin piedad al maldito rey de Odesen que deseaba apropiarse del reino de Sun.

Solar podía confiar su vida enteramente a Hwasa, podría cerrar los ojos y dejarse caer el vacío si ella estaba cerca. Así era normalmente.

— ¡Hwasa! ¡Hwasa! No encuentro a Bong, ah... ese pequeño.

Sun solía acudir a Hwasa por pedidos excéntricos y terrores nocturnos. Era una gran castillo para una reina tan pequeña.

En el pasillo central, Hwasa comandante del batallón, primera al mando, leona aguerrida; cargaba al pequeño gato de Sun quien se retorcía entre sus brazos intentó escapar y le clavaba los dientes en el dorso de la mano. — ¡Ahí estás pequeño granuja! — Dijo Sun con un profundo resentimiento mientras se acercaba a toda velocidad con una sonrisa casi macabra y tomaba a Bong entre sus manos.

—¿Crees que puedes escapar así nada más? ¡No! Ahora estarás castigado.

—Solar, tenemos cosas importantes en el día de hoy. —Hwasa repaso en la mente todas las preguntas que debía hacerle a Sun, para resolver esa misma tarde. —Los vendedores en la plaza principal están en desacuerdo con los impuestos que están pagando, amenazan con cerrar las ventas y dejar que consigan la verdulería en donde puedan. Esta mañana Yeon ha pasado a dar una vuelta para ver cómo se sienten los ánimos.

Tenemos un cargamento en puerta, me parece que es carbón y algo de madera del pueblo vecino, aún no sabemos en qué coste debemos recibirlo; no has pasado el... —¿Solar? — Sun estaba en el piso con el gato echado sobre sus piernas, jugueteaba con él y le acariciaba la cabeza. —Te estoy escuchando. —Giró la cabeza para mirarla de pies a cabeza, el elegante traje de terciopelo azul le quedaba muy bien y la media armadura era solo una carátula porque no estaban en guerra, pero a Hwasa le quedaba muy bien con ese cabello negro como la noche. —Bajen los impuestos para la cosecha, pero necesito que revisen que se esté cosechando productos de calidad. Si están pasando por alto las reglas no haremos nada por mejorar su estado hasta que arreglen aquello.

Era difícil imaginar cómo es que podía ser una niña y al mismo tiempo una reina con el temple para actuar. —De acuerdo. Me haré cargo del cargamento y te haré saber las nuevas. Es la primera vez que recibimos cosas de Odense desde la guerra, no quiero que nada salga de nuestras manos.

—¡Todos tuyos!

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