XII

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—Esto no es bueno— repitió papá.

—Estoy bien. Es solo un sangrado nasal, a todo el mundo le pasa— dije intentando retener la sangre que se deslizaba por mi nariz.

—No cuando tienes un tumor en el cerebro— papá se puso a mi lado y me ayudó a levantarme.

—No es nada. Solo debo ir a lavarme.— Quise ir yo sola, pero papá terminó llevándome.

—Debes dejar de tomar esto como nada. El cáncer no es un chiste.

Llegamos al lavabo y dejé que la sangre cayera mientras me lavaba.

—Esto no tiene que ver con eso. Estoy segura— dije entre lavadas—. ¿Ves? Ya está.

Cerré la llave. Ya no sentía dolor en lo más mínimo y me permití respirar aliviada.

Aunque no duró mucho, volví a sentir esa punzada en la cabeza. Era como si me atravesaran con un cuchillo. No pude evitar gritar y llevarme las manos a la cabeza.

—Maldita sea— dijo papá.

La sangre volvió a caer y esta vez parecía tener más fuerza. 

—Ya. En serio, mírame. Ya estoy bien. No te preocupes— intenté tranquilizarlo cuando el sangrado se detuvo.

—Ve y recuéstate un rato. Yo limpiaré esto.

—Yo puedo hacerlo papá...

— Susana, ve.— Él solo utilizaba mi nombre completo cuando quería que le obedeciera.

Salí del baño y vi el camino de gotas de sangre que había dejado.

No estaba moviéndome muy bruscamente de camino al sillón pero volví a tener uno de mis recurrentes mareos. 

Luego solo sentí como si, de alguna forma, absorbieran toda mi energía. 

Mis piernas se doblaron y caí al suelo, pero no estaba inconsciente, aun podía oír y ver lo que estaba frente a mí.

—Mierda— maldijo papá— ¡Sus!- empezó a agitarme, pero por más que intentara no podía moverme ni hablar. 

Él logró ver el movimiento desesperado de mis ojos y yo pude ver el horror en los suyos.
Me alzó en sus brazos y recorrió el apartamento en busca de las llaves.

Pude estar al tanto de todo el trayecto hasta el auto que papá había alquilado.

Me recostó en la parte de atrás teniendo tanto cuidado que me sentí una muñeca de porcelana.

—¿Alison? Hola, disculpa. Sus acaba de tener una recaída y tu has estado más al tanto de esto que yo. ¿A dónde la llevo?— dijo papá sosteniendo el celular con el hombro mientras conducía. Alejé cualquier pensamiento negativo con respecto a eso— Si, si lo recuerdo.— Solo podía escuchar la mitad de la conversación— Dra. Narváez, entendido... si nos vemos allá.

Tiró el teléfono al asiento del copiloto y aceleró aun más.

Cuando llegamos papá me volvió a cargar en sus brazos en busca de la Dra. Narváez, quien afortunadamente estaba esperándome.

—¿Sus?— dijo ella.

—Si, no se que pasó. Yo solo...— Papá estaba luchando por controlar su desesperación.

—Vamos, por aquí.— La Doctora condujo a papá a una habitación desocupada y me recostaron ahí.

—Sus ¿puedes oírme?— preguntó ella. No podía hablar así que movía mis ojos desesperadamente.— Pestañea una vez si me oyes— dijo al notar que mis ojos se movían.

MaltratadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora