Todo el territorio estaba dividido en cuatro casas.
Luna, Nieve, Flor y Fuego.
De esta manera lograron mantener al reino en equilibrio, y a pesar de que en un principio había muchos desacuerdos en dividir el reino, en ultimo momento se encontraban en paz absoluta. A excepción del fuego, quienes eran los principales que se habían opuesto y fueron quienes les declararon la guerra a los otros tres pueblos.
Después de que fueron divididos, en el pueblo de la Luna nació una niña, una niña que no era como las personas que habitaban allí. No era de carácter frió como los otros, era dulce y amigable, tratando de ayudar a los demás cuando los veía necesitaban apoyo o ayuda en algo sin importar que tan difícil fuera.
Al crecer, su belleza se vio a la luz.
Era una muchacha deseada por todos los hombres de a su alrededor.
Como todo adolescente, la curiosidad llegó y se adentró a un bosque, un bosque donde se encontraba la división de todos los pueblos.
Allí, en aquella frontera, ella conoció a un muchacho que no parecía ser mucho mayor que ella. Se acercó lo bastante para poder observarlo de cerca y poder esconderse detrás de un árbol.
Era alto, su cabello era de un color castaño claros. Era lindo a simple vista e incluso parecía ser una persona amable si eliminabas de la imagen aquella katana que cargaba a un lado de su cintura.
Cuando ambos pudieron verse a los ojos, él la convenció de que no le haría daño alguno, pues su katana solo la cargaba si se aparecía alguna persona del pueblo de Fuego que quisiera hacerle daño o a algún inocente que estuviera a su alcance.
Ella creyó en su palabra y extendió su mano para poder conocerlo.
Con en tiempo, ambos se convirtieron en amigos, viéndose todos los días en la frontera del bosque para poder compartir cosas nuevas que sucedían cuando no se veían en el pequeño lapso de tiempo.
Todo fue mas allá cuando él la besó y ella correspondió.
Ese había sido el detonante para que sus vidas mejoraran y empeoraran.
Cuando el padre de ella se dio cuenta de lo que estaba haciendo todos los días que la veía salir, decidió darle un fin.
Calentó un metal blanco con la leña prendida de la fogata de la casa y quemó sus piernas ella estando despierta.
Fue algo doloroso, pues ahora ya no podía ver a su amado a los ojos, ya que creía que solo le daría asco si viera sus piernas ahora llenas de cicatrices marrones y rojas. Pero no fue así.
Nunca dejaron de verse, sin importar que era lo que les sucediera o que clima estaba haciendo. A la misma hora.
Hasta que la guerra sucedió.
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Reencarnación (UtaPri Staff)
أدب الهواةLas personas que están destinadas y no pueden estar juntas reencarnan en otra vida, vida que estaba escrita para que se encuentren y vivan lo que no pudieron en su vida anterior. Nunca había escrito una historia que tuviera que ver con personas que...