Parte 10

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        Las ruedas de su coche casi derrapaban sobre el asfalto mientras conducía como loco hacia la casa de Kei con el corazón en un puño, rezando todo lo que sabía por que estuviera bien. Nunca antes lo había llamado de esa forma y podía temerse cualquier cosa.

        Nada más llegar, salió disparado hacia el portal, subiendo las escaleras de dos en dos, sin querer pararse ni a respirar, hasta que por fin llegó a su rellano.

        —Kei, soy yo, abre, por favor —pidió al otro lado de la puerta mientras tocaba el timbre con una mano y daba pequeños golpecitos en esta con la otra.

        Afortunadamente, el guitarrista no tardó en abrir, permitiéndole pasar al interior. Su rostro estaba empapado en sus lágrimas y sus ojos rojizos e hinchados. Le partió el corazón verlo así, por lo que no tardó en estrecharlo entre sus brazos, acariciando sus cabellos.

        —Ya está, ya estoy aquí, ¿qué te pasa, Kei?

        No respondió, sino que se separó con delicadeza y le hizo una seña para que lo siguiera. A Yo-ka no le hizo falta que dijera nada al ver el cajón del mueble de la televisión abierto y los documentos que él mismo había leído hacía unos días desperdigados por el suelo.

        —Iba a guardar los papeles de la reunión de hoy y... me he encontrado con eso, Yo-ka. No sé lo que significa y no parece una broma de mal gusto. Mira lo que pone —dijo incrementando su llanto al estar hablando del tema.

        —Mierda, Kei... —susurró, procesando con horror lo que estaba ocurriendo y maldiciéndose por haber dejado esos documentos allí cuando podía habérselos llevado—. No me hace falta leerlos, ven aquí —lo guió hasta el sofá, tomando asiento, siendo consciente, por su expresión, de que el otro no se esperaba aquella reacción.

        —¿Tú... lo sabías? ¿Por qué no me dijiste nada?

        —¿Y cómo quieres que te lo diga? Kei —llevó las manos a su rostro, secándole las lágrimas que aún corrían por este. Era realmente desgarrador verlo así—, lo siento muchísimo. He estado a tu lado todo este tiempo y lo seguiré estando siempre, pero tienes que confiar en mí.

        —¿Qué quieres decir?

        —Tenemos que ir al hospital, tienes que seguir tratándote.

        —No, Yo-ka, por dios —negó con la cabeza, volviendo a sollozar—. Joder, dime que esto es una pesadilla; no puede ser real —se quedó en silencio unos segundos, siendo observado por el vocal, quien trataba de mantenerse fuerte por él—. Dime que no he olvidado nada importante. Yo-ka, dime, por favor, que no he olvidado nada de la banda, de mis amigos, de mi familia... —lo miró directamente a los ojos—, de ti.

        Yo-ka tragó saliva. No estaba preparado para ese momento. ¿Cómo había podido permitirlo? ¿Cómo había podido hacer que su Kei pasara por eso?

        —No, tranquilo. No ha pasado tanto tiempo y todo ha sido como siempre; no te has perdido nada. Por eso, Kei —tomó sus manos, acariciándolas suavemente para tratar de calmarlo—, tienes que tratarte. Si lo haces, te prometo que no te perderás nada. Por favor, yo voy a estar a tu lado y pasaremos esto juntos.

        No pensaba rendirse, aun sabiendo que era difícil para él, también estaba seguro de que era lo mejor y tenía todas las esperanzas puestas en eso. Por suerte, tras un rato, Kei asintió derrotado, resignándose a ser tratado, aceptando en qué se había convertido su mente.

The sky never liesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora