C O N O C E

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La ironía fuere un concepto complicado de desentrañar en significado o no, suscita un sentimiento poco entendido para muchos. Sin embargo, al momento de expresarse, el tono burlón toma su lugar en la boca del que la usa, haciéndonos creer que básicamente la ironía es el equivalente a la burla.
Pero esta ironía, de la que nosotros estamos siendo propios testigos, lejos de provocar diversión, despierta los sentidos más conmovedores unificándose en un solo sentimiento sublime. Y es eso precisamente: una ironía sublime. Bella como los cantos del ruiseñor, mágica como coloreadas auroras boreales, y dulce como una mermelada de fresa perteneciente a su marca favorita. Cómo el agarre de dos brazos, tan fríos como el hielo mismo, al torso de otro igual o más frío que éstos, puede generar calor será una incógnita que seguro nunca resolveremos. Pero no importa la explicación lógica, lo que nos importa es que suceda y ya, con ello nos sentiremos satisfechos.

Mencionados delgados brazos —pertenecientes a la hermosa Reina de las Nieves— se acomodaban a los costados de la sudadera azul de Jack, para terminar detrás, entre su espalda y su capa marrón. Sus manos sentían su espalda y la palpaban, volviendo cada vez más contenta a la platinada de que no resultara producto imaginario. Su rostro, iluminado por una sonrisa indescriptible, se escondía en el pecho del chico; haciendo uso de su olfato, reconoció a aquél que conoció en Atohallan por tan característico aroma. ¿Cuál sería éste? ¿Sería acaso el aroma de la nieve pero intensificado mil veces más, con algún toque de encanto por lo menos lo suficientemente notable? No sabía, pero sabía que era prudente que su nariz lo memorizara —quizás por eso sus párpados cerraban sus ojos, para concentrarse en él—. Para ella, esto no era sólo milagroso, sino también maravilloso. Aún no lograba percatarse de la falta de correspondencia del de pelo blanco, pues no había devuelto el abrazo todavía, sino que se encontraba inmóvil en su lugar.
Y es que Jack continuaba con los ojos bien abiertos de sorpresa; estuvo demasiado tiempo buscándola, soñándola, añorándola, que lo paralizó el hecho de que su renovado encuentro haya resultado tan repentino y poco anticipado. Mas sin embargo, regresó en sí después de unos segundos, ¡debía estar más que despierto en estos momentos! ¡Debía aprovechar la presencia de la rubia de platino y además, aceptar toda aquella cálida bienvenida! Sus brazos parecieron viajar al cuerpo de Elsa en un tiempo ralentizado, en su mente esta técnica quizás ayudaría a prolongar el momento tan perfecto que estaba viviendo por más tiempo. Finalmente la atrajo para sí, envolviéndola, confiriéndole de su afecto. Fue hasta entonces que Elsa se enteró de que no la había abrazado hasta ese momento, ¡y, oh, qué especial ahora fue que sí le correspondiera! Removió un poco su cabeza, dando un ligero suspiro pero audible.

JF reposó su mentón en la coronilla de Elsa, aterrizando su piel en los acomodados cabellos platinos frente a él. Imitó a la chica, y cerró los ojos para percibir al máximo lo que ella le hacía sentir, sin dar lugar a la inhibición. Luego recordó con gracia la manera tan abrupta en la que hubo rechazado anteriormente su recompensa; gracias a la Luna que el espíritu del viento mencionó de qué se trataba semejante regalo antes de partir lejos, llevándose consigo lo que más deseaba en el mundo. Gracias, viento, pensó el rey de las bromas, pues estaba seguro de que el espíritu del aire sabía lo mucho que él quería ver a Elsa, y que si no le importara, habría dejado de insistir desde el primer no.
Elsa continuaba en su ilusión, pensando en cómo le encantaría poder estar con Jack más tiempo, y fue ese exacto pensamiento el que le recordó que en la anterior ocasión el de pelo blanco había desaparecido sin más, y ella esta vez no lo iba a permitir, al menos no hasta que conociera lo suficientemente a JF, y le respondiera al sinfín de preguntas que le tenía preparadas. Afortunadamente contaba con un plan premeditado, característica digna de la mejor reina de Arendelle en su historia; había considerado aquella posibilidad, así que, pensando en que no había tiempo que perder, y con bastante vergüenza pues ella no solía cometer ese tipo de acciones tan confianzudas, comenzó a separarse de Jack Frost pero al segundo le tomó la mano. Acción que sintió como recompensa el chico, pues se había sentido mal al percibirla rompiendo su cómodo abrazo.
Elsa pareció tirar de su brazo para llevarlo a algún lugar.

𝑱𝑭 𝒆𝒏 𝑭𝒓𝒐𝒛𝒆𝒏 𝑰𝑰Donde viven las historias. Descúbrelo ahora