"No me lo puedo creer, se me acaba de pinchar una rueda" Pensé y me bajé del coche algo confundida. Me agaché para observar mejor la rueda pinchada. Tenía un gran boquete y no había traído rueda de recambio. Suspiré mientras intentaba no desencadenar un ataque de ansiedad. Supuse que lo mejor sería echar a andar para buscar ayuda, así que me levanté y comencé mi caminata.
Era 28 de agosto con un sol abrasador. Sola. Perdida en una carretera de Texas sin nada a mi alrededor. Ahí estaba yo. Caminando sin siquiera energía como para pensar en que me acababa de quedar sin vehículo a miles de kilómetros de mi casa.
Tras un largo rato andando en línea recta sobre la carretera, pude divisar a la derecha una pequeña caravana. Me acerqué y abrí la puerta. Esta por alguna razón estaba abierta.
Era rústica y estaba algo desordenada. No había nadie dentro así que empecé a rebuscar por los cajones por si encontraba algo que me sirviera. Encima de la encimera de la cocina encontré un colgante parecido al que le regalé a mi novio hace dos semanas. Recuerdo que se abría y dentro tenía nuestras iniciales talladas, H y M, de Hailey y Mark. Mark me esperaba en la casa de sus padres, en Dallas. Íbamos a celebrar su cumpleaños allí.
No encontré ninguna rueda en la caravana, pero sí había una antena portátil en lo alto de la caraavana, lo que me decía que podía haber algo de cobertura. El móvil lo había dejado en el coche, así que tenía que volver, pero antes de eso rebusqué un poco en la cocina. Cogí una navaja, que era lo único para cortar que había, un trozo de pan y una pequeña cuña de queso. "Comiendo podría pasar el rato mientras vienen los de la grúa". Pensé .
Al llegar al coche pude percibir algo detrás de la ventanilla izquierda . Caminé hacia ella y noté cómo algo me agarraba de la cintura. Sentí algo frío y metálico en mi sien. Era una pistola. Empecé a moverme para escapar de los robustos brazos de ese hombre. "Estáte quieta" Espetó el hombre. "¿Mark?" Dije confundida. "Cállate, Hailey". Era Mark. "Mark, ¡¿Qué haces?!" Le cuestioné alterada. "¡Que te calles!" Me gritó y apretó más el arma contra mi piel. Lo único que se me pasó por la cabeza fue sacar la navaja. Sin pensarlo se la clavé en el vientre. Gimoteó unas cuantas veces y se desplomó en el suelo. Me agaché lo más rápido que pude e intenté taponar la herida mientras algunas lágrimas caían y se mezclaban con la sangre. "Mark, ¡¿Qué cojones?!" Grité entre sollozos. No contestó. Me tiró de encima de él y se incorporó, pero cayó una pequeña tarjeta del bolsillo del pantalón y me apresuré a cogerla. Miré hacia arriba con la tarjeta en la mano y con lágrimas en los ojos. Estaba apuntándome de nuevo mientras se tapaba la herida del vientre con la mano. "Léela" dijo. La leí : "Sicario profesional. Víctima: Hailey Silk. Fecha límite: 28 de agosto". Y finalmente disparó.