Miniserial Sterek.
"Reconoció de inmediato el olor, y también la pesada respiración. Abrió los ojos para encontrarse con otro par de joyas verdes, como auténticas esmeraldas. Hale estaba ahí, había ido en su rescate, como siempre, o casi al menos...
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SUCH LIKE A GOOD BOY
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Derek Hale no es un hombre lobo como cualquier otro, por una sencilla razón. Cargaba con demasiadas culpas, y estaba enojado con todo el mundo. No, él lo ha asumido desde que tuvo que dejar Beacon Hills unos años. La furia es consigo mismo. Contra su falta de carácter, de ojo visor. Porque una tras otra, en dos ocasiones fue y se enamoró de mujeres psicópatas. Manchó el ya sucio recuerdo que tenía del amor, aunque el primero estuviese cubierto de una auténtica tragedia con Peige, Kate y Jennifer solo parecieron acentuar su falta de perspicacia.
Quizá por eso ahora tiene miedo. Y un lobo asustado llega a ser más peligroso, porque enseña los colmillos a la menor provocación y asume que todos quieren lastimarlo. Quizá por eso no puede aceptar que esos ojos castaños le miran con auténtico interés, y que el rechazo disfrazado de odio cuando se conocieron no era más que su propia máscara para evitar ser lastimado.
Porque esa es la verdad, son dos hombres con el corazón roto y pérdidas demasiado dolorosas pesando justo ahí, en lo que pareciera ser el centro de soporte para el alma misma.
Y quizá, por esa justa razón, Hale no se ha atrevido en aquellos años a dar el paso decisivo, a acercarse al muchacho como algo más que amigos o parte de la misma manada. No se ha atrevido a hacer otra cosa más que mirarle de lejos, y conformarse con anhelarle como un tesoro prohibido que jamás será suyo.
Sí, muy probablemente por todo eso, guardó en lo más profundo de sus pensamientos cada recuerdo de la época aquella en que otra jugada de la Argent le dejó como adolescente, el tiempo suficiente para conocer esa faceta del muchacho que no había podido comprender con su mente adulta.
Le había conocido de adolescente a adolescente, y se había terminado de enamorar de él.
Stiles Stilinski.
Su prohibido anhelo.
Su continua tentación.
Su eterno pecado.
― Viniste de nuevo.
El lobo se limitó a mirar el mismo horizonte que el castaño. Justo ahí, en las profundidades del bosque, montaña arriba, el sol se ocultaba más allá, bañando con sus tonos nacarados la ciudad de Beacon Hills.
Hacía semanas que tenían este peculiar ritual. O como pudiera llamarse. Y había comenzado un día en que el aroma de Stilinski había sido más penetrante que antes, flotando en el aire y atrayendo la atención del pelinegro. No era miedo, ni peligro o soledad. Era un olor tan diferente, que Hale todavía no sabía lo que era.
―Hoy es luna llena, Derek.
― Lo sé.
― ¿No deberías estar con la manada?
Hale le miró de reojo, escuchando su corazón y tratando de adivinar qué le pasaba hoy al castaño. Otra vez, no pudo descifrarlo, pese a que sus latidos iban un poco más rápido, pero tenía la respiración tranquila.
