II

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Aquella cosa deforme desprendía un leve olor nauseabundo difícil de percibir. El diminuto cuerpo parecía tener poco tiempo ahí basado en su leve estado de putrefacción.

- ¡Qué raro! – dijo Rosh volviendo los ojos a su hermano.

- ¿Es lo que estoy pensando? –pregunta Yesh.

- ¡No seas imbécil! – vociferó. No te atrevas siquiera a pensarlo. Nuestra madre no tuvo nada que ver con esto, alguien debió colocarlo aquí – excusó.

Pero Rosh sabía que no había forma de que alguien haya entrado en su casa durante su ausencia; sin embargo, y aunque siempre le gustaba tener la razón, esta vez deseó con todas sus fuerzas estar equivocado.

Hubo un silencio incómodo por un par de segundos mientras se miraban el uno al otro al otro. Decidieron no hablar más del tema, se deshicieron del diminuto cuerpo y cada uno fue a hacer sus deberes.

Para cuando Yeshka llegó a casa, solo Rosh estaba despierto. La saludó como siempre, pero en su interior, no podía dejar de pensar en lo que había pasado.

- ¿Pasa algo? – preguntó su madre al ver la cara larga de Rosh.

- No, nada. Solo estoy algo cansado – mintió.

Las velas se apagaron y todo el mundo fue a la cama. Al siguiente día muy temprano, Rosh fue el primero en levantarse, quería hablar con su hermano, decirle que su madre no era esa clase de persona, pero, ¿y si lo fuera? – se preguntaba. ¿Acaso cambiaría algo? Las dudas y su curiosidad lo agobiaban.

Rosh estaba paranoico, tenía que llegar a la verdad, sea dulce, amarga, o agridulce. Divagando en sus pensamientos, recordó que hace un par de años, un amigo le narró de la vez que se encontró con una bruja cara a cara. Su amigo la describió a detalle, pero no era ni de cerca parecido a su madre. Pero su amigo le recalcó algo importante, que toda bruja, sin importar qué, tenían una pequeña mancha verde en el pie izquierdo.

Era una pista que no podía dejar pasar. Tenía que averiguar si su madre tenía esa mancha. Parecía una tarea fácil, pero se dio cuenta de que su madre siempre usaba un faldón que cubría toda la parte inferior de su cuerpo, incluyendo sus pies.

- Eso arruina todo el plan - se dijo a sí mismo desconcertado.

Estaba a punto de amanecer y pronto se levantarían su madre y su hermano. Tenía que hallar la forma de ver su pie sin que se vea raro.

Se percató que ya era la hora celeste, y eso significaba una cosa: el inicio de la nueva jornada y que no tardaba mucho para que su madre y hermano se levanten.

El día trascurrió como siempre. Yesh no había ni siquiera tocado el tema, es más, parecía que lo había olvidado completamente. Rosh, por su parte se atormentaba con interminables interrogantes.

La leve brisa mezclada con las balas de las ovejas, hacían que el silencio sepulcral entre su hermano y él no fuera tan incómodo.

- Yesh, ¿tú crees...? – dije en un intento de hacer plática, pero no proseguí. Yesh había echado paso en dirección contraria.

En ese pueblo las falsas acusaciones eran castigadas, así que ¿era mejor callarse? Pero, ¿y si era verdad? ¿Y si en realidad nuestra madre era lo que sospechaban? ¿Acaso no sería esto lo mejor? ¿si nos equivocábamos? –se planteaban el uno al otro.

Desanimado, fue camino a casa solo y cabizbajo.

¿Por qué la cara larga? – preguntó Doña D, la vecina de al lado.

Levantó la mirada, y en su mente se dijo: Oh por favor, no estoy de ánimo para esto. Sabía cómo era la Señora D, una vieja doble cara y que su mundo era el chisme.

- Solo cansancio – dijo con una leve sonrisa fingida.

- No me mientas – apeló con un tono pícaro. Tengo tres hijos, y sé muy bien cuando alguien miente... A ti te preocupa algo – agregó. ¿Qué es?

Rosh estaba aturdido ante la astucia y peculiar preocupación de la señora D.

- Todo está bien, no se preocupe – dijo.

- Seguro que sí, seguro que sí...

Desvió los ojos a su hermano, que lo vio de lejos, estaba corriendo como si escapara de algo. Para cuando volvió a la señora D, ella ya se había ido.

POR AMOR A...Where stories live. Discover now