Capitulo VIII - No nacidos

14 3 0
                                    

Era imposible que mi padre estuviera aquí, él se quedó en la tierra en contra de su voluntad o por lo menos eso nos dijo mamá.

-¿Como puedes ser tú? ¿Que clase de padre abandona a sus hijos? - Ciertamente lo extrañé pero eso no traeria de vuelta a mi familia. Comencé a gritar - Ahora apareces de la nada cómo si fueras mi héroe. ¡Tu esposa y tu hijo están muertos!. ¡Eres un maldito inutil!.

-Lo sé, no es momento de lamentos. Debemos buscar cómo salir de este lugar. La corrupción del ser humano por alcanzar la perfección ha llegado a su límite.

-Supongo que estás mas al tanto que yo, ahora dime. ¿Como haremos para salir de aquí, cerebrito?

-Estamos en el centro de la nave, necesitamos volver a los hangares y tomar de regreso la Valtá para huír de aquí. Huiremos hacia la tierra, allí las cosas no están tan mal como aquí.

No tenia otra opción, no tenia a nadie en quien confiar, mi hermano y madre estaban muertos. Uno descansaba en un fetido baño y la otra deambulaba por la ciudad proliferando los cadaveres.

-Por cierto, Liz. -Me hablaba con un tono cariñoso- Han pasado dos días desde que te rescaté. Las cosas han cambiado. Mira a través de la ventana.

Me acerqué a la ventana y no lograba ver nada, todo estaba a obscuras.

-¿Que sucedió?.

-Verás, probablemente despúes de decirte esto me odiarás. Estaba a cargo de una misión. Desarrollar un arma biologica que nos aseguraria la victoria, una criatura capaz de soportar mortales radiaciones, múltiples impactos de proyectiles y, de alguna forma, una criatura simbiótica, un parasito.

-¿Entonces tú causaste todo esto?

-Indirectamente. El desarrollo del patógeno era exitoso. Sin embargo aún no era posible de controlar. Se metió en una incubadora y ahí se le harían multiples estudios hasta lograr su control absoluto. Un día el primer ministro de defensa ordenó que el parasito fuera liberado en el campo de batalla, sabiamos que era demasiado peligroso así que no obedecimos la orden y seguimos con los estudios. Horas despúes entraria un grupo armado de hombres y dispararia contra mis hombres, asesinandolos.

-¿Entonces como se supone que estás aquí y no allá, muerto?

-Entre la delgada línea de la vida y la muerte un compañero agonizante me inyectó el parasito, o parte de él. Ya viste que el parasito revive a su huesped y lo controla. La diferencia entre tu madre y yo es el simple hecho de que mi dósis fue minima, él no puede controlarme, no tiene la fuerza suficiente.  Y como último dato, el parasito es autónomo pero puede localizar facilmente el rastro de sus creaciones, en otras palabras, tu madre sabe donde estamos y probablemente ya venga para acá.

-¡Entonces debemos movernos, mueve ese culo!

-No tan rapido, la criatura que alguna vez fue tu madre ha llenado los motores de la estación con su especie de telaraña biologica, la nave ha dejado de generar energía, por lo tanto significa que afuera ya no hay luz, no podremos ver mas allá de máximo dos metros adelante.

-Esto es un desastre - el panico se adueñaba de mí- ¡núnca saldremos de aquí!.

-Hay una manera de salír, tendremos que cruzar la ciudad y llegar hasta los hangares, con suerte no nos encontrará y podremos escapar de aquí.

No se me ocurre nada mejor, tendré que confíar en el hombre que causó todo esto.

Fui a bañarme, los golpes aún dolían y mi piel estaba un poco hinchada, el pelo lo tenia lleno de nudos, mis labios como un desierto.

Tartarus ImpalementDonde viven las historias. Descúbrelo ahora