Capítulo 1. Abril.

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Ignacio se hallaba sumergido en sus últimos quince minutos de explicación. Trazaba de forma armoniosa líneas por la superficie de la pizarra en cada número y palabra sin percatarse de la poca o nada atención que sus estudiantes le ofrecían.

Al girarse le preguntó a una de las tantas personas que se reunían charlando en grupos en el aula. 

- ¿Quién podría decirme qué quiere decir la expresión Zoon politikón y a quién pertenece el concepto?, ¿Sara?, veo que te encuentras muy interesada en darnos tú la explicación puesto que no has parado de hablar ni un solo minuto. - Se dirigió a la mesa donde más gente se hallaba a su alrededor. Allí, observó fijamente a su alumna esperando respuestas.

- La joven desplazó su negro pelo hacia uno de los laterales de su cuello, observando con sus verdes ojos al profesor con cara de cachorrito. - ¿No podría preguntarle a otra persona, profe? Estábamos hablando de mi cumpleaños, ¡ya sólo quedan dos días! - Dijo con tanta energía que competía a partes iguales con la falta de paciencia de su profesor.

- No podía creerse lo que estaba oyendo, pero ya estaba acostumbrado a la manada de Sara. No podía pedirles más que silencio, pues con respecto a las notas siempre encontraban la forma de obtener buenas calificaciones. - No te acostumbres a esto, Sara, pero le preguntaré a otra persona como regalo de cumpleaños. - Dijo mientras observaba al resto de la clase hasta llegar a una mano levantada. 

Resopla sosegado y continúa su parla. - Alejandro, ¿podrías responderme tú a la pregunta?

- El joven se giró con dificultad debido a lo corpulento que era. - Sí, profesor. Esa expresión fue utilizada por Aristóteles, y quiere decir que los seres humanos somos animales políticos. - Dirije la mirada al grupo del fondo. - Y que necesitamos de las otras personas para sobrevivir. - Susurra. - Aunque algunas más que otras.

El compañero que se encuentra al lado de Alejandro se ríe tapándose la cara. El resto del aula permanece ajena al comentario.

- Exactamente, eso es lo que significa. Para mañana quiero que busquéis situaciones en las que la falta de la compañía de la gente hallan ocasionado variaciones de la conducta en humanos. Y no podéis hacer referencia a Victor de Aveyron ni Amala y Kamala. - Mira el reloj de su muñeca por unos instantes. - Y hasta aquí la clase de hoy. Nos vemos mañana para el debate.

Suena la campana dando por finalizada la clase.

Los estudiantes comienzan a recoger sus pertrechos, a excepción del grupo del fondo que no traían consigo más que sus carteras y móviles.

En la salida, dos jóvenes se acercaron corriendo a Sara pillándole completamente desprevenida. - ¡SARAAA! - Alcanzan a la joven agarrándola de ambos brazos. - Esta tarde nos vamos de compras para la fiesta. ¿Te apuntas? 

- ¡Claro que sí chicas!, no puedo permitirme ir hecha un adefesio en mi propia fiesta, ¿verdad? - Se rieron al unísono hablando de todo lo que harían en las próximas horas.

La noche hace su aparición en la escena, obligando a las estudiantes a volver a sus respectivas viviendas. Al entrar en el piso, Sara fue directamente a su habitación. Sin prestar atención a si alguien de su familia se encontraba en el mismo. Se pasó las siguientes dos horas probándose modelos y maquillaje con los que salir próximamente. Hasta que Morfeo hizo acto de presencia obligándola a dejar sus actividades, ducharse e incorporarse a la suavidad de sus sábanas.

Las lunas venideras pasaron su ciclo sin inconveniente alguno. Observando desde su privilegiado asiento cómo la joven chica repetía el mismo patrón cada día de su vida hasta que por fin llegó el tan ansiado 21 de Abril.

Sara se encontraba más ansiosa que nunca. Debía estar y ser perfecta para el evento. pues pensaba que su vida escolar dependía de ello. Se alistó hasta en el más mínimo detalle, y esperó al taxi frente a su apartamento, el cual se encontraba a más de dos horas de la universidad, pero apenas a treinta minutos del local donde celebrarían su fiesta.

El camino se hizo interminable, en cierta medida por el exceso de vehículos y ambulancias que habían por la zona. Pero se lo pasó pensando en cada cosa que haría aquella noche, por lo que no dudó en dejar su entorno en un mundo aparte de su actual preocupación.

Al llegar al local un joven enchaquetado con el pelo rizado le abrió la puerta con una gran sonrisa. Instantes después Sara se abalanzó hacia él abrazándolo del cuello.- ¡Mario, has venido! - no se despegó ni un centímetro del él.

- No podía perderme el cumpleaños de mi hermanita pequeña por nada en el mundo. - Le frotó la cabeza sin despeinarla. - Además, tengo que vigilar el lugar para que los buitres no se te acerquen demasiado. - le guiña un ojo.

- La joven le golpea suavemente el hombro a su a veces sobreprotector  hermano. - Venga, es hora de entrar, la fiesta no puede iniciar sin su protagonista, ¿no?

- Mario sólo esbozó una sonrisa acompañando a su hermana al interior como podía mientras era rodeada por interminables compañeros de clase que elogiaban cómo iba vestida aquella noche.

A pesar de que algunos de los comentarios no fueron del agrado del joven, no podía negar que el vestido negro que llevaba con piezas de encaje le quedaba muy bien a su hermanita. Más a su parecer estaba demasiado escotado.

Desde el punto de vista de Mario, la fiesta resultó ser más entretenida de lo que esperaba. Pues tampoco era que estos eventos le causaran la mas mínima emoción. Pero esta estaba muy bien preparada hasta en el más diminuto detalle, dejándole preocupado en cuánto al coste que le ha producido en la beca a Sara. Pero todo se le fue de la cabeza al ver a su hermanita soplando la tarta con las velas sobre ella. - ¿veinticuatro ya? Qué rápido pasa el tiempo. - Se frotó la cabeza y esperó a que bajase el bullicio para acercarse a su hermana y despedirse de ella.

- Sara observó cómo su hermano intentaba acercarse a ella sin muchas opciones. Por lo que disculpándose de sus compañeros se dirigió hacia él. - ¿Ya te marchas? 

- La manera en la que su hermanita habló le hizo retorcerse internamente. - Sí, ya se acercan las siete de la mañana, y el primer autobús hacia mi institución pasará en menos de quince minutos. - Observa el rostro de la joven sin saber cómo disculparse. - Vendré a visitarte más a menudo.

- La joven sonrío y abrazó a Mario despidiéndole allí mismo. - Ya lo has prometido, no puedes echarte atrás. - Se encaminó de nuevo hacia el grupo de personas que hace unos instantes le rodeaban.

Mario salió del local y esperó hasta poder subirse en el bus que le correspondía. 

Una patrulla de policía pasaba por la calle a toda prisa sin encender las luces y sirenas correspondientes. - Ya es la tercera que pasa en menos de una hora.- Mencionó un señor mayor que se encontraba sentado al lado del joven en el bus. El sudor recorría la frente del anciano, denotando su mal estado.

- ¿Se encuentra bien señor? - dijo Mario mientras sacaba un pañuelo de su traje y se lo ofrecía al anciano.

- Muchas gracias chico. - Es raro encontrar jóvenes tan educados hoy en día.

- No creo que sea tan complicado señor.- Sonrió para darle más énfasis a su frase. - Seguro que aún quedan buenas personas por aquí. - La frase iba reduciendo su emoción mientras observaba a las personas que se encontraban en el bus. No eran pocas las que se encontraban sudando a pesar de tener el aire acondicionado puesto. Incluso el conductor parecía estar enfermo. 

Mario se levantó para dirigirse hacia el conductor, cuando el mismo colapsó frente al volante provocando la caída del vehículo en una pequeña pendiente.

El escenario pasó a cámara lenta para el joven, el cual intentaba agarrarse desesperadamente a los asientos del vehículo que se deslizaba ladera abajo en innumerables piruetas.

Un conjunto de árboles detuvieron el vehículo mientras Mario chocaba con una de las ventanas del autobús, despidiéndolo a varios metros del mismo. El joven cerró los ojos sintiendo la sangre recorrer su rostro hasta desmallarse en el sitio.

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