No sabemos quien es. No sabemos porque lo hace. Solo sabemos que nos quiere muertos, a todos. Y no parará hasta conseguirlos.
»Ayuda« Se convirtió en nuestra palabra favorita. La que nadie escuchaba.
Solo sabemos que nos mata en secuencia.
***
*P...
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📍Arlingfield, Inglaterra.
Arabelle.
¿Alguna vez... te has encontrado en una situación tan irreal, que crees que estás soñando?
Si es así, déjame decirte que justamente así me encuentro yo.
Mis amigos están muertos. Esa persona los asesinó. Y yo...yo...
¿Yo...?
...Yo estoy completamente enamorada de uno de los asesinados.
Ocho días antes.
—No puedo creer que hayas aceptado, Arabelle.
Si, dímelo a mí, yo tampoco.
Y es que yo no era mucho de aventurarme a cabañas en medio de la nada en busca de una "conexión con la naturaleza".
Bueno, quizás lo último era una exageración mía, pero es que así lo veía. Aquella tradición en mi grupo de amigos de pasar la ultima semana antes de clases en la cabaña de la familia de Nader Hudson, uno de mis mejores amigos de infancia, no era muy mi estilo y lo había obviado...hasta ahora.
Éramos un grupo bastante unidos, conformados de la siguiente manera:
Nader Hudson, el típico niño rico que realmente no lo parece, padres que podrían dominar el mundo si así lo quisiesen pero que eran tan simples que por segundos pensabas que no tenían mucho de lo que alardear más que reliquias familiares llenas de polvo. Sus padres eran grandes empresarios. Nader tenía el cabello castaño, ojos marrones y un físico esbelto pero marcado.
Luego estaban los gemelos Heaven, Briss y Blaz, o como me gustaba llamarlos: el dúo esloveno. Ya que su familia provenía de Eslovenia, y tenían un acento tan bonito y marcado que era difícil obviarlo. Ellos también tenían dinero y es que, pagando la matricula del Harvey Mudd College... el doble, no era cosa de dos pesitos, de estos no se dudaba que tenían mucho...mucho dinero. Sus establecimientos y casas privadas lo decían por ellos. Lujo y elegancia por cada centímetro cuadrado, pero nadie sabía quienes eran sus padres en el mundo del bolsillo. Eran raritos, pero lo opacaban lo amables, fiesteros y amigables que eran. Cabello negro, piel pálida y ojos tan azules como el cielo despejado. Ambos.
Harper Crason. Era la muchacha más fiestera y extrovertida que había conocido en mi vida. Una perra sin corazón de primera, el sueño de muchos chicos y chicas del campus, y.... mi mejor amiga. Su padre se estaba postulando para la presidencia de Inglaterra y eso le daba muchísima fama. Cabello oscuro y rizado, piel chocolate con leche y ojos saltones oscuros con unas hermosas pestañas kilométricas.
Por último, yo. Arabelle Wedges. Me consideraba la más normalita del grupo, eso si. Y no era para nada una blasfemia. Y es que tenía un poco de todo; un poco de fiesta loca en mis venas como Harper, de rareza como los Heaven, de simplicidad como Nader, y todo eso me hacía yo, Arabelle, hija de una "pareja gay de magnates"... si, adoptada. Rubia, de ojos ámbar con toques grises, de piel cremosa con muchas "marcas de belleza" como decía Harper. (Lunares en cristiano).
Estos éramos nosotros, los invisibles pero no tan invisibles como deseábamos...¿Grupo que se conoció en una cafetería que a este punto ya habían bautizado como suya y que días después la compraron el dúo esloveno?
Si, definitivamente nosotros.
¡Oh! Casi lo olvidaba.
A nuestra semana loca se nos unía el mejor amigo esloveno de Blaz. Aún no sabía su nombre, ni como era. Pero lo veríamos cuando los choferes de los Heaven lo dejaran en la casa de los ya mencionados, ya que nos transportaríamos en sus todo terreno.
¡Vivan los Heaven!
Deséennos suerte, y que no nos estemos dirigiendo a una cabaña embrujada.
...
—¡BELLE!
—¡AH! ¿¡QUÉ!? —Salté del susto cuando Harper pegó su rostro al mío soltando aquel grito ensordecedor que me dejó un molesto piiiiii en el tímpano por varios segundos.
Mierda, por pocos segundos me había perdido malamente en mis pensamientos.
—¿Crees que debería llevar diez u once bikinis a la cabaña?
―Creo que deberías bañarte desnuda, Harper. ―Alcé las cejas varias veces, provocando que mi mejor amiga soltara una risita.
Luego, de la nada se puso seria. Oh, no...
―¡Estaba jugando, mujer! ¡No vas a nadar desnuda!
―No es tan mala idea. ―Sopesó.
Me reí.
―La verdad no. ―Le seguí el juego. ―¿Qué, Harper? ¿Acaso piensas conquistar a Nader con tu pechonalidad?
Harper rodó los ojos y plantó una mirada entre la seriedad y la diversión hacia mi. ―Lo haría si no fuera porque el condenado está totalmente enamorado de ti.
Esta vez fue mi turno de rodar los ojos. ―Al contrario, me estarías haciendo un gran favor porque...
―Tú no estás enamorada de él. Lo entendemos. ―Terminó por mi.
Asentí, con los labios apretados. Aquel era un tema que había creado un poco de controversia en nuestro grupo de amigos. Porque Nader no sabía que yo sabía pero las risas de los gemelos daban mucho a que pensar cuando este tenía que decirme algo o se acercaba a por un abrazo amistoso. Y por otro lado estaba el código de amistad que no me permitía pensar sobre Nader más allá que como un amigo, ya que estaba plenamente consciente de que Harper lo veía como algo más que una de sus conquistas.
―Entonces, nos vemos mañana temprano en la casa de los Heaven.