Te extraño. (parte 1)

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- Es sábado pero ya te extraño.-

Lo dije. Sé que lo dije. Creí que solo lo había pensando, pero no, lo dije. Sé por tu cara un poco colorada y tu risa nerviosa que lo dije. Lo solté, delante tuyo y delante de miles de personas. No pasa nada, pasará como un comentario más. Pero lo dije.

Y es que lo siento tanto. Lo siento todo el tiempo. Te extraño, y no solo porque es sábado y no compartimos redacción como todas las tardes. Te extraño y no sólo porque es sábado y no te tengo sentado al lado como todas las noches. Te extraño y no sólo porque justo hoy es sábado. Te extraño, hace mucho que te extraño.

No sé bien desde cuando, porque estás. Estás al lado mio cada tarde, cada noche, y al mismo tiempo no.

Pienso que quizá fue aquel día que subiste aquella foto con ella, tan contento, tan feliz e iluminado como nunca antes creí verte y sentí, creo que si, que fue ese día, sentí que te había perdido de verdad.

Porque sí, en algún punto de la historia lo intentamos, intentamos que funcionara lo nuestro. Intentamos que funcionara aquello que todos veían, y ven aún y que también nos dicen, y en algún punto quizá también nos reclaman, lo intentamos. Intentamos que todo eso funcionara.

Nos dimos esa oportunidad de probar y de intentar, y quizá fue el intento más arriesgados de todos, de hecho, sí lo fue. Saltamos a esa pileta sin salvavidas y sin saber nadar, nos perdimos y nos encontramos muchas veces, pero sé, que fuimos muy felices intentando que funcionara. Yo al menos fui muy feliz, y me gusta pensar, que vos, también.

Y qué locura casi haberlo logrado. Porque sí, casi lo logramos, pero el miedo, el de ambos, pudo más.

Creí, de verdad y por primera vez, que lo habíamos conseguido esa tarde de verano.

Faltaban días nomás para volver a la rutina de siempre, estábamos solos en tu casita del mar y llovía, llovía muchísimo ese día, me acuerdo bien.

Me acuerdo también en que insististe mucho para que vaya, yo no quería, porque el miedo a que nos vean y mil excusas más, pero vos, como siempre, me tranquilizaste y prometiste también, que todo iba a estar bien, que ahí no pasaba nada, que nadie nos iba a ver. Y yo te creí, y confié en vos como tantas otras veces, y me dejé guiar y abrazar por tu tranquilidad.

Estaba sentada cerca de la ventana que daba directo al mar, estaba ahí observando como la lluvia lo mojaba todo mientras vos estabas no sé dónde haciendo no sé qué todavía, y de repente un rayo, o un trueno, y se fue la luz.

-Tranquila, tengo velas - dijiste y te acercaste con dos velitas dentro de un frasco - para que no se apaguen por el viento - dijiste apenas apareciste detrás de la puerta, las dejaste sobre la mesita y viniste, al fin, conmigo al sillón.

Te recostaste a mi lado y yo te abracé, necesitaba sentir tu calor después de ver tanta lluvia.

Me quedé un rato así, perdida entre tu cuello y hombro, tenía que buscar la forma, y el valor, para decirte lo que sentía de verdad después de tantos días de estar así: juntos.

Había estado toda la tarde dándole vueltas en silencio, callada, intentando escuchar y entender qué era lo que me sucedía por dentro.

Subí mi mano hasta tu pecho y la deje ahí, a la altura del corazón, lo sentía latir debajo, tranquilo. Tu mano pronto se juntó a la mía y por un rato, todo se calmó. Mi tormenta interior, y la de afuera, ya no estaban.

Salí de mi escondite muy despacio y casi sin separarme de tu hombro busqué que tu mirada se encontrara con la mía.

- Te quiero - susurré buscando la atención de tus ojos que miraban la lluvia que caía al frente.

Solté ese te quiero con tanta seguridad de lo que vendría después, que puedo jurar nunca haber sentido tanta calma como en ese momento.

Lo próximo fue encontrar tu mirada, tan llena de ilusión, y escucharte decir a vos lo mismo, un te quiero que me llenó de paz, de amor y de fuerza.

Me besaste, y yo te besé, como nunca antes lo habíamos hecho. Y es que en ese momento, para mi, estaba todo claro: íbamos a vencer. Me sentía tan segura de que habíamos conseguido superar al miedo y dejarnos vencer por el cariño y amor que nos teníamos, al fin. Sentía, y creía con cada fibra de mi ser, que íbamos a poder afrontar todo lo que se nos viniera encima ni bien volviéramos al aire, juntos.

Pero no fue así. No pudimos ni siquiera enfrentarnos a eso, porque todo se derrumbó antes.

Vos tenías miedo, y querías cuidar a todos los tuyos antes de exponerte, y exponerlos también, a todo eso. Yo no pude convencerte de lo contrario.

No pude convencerte de seguir peleando por nosotros.

Y ahora solo puedo extrañarte. Y arrepentirme de no haberlo intentado más.

Porque a veces pienso, que si quizá lo intentaba más, que si quizá peleaba un poco más por vos, por mi, tendríamos nosotros lo que vos tenés con ella: la felicidad de compartir juntos.

Pero ahora, ahora solo puedo extrañarte, y mentir y decir que eso es porque es sábado.

Aunque comparta con vos todas tardes y noches, aunque te vea y escriba siempre, nada es suficiente, porque te extraño siempre y pienso todo el tiempo en que nos perdimos la oportunidad de ser felices juntos.

Afuera el mundo es un caos y yo solo puedo pensar en que cada día, te pierdo un poco más.

Afuera el mundo es un caos y yo solo puedo sentir que te extraño, todo el tiempo.

Y que te quiero, aunque vos ya no lo hagas.

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