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Recorro todas las salas de la Torre del Reloj en la que se encuentra el museo buscando algo más. Mucha vitrina, mucha vasija y mucho cartelito, pero ningún rastro del compañero de tumba de Mikasa.

Me encuentro en un callejón sin salida y con la cabeza llena de preguntas. ¿Quién era Levi y qué conexión tenía con Mikasa? ¿Por qué Mikasa no descansa con su familia, que tiene un panteón en el mismo cementerio? ¿Por qué descansan juntos si sus muertes están separadas por un año?

Afortunadamente, la casualidad tenía que cruzarse en mi camino para abrirme la puerta que me llevaría a desvelar todas estas incógnitas.

Mi última oportunidad es el señor que vende las entradas del museo. Cuando empiezo a hablar con él, se me abre el cielo: ¡habla un inglés perfecto! Le enseño la foto de la tumba y lo que he descubierto sobre Mikasa.

El señor no tiene ni idea de qué le estoy hablando. Me dice que él trabaja allí pero que en realidad es ingeniero aeronáutico, lo que me parece fascinante. Charlamos un rato y no tarda en preguntarme de dónde soy.

“De Barcelona, pero vivo en Madrid”, respondo. Y él sonríe: “you’re Catalan”. Yo le digo que sí, claro, y él me recomienda que visite el Restaurante Bastión. Resulta que el edificio en el que está fue conocido durante mucho tiempo como “la casa del catalán”.

La coincidencia me hace gracia y además ya es hora de comer, así que me dirijo hacia el Bastión de los Carniceros. No tardo en encontrar el restaurante justo al lado (de ahí su nombre).

Como viene siendo habitual desde que puse los pies en Rumanía, pido demasiada comida. Pruebo una sopa de remolacha, un goulash transilvano que casi me hace perder el sentido, postre, vino y café.

Tras pedir la cuenta (todo por 6 euros, maricón), hablo con el camarero sobre el motivo que me ha llevado al restaurante. Me cuenta que efectivamente allí solía vivir una familia que, al parecer, tenía origen catalán.

No sabe decirme nada más. Cuando sus padres compraron la casa, ya en los años 90, el edificio estaba casi en ruinas, aunque conservaba algunos objetos de los antiguos propietarios.

Entre ellos, algunos muebles, enseres de cocina y cuadros y tapices que están repartidos por las dos plantas del edificio. Me pregunta si quiero verlos y me lleva al piso de arriba.

En la escalera y la sala superior hay algunos cuadros. La mayoría son óleos sin firmar. Estampas amateurs de Sighisoara pintadas por autores anónimos. Uno de ellos llama poderosamente mi atención.

Es una calle cualquiera de Sighisoara, con la torre del reloj al fondo, algo lúgubre, con un arbol medio muerto. Examino sus detalles y de repente, se me para el corazón.

En la esquina inferior izquierda, el pintor ha firmado con su nombre. Primero pienso que me engañan los ojos, pero ahí dice claramente “L. Ackerman”.

Y de repente la tumba vuelve a mi mente. Y visualizo el nombre de Levi. Ackerman. con un palito encima, algo que ya me pareció raro la primera vez que lo vi.

Y me pregunto si esa M originalmente era una N. ¿Y si Ackerman era en realidad Ackerñam? ¿Y si Levi Ackerman era una germanización de un nombre catalán como Levi Arckles? ¿Era posible o me estaba confundiendo?

No tardo en salir de las dudas. Bajo el cuadro está toda la información que necesito. El nombre del autor... y el título de su obra Mikasa's room. La habitación de Mikasa. La casa que Levi Ackerman pintó era el hogar de Mikasa Ackerman. Y en el centro del lienzo, su ventana. Una ventana que significó tantas cosas, que tuvo que inmortalizarla en un lienzo.

No puedo evitar emocionarme. Ese cuadro es la prueba de que  se conocieron antes de la guerra. Levi lo pintó en 1913, cuando Mikasa ya se había ido a la universidad de Múnich.

Estaba claro que si quería más respuestas tenía que buscar esa casa. Y por mis ovarioss que iba a encontrarla.

I N M O R T A L (RivaMika)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora