Capítulo I

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Entré dentro de la cafetería para pagar, siempre nos sentábamos en la terraza, me decía que ya no le resultaba normal tomarse un café sin fumarse su cigarrillo. Pagué. Nunca me pedía nada cuando íbamos ahí y es que esa cafetería no era de mi agrado, siempre que íbamos había un revuelo de gente sentada en la terraza, gente joven, gente despreocupada, creo que lo que sentía era envidia de ellos, no tenían inquietudes, se les veía felices, libres. Ese día quise pedirme una botella de agua, acababa de llegar de una larga caminata en el bosque y estaba cansada. Mientras la gente que estaba en mi mesa hablaban entre ellos, yo me introducía poco a poco en mi imaginación, siempre soñando despierta. A mis amigos les pareció raro que no hablara,

¿Qué querían que dijera? Ya lo sabían todo.

Sonaban las campanas, ya eran las ocho, y mi corazón empezó a dar fuertes latidos y mi cara se oscureció, y también el cielo, ya era de noche. Tenía que haber estado en casa a las 8, ni un minuto más, dijo que habrían consecuencias. Me levanté bruscamente y les dije que me encontraba mal que tenía que irme a casa, pues no quería contarles la verdad, así me ahorraría preguntas y malas miradas. Me dijeron adiós todos, con indiferencia, esa tarde no hablé mucho, a nadie le importaba mi ausencia. Bajé rápidamente las escaleras de la terraza y salí de inmediato de la cafetería, suerte que había pagado antes, había una cola muy larga en la caja. A veces la suerte me acompaña. Des de la plaza a mi casa hay diez minutos de reloj, si vas a paso normal. Ya eran las ocho y cinco. Tenía previsto llegar a las ocho y cuarto a mi casa, me inventaré una excusa, sí, eso haré. Le diré que la profesora llegó tarde y la clase se alargó mucho más de lo previsto. Pero en ese caso llamaría a la profesora para preguntárselo... Le diré entonces que tuve que ir a buscar un libro en la biblioteca pero no lo encontré, alguien más lo había cogido prestado antes... sí, eso haré.

Antes de entrar por el portal del edificio, me di cuenta de que no llevaba encima mis llaves, y eso lo complicaría todo. En ese momento mi mente se inundó de recuerdos de mi infancia, recuerdos frágiles y oscuros, pero necesarios, para saber como debo actuar ahora. Uno de los recuerdos fue cuando mi hermana mayor quiso ir al cumpleaños de su mejor amiga, y estuvo planeándolo días y días, les pidió permiso y le dijeron que no, que los cumpleaños son para la gente mala, para aquellos a quien no les importa ir desobedecer al Señor y que ella era buena, y dulce, y El Señor la quería, luego le dijeron que se olvidara de su mejor amiga, que ella nunca la entendería. Le dijeron cosas como: tu eres buena, ¿de verdad quieres acabar como tu tío Daniel? (otra larga historia que contar...), a todo esto ella les daba la razón, se había quedado embobada viendo como le intentaban lavar el cerebro, pero ella era consciente de que todo lo que le decían eran nada más que un discurso patético para tenerla controlada. Bien pues, mi hermana fue al cumpleaños, lo recuerdo muy bien porque yo era la encargada de abrir la ventana en cuanto estuviese de vuelta.

El plan era perfecto, nos despediríamos de ellos por la noche, y nos iríamos a nuestro cuarto a dormir, cerraríamos la puerta y detrás pondríamos nuestra mesita de noche, que por cierto fue una idea pésima, mi hermana saltó por la ventana con su pijama puesto y luego me dijo que le tirara su mochila, la tenía llena de ropa y se cambiaría en un baño público o algo así. No era tarde, nos acostábamos hacia las ocho y media de la tarde, ellos querían que estuviéramos bien despiertes para completar sus asuntos matutinos... Mi hermana ya tardaba, ya daban las once y veinte y me dijo que a las 23:00 ya estaría de vuelta. Escuché un ruido, alguien abría una puerta, quizá eran mis hermanos, no le di importancia. De repente me giro y veo como gira el pomo de la puerta: ¡Mierda!. Me puse muy nerviosa y me hice la dormida. La persona que intentaba entrar no lograba acabar de abrir la puerta, pues estaba le mesita de noche bloqueando la entrada, y dio un fuerte empujón a la puerta e hizo que se tumbara el mueble... Mi corazón estaba al límite del infarto en cuanto oí la voz de mi madre, mi hermana y yo la habíamos cagado pero bien... Mi madre se asoma a ver mi cara, pero supuestamente estaba dormida, y quiso también ver a mi hermana, pero se dio cuenta de que no estaba ahí. En ese mismo instante se escuchó la voz de mi hermana gritando mi nombre para que le abriera la ventana... Ni siquiera podría describir lo que pasó después de eso...

Joder, ya eran las ocho y veinte, llamé al timbre. Y...

Mi vida con un agresor, o quizá más de uno...Where stories live. Discover now