Prólogo

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—¡Emily! — escuché a lo lejos — ¡Emily!

¿Quién era y por qué tanta desesperación?

—¡Emily, despierta! — reconocí una voz varonil, ¿era él? — Emily, por favor, escucha — dijo con desesperación — tienes que despertar y huir — sentí como caía por un precipicio y desperté. Estaba sudada y asustada. Observé a mi alrededor. Estaba en la cabaña. Aún era de noche y tenía mi pijama de princesas. ¿Qué pasaba?

Me levanté y fui al baño a refrescarme. Cuando sentí un escalofrío recorriendo todo mi cuerpo y un agujero en el estómago, mis manos comenzaron a temblar, e instintivamente fui directo a mi ventana.

—¡Toc, toc! — escuché al otro lado de la puerta — Emily, cariño.

Pude ver su sombra por debajo de la puerta y tuve miedo. No sabía lo que pasaba y solo sentía la necesidad de correr.

—Emily, cariño, abre la puerta — habló desesperado — Emily, vamos, cariño, abre la puerta — tocó más fuerte la puerta — te mostraré a tu hermano. Lo tengo en mis manos, cariño.

¿Qué demonios pasaba? Miré el árbol que estaba cerca de mi ventana. Estaba empapado por la tormenta de hace un rato. Aún había una brisa. Dudé en bajar. Me podía caer. ¿Y si moría? La altura era demasiada. Mi habitación estaba en el segundo piso.

Escuché cómo estaba forzando mi puerta. En ese momento, agradecía haberla cerrado. No lo pensé mucho y bajé corriendo antes de que pudiera abrir la puerta. Caminé por el patio trasero hasta llegar al jardín del frente de la casa.

—Emily — escuché un grito ahogado y me quedé de piedra. Miré hacia atrás y la vi.

Era mamá. Estaba en la entrada de la casa con las manos en el estómago, que tenía destrozado. Había demasiada sangre por todas partes y su cara lentamente perdía su color. ¡Dios! Se veía extremadamente mal.

—Cariño — dijo tomando mi mano cuando me acerqué. Estaba tan helada, y sus labios se estaban volviendo morados — corre y vete lejos — habló muy lento — sálvate — miró por encima de su hombro y vi en sus ojos terror puro — te amo, hija, por favor, sálvate — habló muy rápido.

Vi cómo su cara se contrajo de dolor — te amo — fue lo último que escuché con su último suspiro. Quedé en shock. ¿Qué estaba pasando?

—¡Mamá! — grité, tomando su cara — ¡¿Mamá?!

—Cariño — habló él — ya se fue — dijo con falsa ternura — te daré ventaja. ¡Vamos! Corre.

Y lo observé por primera vez. Tenía una sonrisa macabra que al verla me dio miedo al instante. Tenía sangre por todas partes y un cuchillo en sus manos. Me tomó de la mano, la cual alejé inmediatamente. Me acerqué a mi mamá y le di un beso — te amo — susurré, cerrando sus ojos. Me levanté lentamente y di pasos hacia atrás.

—¡Buh! — dijo moviendo sus manos.

Y fue el momento en el cual corrí y escuché cómo hacía una cuenta regresiva. Cuando llegué a la entrada del bosque, miré hacia atrás y él ya venía detrás de mí. Tuve más miedo. Nunca había sido muy rápida y siempre terminaba en el suelo. Y este día no me ayudaba. Estaba todo mojado y resbaloso.

Mis piernas pedían un descanso, así que solo puse mi espalda detrás de un árbol grande y me quedé quieta, intentando descansar. Escuché su silbido y caminé hacia atrás, viéndolo mientras me buscaba. Caí por un precipicio como en mi sueño, rodé por todo el lodo y las ramas. Chillé cuando mis costillas impactaron en una gran roca y me desmayé. Lo último que recuerdo de esa noche fue que alguien cargó mi cuerpo y gritó fuertemente ¡Ataquen!.

la chica del árbol Donde viven las historias. Descúbrelo ahora