I

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«Juntos de nuevo».

1

Extrañamente no supo la razón, pero llegó temprano a la escuela esa mañana. Las clases empezarían en 20 minutos. Estaba marcando un tiempo récord personal: Primera vez en demasiado tiempo que llegaba temprano.

El problema era que al llegar siempre tarde las clases ya estaban en curso y solamente tenía que tocar, pedir permiso y rogar a dios con todas sus fuerzas que el profesor de turno estuviera de buen humor.
Ahora que llegaba con tiempo de sobra, no sabía que hacer. Desconocía el protocolo que seguían los alumnos responsables y con futuro.

—Fuu~.

El escalofrío lo golpeó directo en la espina dorsal, llegando hasta el último de sus cabellos sobre la cabeza.
Saltó unos metros hacia adelante por culpa de esto, a la vez soltando un pequeño chillido que hacía poner en duda su masculinidad.

—Vaya, solo faltan las gotas amarillas escurriendo de tu pernera —se soltó a reír un par de carcajadas leves, pero luego se interrumpió con la mirada preocupada—. No te hiciste encima, ¿verdad? —preguntó repentinamente seria.

—¡Claro que no! —gritó, rojo por la vergüenza y la ira.
Pero dio en el clavo; por poco se orinaba. Claro que jamás se lo diría.

—Gomen, Gomen —se disculpó con la mano alzada—. No te pongas así. Déjame compensarte —se acercó hasta él. Lo abrazó. Su cuello lo rodeó con sus brazos y atrapó los labios de su novio en un beso que no escatimaba en amor y pasión—. ¿Así esta mejor?

—Tal vez —respondió fingiendo un poco de tsunderismo—. Pero quizá si... Ya sabes —su mano bajó descaradamente por la tela de su falda, acarició fugazmente su pierna con piel de porcelana y se escabulló de forma aún más descarada bajo ella. Hizo un contacto directo con uno de los glúteos de su novia por encima de la ropa interior que llevaba ese día, la cual se moría ver—. Quizá así fingamos que nada sucedió —esbozó una sonrisa pícara que denotaba intenciones muy hormonales.

La chica albina y de ojos azules se estremeció ante el contacto tan cínico y descarado que hizo su novio sobre su cuerpo. Disfrutaba sentirse estremecida por él —era su novio después de todo—, pero había que establecer límites. La escuela, al menos hasta pasada la hora de salida, era uno.

—Pervetido —regañó haciendo un ligero puchero con el ceño fruncido.
Había tomado su mejilla y la estiró a modo de castigo.

—Ahora soy yo el que se disculpa —señaló mientras la chica jalaba su mejilla.

—Te perdono —dijo sin más dilación, esbozando también una tierna sonrisa.

Se dieron un abrazo. Al ser más bajita que él tuvo que, como era costumbre, pararse de puntillas para abarcar más terreno.

—Debo irme —anunció ella separándose—. ¿Te veo en el almuerzo?

—Por supuesto —contestó sonriente—. Nos vemos hasta entonces. Te amo, Liss.

—Y yo a ti, Dragneel Baka —respondió tiernamente.

Se dieron un rápido beso en los labios y cada uno salió en dirección a su propia aula.

Sin que ninguno de los dos se diera cuenta, ni siquiera por asomo, una persona permanecía de pie a la distancia, mirando en dirección paralela al sitio donde la pareja acababa de demostrar cuanto se querían antes de retirarse.

Natsu-samaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora