Capítulo I - Ascenso a la salvación

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08 de diciembre del 2090

Es una mañana maravillosa, el sol baña el páramo con su luz, los pajaritos cantan al unísono... Todo parece tan perfecto, de no ser por el colapso socioeconómico que vive el mundo.

El mundo cae rendido ante una guerra biológica - nuclear por parte de las grandes potencias. Los seres humanos se ven obligados a refugiarse en contenedores para evitar la radiación y aquellos que la han recibido enferman gravemente presentando abundante sangrado a través de sus ojos y boca, deformidad en sus extremidades y convulsiones hasta el punto de causar disfunción multiorgánica.

Las personas mueren diariamente, más de la mitad de la población mundial ha muerto a causa de múltiples detonaciones de bombas de hidrógeno.

Supermercados vacíos, hospitales al borde del colapso, gente muriendo en las calles y parques, es todo un desastre.
¡Todo parecía perdido! Hasta que se propuso el ultimátum para la humanidad... O lo que queda de ella.

El presidente de las Naciones unidas ha dado el plan de emergencia ante la inminente destrucción del planeta, un plan para evacuar a toda la población del planeta. El presidente ha explicado que para realizarlo con éxito, debemos entrar a unas naves conocidas como "Valtás" que nos llevarán lejos de la atmósfera hacia un nuevo hogar.

Sin embargo, no todo puede ser bueno, ha explicado que en este tipo de naves sólo puede haber un máximo de 5 personas y toda aquella persona enferma o mayor de 65 años será dejada en el planeta agonizante.

-Vaya manera de empezar el día - Dijo Lizbeth mientras desayunaba y miraba las noticias.

-Deberías agradecer que estás comiendo y no allá, en la ciudad - Dijo Kemly mientras miraba la televisión.

Mi madre tenía razón, después de todo el caos ella sigue conservando su peculiar sonrisa. Ella poseía un extraño don de ver las cosas buenas aún en las situaciones más difíciles, era conocida en el barrio por su amabilidad y su belleza.

-Mejor cállate, no me dejas escuchar - Replicó su hermano mientras comía el cereal con prisa.

-Ven y callame, imbécil - Dije mientras tomaba mi café.

-Los dos, comportense, nada de peleas en la mesa - Lo decía mi madre mientras nos regañaba.

Todo pasó tan rápido, como extraño esos desayunos familiares, solíamos rezar antes de cada comida y dar las gracias por los alimentos y el techo que nuestro padre nos había dado.
Ciertamente el nunca estaba en la casa ya que trabajaba para el gobierno, era científico y gracias a su profesión nos había dado un lugar exclusivo bajo las faldas del gobierno, un lugar donde las personas con poder vivían bien, con lujo y detalle mientras afuera morían de hambre, ahogados en un sangre o en el mejor de los casos, paro cardíaco.

Los ricos y poderosos se paseaban imponentes por aquellas calles mientras nosotros los mirábamos con asco. Mi madre solía decir "Hay que respetar al prójimo" y tenía razón, aún así no podía evitar las ganas de vomitar cada vez que veía alguno en sus casas, consumiendo lo poco de comida que quedaba.

Vivíamos bien en nuestra casa, paredes acogedoras y esa chimenea que nos proporcionaba calor, todo parecía bien, adentro de esas paredes se era ajeno a la realidad, era otro mundo.

Hubiera deseado nunca haber nacido.

25 de diciembre del 2090

Era el "Cumpleaños de Cristo" nuestro salvador, solía preguntarle a mi mamá mientras íbamos de camino a las Valtás sobre él.

-¿Por qué si es nuestro salvador, no ha venido por nosotros a liberarnos de este sufrimiento?

-¿Que clase de pregunta es esa? - decía con tono amenazante-- no se puede juzgar la obra de Dios, él tendrá sus motivos.

No encontré consuelo en sus respuestas, solo más preguntas, pero tenía razón, yo no entendía mucho sobre la religión ya que nunca me interesó, pero algo cambio dentro de mí desde que iniciaron las guerras, mi fe se disparó como bala a quemarropa.

Llegamos a las estaciones de lanzamiento, mi papá no estaba por ningún lado. ¿Y mi padre? ¿Se habrá ido sin nosotros? ¿Dónde estará? Muchas preguntas cruzaron mi mente mientras llegábamos al panel de registro.

Nos encontramos con un disturbio, la autoridad intentaba retener a las personas para que no abordarán las Valtás a la fuerza, parecía que las personas se habían cansado de esperar... O quizás se dieron cuenta de la verdad antes de tiempo, no lo supe hasta más tarde.

Dentro de todo el alboroto mi papá nos encontró y nos llevó a una zona externa donde habían caminos hacia las Valtás, parecía que lo mantenían en secreto.

-Chicos, ya están grandes para saber la verdad -dijo mientras le daba un sobre a nuestra madre-- aquí están sus boletos hacia el cielo (él también era creyente) esto los llevará lejos de toda esta mierda.

Nuestra madre cogió el sobre y nos llevó hacia las Valtás, no entendía porque él no venía con nosotros, no lo entendía y nunca lo lograré entender.

Un oficial nos subió y nos preparó. En un acto de desesperación, grité con toda mi alma mientras veía como mi padre se quedaba en la tierra.
¿Por qué no vino con nosotros? ¿Era esto nuestra salvación?

Tartarus ImpalementDonde viven las historias. Descúbrelo ahora