II

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«El lobo entre corderos».

1

Natsu y Lisanna compartían la misma cama, abrigados por las sábanas de esta y acurrucados de cuchara uno con el otro. Habían tenido una linda velada sexual, por lo que ahora necesitaban un pequeño descanso. Después de todo, en cuanto ambos estuvieran despiertas y listos se lanzarían al segundo round sin preguntar.

Sin embargo, había un detalle que ninguno fue capaz de notar. En medio del fragor de la pasión, había un invitado no deseado que observaba sin perderse ningún detalle su acto de amor carnal. Todo lo veía desde la lejanía, oculta entre las hojas y las ramas y a través de la ventana sin obstruir de la habitación del peli-rosa, quien estaba recostado sobre el mullido colchón junto a su joven mujer, dándole la espalda a la ventana.

—Natsu-sama es todo un semental —profirió Juvia con voz soñadora, y una clara excitación tras haber presenciado en primer fila un acto sexual—. Pero no es sorpresa para Juvia. Juvia sabía que Natsu-sama sería todo un prodigio entre sábanas —hablaba con esa misma expresión y deje soñador, de alguien que anhela lo imposible. Pero de repente, en cuestión de un chasquido o un parpadeo, su expresión cambió a una seria y fría con unos ojos vacíos como las profundidad del océano—. Juvia no debe permitir que Natsu-sama siga desperdiciando su potencia sexual en tan poca cosa como esa perra sin color —habló con el odio incrustado en ella, refiriéndose a Liss—. Juvia lo salvará muy pronto de las garras de esa zorra albina, Natsu-sama. Tan solo sea paciente.

Juvia bajó del árbol y regresó a su hogar. En su mente únicamente se podían formar imágenes de sí misma junto a su amado Natsu-sama.
Eran ambos en citas románticas, después paseando por el parque, después haciendo el amor de manera salvaje y desenfrenada, y finalmente ambos en una linda casa, riendo y rodeados por sus 15 hijos.

En la mente y el rostro de Juvia no podía existir una felicidad mayor a la que estaba expresando. Repentinamente recordó a Natsu moviéndose como un animal salvaje, empujando y empujando con tal fuerza que el ruido hueco de su cabecera resonaba como si fuera un clavo que era martillado por un mazo. Enrojeció hasta las orejas. Miró su mano por un breve instante y partió hasta entrar en el baño y cerrar la puerta detrás de sí.

Natsu-sama la visitaría en sus sueños esa noche. Pero en poco tiempo dejaría de ser así.

2

Natsu y Liss caminaban juntos con rumbo a la escuela. Habían tenido tiempo de sobra, ya que gracias a la velada de anoche el peli-rosa no tuvo que pasar a casa de la chica, ahorrandose mucho tiempo.
Aun que tendría que responder ante Elfman y Mirajane, los hermanos de Liss. Sonrió nervioso al solo imaginar la cantidad de dolor que tendría que soportar, especialmente de Mirajane quien tenía fama de ser un ángel, pero quienes la conocían bien no se tragaban tal fachada.

Mirajane Strauss era un demonio maligno y sádico que se deleitaba con el sufrimiento humano.
Y el sufrimiento del chico peli-rosa que no dejaba ir a su linda e inocente hermanita menor solo por que quería sexo iba a ser particularmente placentero.

—No te preocupes —le habló Liss repentinamente. Luego sonrió. Ella podía leerlo como a un libro para niños que explicaba el abecedario—. Mira-nee no te hará daño si se lo pido. Como mucho te romperá los dedos que hayas metido en mi para estimularme —y habló con una sonrisa y un aura de pureza y confianza que resultaba contagioso.

Por muy raro que pareciera, a Natsu le reconfortó oír esas palabras.
Viviendo de Mirajane, eso era misericordia divina.

Natsu-samaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora