Capítulo VII - Ceremonia

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-Como verás querida Liz, el pecado es un círculo vicioso. No podía permitir que las personas continuarán enfermandose de placer. Te preguntarás ¿Por qué esta tu madre aquí?. Bueno, antes de responder eso...no te has preguntado ¿Por qué son las únicas mujeres aquí?.

Sus palabras desprendían un veneno mortal, había consumido a todos con sus oraciones y ahora era el "Dios" de ellos. Ciertamente no podía evitar no prestarle atención y parecía tener las respuestas que necesitaba.

-Claro que me lo he preguntado. Aunque pensándolo bien tú debes ser el culpable.

-Vaya vaya, lanzas acusaciones muy fuertes contra mi persona. ¿Quién crees que soy? ¿Algún tipo de asesino?.

No soportaba más sus palabras sarcásticas, de haber podido, le hubiese arrancado la lengua.

-No, no eres un asesino, además de eso eres un violador y manipulador.

-Silencio. No voy a tolerar más tu comportamiento.

Se acercó y me pegó una cachetada, disfrutaba el poder que le habían otorgado y sabía que no podría hacer nada al respecto.

-Verás, pequeña insolente, Dios me ha hablado. Ha ordenado que elimine el pecado de la humanidad. ¿Sabes cómo lo hice?.

-Lo sé, te convenciste a ti mismo de ser el mensajero y así hacer lo que querías, ¿no?.

-No me voy a molestar contigo, puedes decir todo lo que quieras respecto a mi pero eso no cambiará nada. Sabes que en algunas especies de animales, la hembra se come al macho, ¿no?. Así es como erradicare el pecado, surgiendo una nueva humanidad.

Volteó hacia el altar donde se encontraba mi madre.

-Muchachos, la espera ha sido larga y por fin conoceremos el paraíso, adelante.

Los dos hombres al lado mio caminaron hacia el altar, agarraron una cruz de madera que estaba cerca del lugar y la pusieron en el suelo. Agarraron a mi madre y la colocaron sobre la cruz.

Estaba boca arriba acostada sobre la cruz, no tenía fuerzas, sus ojos pedían ayuda. Parecía desvanecerse sobre aquel lugar pero intentaba mantenerse despierta. Un esfuerzo inútil por escapar.

-Entonces el pecado será eliminado, ella traerá consigo la salvación de los perdidos. No te muevas mucho querida, dolerá más de lo que crees.

Agarró unos clavos y un martillo. ¿Estaba pensando colgarla?

-¡No, por favor no lo hagas, llévame a mi pero no lo hagas! - Grité con todas mis fuerzas, las lágrimas bajaban por mis mejillas, mi boca disparaba palabras que fácilmente fueron desviadas por su indiferencia.

-Y así.. - Colocó la mano derecha de mi madre con la palma abierta a un extremo de la cruz. - es como dios nos amo... - Puso el clavo en la palma y lo clavó con fuerza sobre la madera.

Mi madre empezó a gritar y retorcerse, su mano ensangrentada, clavada en la madera hacia ilusión a la crucifixión de Jesús. Fue un cuadro muy triste.

-Vamos querida, tienes que aguantar, hazlo por tu hija, por nosotros. Dios está contigo, no te muevas, aquí viene el próximo.

Agarró su otra mano y la clavó contra la madera. El suelo tenía sangre por todos lados, los dos hombres a su lado disfrutaban el complejo religioso que se había armado. Por otra parte, mi madre no dejaba de gritar y tratar de soltarse.

-Maldito, ¡no lo hagas! - En ese momento mis piernas reaccionaron, salí corriendo hacia él y acerté un rodillazo en su nariz, los dos hombres me agarraron y me sentaron de un golpe en el vientre.

Tartarus ImpalementDonde viven las historias. Descúbrelo ahora