Capítulo Ocho

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08.

Junio, 2019.

—¿Podrías alejarte de la ventana, por favor? 

Seokjin realmente intentó mantener su curiosidad controlada y sus interacciones al margen; mas era imposible ya.  

Estaban atrasados; el mayor debía haber terminado de empacar la cristalería de las repisas y un par de viejas cosas personales, hacía semanas pero allí estaba, espiando a Jungkook por la ventana de la casa mientras intentaba camuflarse con la cortina. 

—No puedo. ¿Quién se cree ese tipo para hablarle así? —Comenzó con una pequeña discusión, y Seokjin, simplemente no pudo evitar sentir la necesidad de entrometerse en medio de ellos. 

—Amor, las cajas no van a armarse solas. Deja al niño y a su novio en paz. ¿Podrías, por favor? 

—No. Ese tipo está cruzando los límites. La última vez Jungkook regresó a casa con el labio partido. Es una rutina, lo maltrata, luego regresa pidiéndole perdón para luego volver a ser un completo idiota con él, le hace esas estúpidas escenas de celos, lo sigue como un lunático. Esa relación no me gusta, empezó a fumar después de conocerlo, ese tipo es una mala influencia para él. 

—Lo sé —angustiada—; pero él dijo que no debíamos entrometernos en sus asuntos. No quiere escucharme. No lo entiendo, él... no hacía cosas como estas. 

—¿Estás segura? A mí me parece más como si ni siquiera lo notaras. Jungkook está pidiendo atención, Sunhee. Cada semana aparece con un tipo peor en casa.  

—¿A qué te refieres con eso? —subió su tono. 

—Sabes exactamente a qué me refiero.

Seokjin suspiró. Debían hacer algo, ¿Pero qué? Dejarían el país en un par de semanas y podrían liberarse del imbécil del novio de su hijastro, un tipo mayor que había estado manipulado a Jungkook, pero hasta entonces parecía no tener más opción que soportarlo.

Él sabía que salir del país era la decisión correcta. Estaba consciente que ante los ojos del menor lucía como un entrometido tomándose atribuciones que no le correspondían; pero quedarse en Corea significaba tener que convivir día a día con los vestigios de dos escombros humanos, tres, contándose a sí mismo. 

Volvió la mirada hacia el exterior de la casa justo para presenciar el momento en el que el muchacho rubio empujó el cuerpo de Jungkook contra el pórtico, furioso.  

El pelinegro le devolvió el golpe intentando zafarse de su agarre, inútil al ser superado en altura y fuerza. Su mente no estaba enfocada, su parte emocional no le dejaba contraatacar, haciéndole vulnerable. 

¿Por qué se dejaba abusar de esa forma? Jungkook tenía todas las de ganar y estaba fallando al defenderse. 

—¿¡Cómo esperas que esta mierda funcione a distancia si ni siquiera puedo confiar en ti ahora!? —reprochó el chico sujetando a Jungkook con fuerza por los hombros. 

—¡No sé de qué estás hablando!

—Te marqué quince veces, ¿Por qué diablos no respondiste? 

—¡Estaba ocupado, maldición! Jay, suéltame ya. 

La puerta se abrió de golpe, y de ella salió una pelota de béisbol que rebotó en la cabeza del rubio.  

—¿Qué demonios...? —dijeron ambos casi al unísono. 

—Vete de aquí antes de que llame a la policía —demandó Seokjin—, y tú—encaró con autoridad a Jungkook—, entra a la casa, ahora.

LA TEORÍA DE KIM.《version one》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora