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───────────── 𝙂𝙧𝙖𝙘𝙚. (Capítulo largo)
El día tan esperado por algunos había llegado, y realmente me planteé el no venir, con tal de no ver los rostros de mis amigas ni en pintura. Sin embargo, no me iba a perder una experiencia gracias a ello, además, yo no les he hecho nada, si alguien no debería estar aquí, eran ellas.
En el autobús me senté con Jaden, el cual me pidió explicaciones de mi comportamiento en todo el camino y por supuesto no le di ninguna.
—¡Hemos llegado! —gritó el conductor, para que su voz pudiese ser escuchada entre las demás voces adolescentes.
Todos comenzaron a gritar de alegría y a aplaudir mientras bajaban desesperadamente. Puedo jurar que si no se rieran en el proceso, creería que tuvimos un accidente y todos corren asustados por ello.
—Ostia, ¿Nunca han venido a la montaña estos chavales? —dijo Jaden tapando sus oídos mientras bajábamos.
Al abandonar los tres autobuses, llenos de estudiantes, todos comenzamos a caminar por aquel bello y frío lugar siguiendo a los profesores, y a los guías.
—¿Tu si? —dije de repente mientras observaba las hermosas vistas de otras cordilleras en la lejanía.
Jaden me miró confundido, —¿Que cosa?
—¿Ya has ido a una montaña antes?
—Buah, si todos los viajes familiares son así —rodó los ojos—. Incluso puede que ya haya estado aquí y ni siquiera lo sepa —dijo el ojiazul y yo sin duda reí.
Una de las docentes que iba más adelante sonó su silbato, —¡Caminen más rápido! No se queden atrás, vamos vamos vamos —gritaba mientras movía sus manos.
Seguimos indicaciones, avanzando más rápido.
Al llegar a la sima de la aparente última colina que escalamos, todo era más hermoso de lo que parecía en un inicio. El paisaje era maravilloso, habíamos llegado justo en la puesta del sol.
—Es increíble.
Al mirar a mi lado Jaden ya no estaba. Ni si quiera me tomé el tiempo de buscarle, solamente disfruté las vistas.
Miraras a donde miraras todo era tan bello, las nubes decoraban de una manera única el cielo, incluso las que estaban más cerca del radiante sol dorado, poseían tonos naranjas y rojizos que lo único que te hacían pensar era en cómo los seres humanos se habían vuelto tan materialistas. Olvidándose del arte que tienen a su alrededor, en cosas simples como un atardecer.
