El cargamento de Odesen

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El cargamento de Odesen, llegó aquella tarde mientras Sun impartía clases de baile a sus sirvientes

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El cargamento de Odesen, llegó aquella tarde mientras Sun impartía clases de baile a sus sirvientes. Era algo que realmente disfrutaba y que muchos de ellos le agradecían para atreverse a un poco más.

Los muros se abrieron recibiendo el cargamento, mientras una tropa de la general se reunía alrededor e inspeccionaba los carruajes uno a uno. Era cautelosa, porque sabía lo que podía pasar si simplemente se entregaba a las manos de los dioses.

Solar escucho el alborto en las afueras y desde su balcón asomó la nariz para ver lo que acontecía. Estaba segura de que rompería muchos corazones de lazo sanguíneo si sus antecesores se dieran cuenta que el sol había perdonado de alguna forma a la región lunar y les daba una nueva oportunidad de reivindicarse.

Hwasa dio la orden silenciosa de descargar las carreras y una fila de sirvientes se acercó para alimentar a quienes habían viajado durante todo un día para llegar al reino del sol. Hogazas de pan, grandes trozos de carne, vino, verduras varias entre muchas otras cosas. Y Goulash el plato de la región.

Los alegres carreteros bebieron y comieron hasta el hartazgo y solo pusieron de vuelta su marcha cuando estaban ligeros de nuevo. Sun bajó de su pedestal para encontrarse con la general.

—¿Está todo bien? —Envuelta en una capa color fresa y con un vestido blanco de tirantes admiró el trabajo de su gente. —Parece que está todo en orden, Solar. No vi nada de lo que pudiera preocuparme. Estaba exhaustos y deseaban volver pronto a casa. Les tomará un día más estar de vuelta.

— Hwasa ¿Quién se encuentra en el trono de Odesen? Todo se ha mantenido muy errático desde hace tiempo. Sé que nosotros también hemos guardado secretos, pero ¿es mucho pedir saber quien rige esas tierras?

—Tengo poca información al respecto, pero creo que como tú es el hijo pequeño de los reyes.

Tras la guerra Hwasa se había empeñado en crear un escuadrón bien entrenado para liderar las batallas al frente. Ella especialmente escogía a cada uno de los miembros que no podían tener más de 15 años, ni menos de 10. Les obligaba a ir a la escuela y a entrenar todos los días en una infinidad de disciplinas. Aunque después de ello los dividía en:

Arqueros.

Espadachines.

Médicos.

Pelea e infiltración.

Todos recibían casi el mismo entrenamiento.

De entre los matorrales una de las más pequeñas niñas pertenecientes a la sociedad de Hwasa salió corriendo y tropezó un par de veces hasta posarse frente a las dos mujeres.

—Lamentó interrumpir, general; reina. —Tenía cerca de once años, su cabello era largo y negro, con un flequillo corto que dejaba perfectamente al descubierto sus cejas. Cargaba un carcaj en la espalda y un arco en el brazo izquierdo. —El cargamento está en su lugar, podemos proceder a repartir y guardarlo. —Se inclinó un poco, enterrando las botas en el fango cuando sus delgadas piernas la traicionaron. Aún tenía las mejillas rosadas y cara regordeta de quien no ha crecido lo suficiente para cargar un arma.

—Excelente, Minnie. Vuelve al pelotón, los veré más tarde. —Hwasa le sonrió y con una palma en el hombro la alentó a irse.

—¿No es demasiado joven?

—Como tú para gobernar. Pero no juzgo a nadie por su edad, ni color de piel o estatus. Y esa niña desea estudiar; no tiene padres solo una hermana más pequeña y ambas solían trabajar en el mercado para comer. Ahora puede ayudar a su hermana e ir a la escuela sin tener miedo de no despertar mañana.

—¿Hay personas así en mi ciudad?

—No tienes idea, Sun.

Hwasa no la llamaba Sun a menos que fuera demasiado importante, serio o estuviese enojada. Solar no supo cuál de las tres pasaba en ese momento pero no quiso indagar.

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