#OO2: Miedo.

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#OO2; Miedo

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Ainhoa

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Abrí mis ojos con miedo cuando sentí punzadas de dolor y me llevé la mano a la zona, viendo como esta estaba empapada en sangre que salía de mi boca. Lo miré con miedo. Me había tirado al suelo de un puñetazo. Y verlo desde abajo era mucho más intimidante aún. Y por si era poco, el tobillo que me había fracturado hace un año jugando a basket con Lucho y Duki se me había torcido.

No entendía en qué momento Mateo había pasado a ser el chico más tierno y dulce a ser un posesivo y celoso. Jamás me había manejado así y sentía una opresión en el pecho junto a un intenso nudo en mi garganta, mi cabeza palpitaba y sentía como dos cataratas se deslizaban por mis mejillas. Me sentía mareada. Jamás imaginé que en la misma cocina donde pasamos tardes de merienda entre risas, abrazos, besos a escondidas y charlas con su mamá, sería la misma en la que sentiría como mi alma se escapaba de mi ser, dejándome rota y vacía. La misma en la cual pequeñas gotas de sangre goteaban de mi boca, y, de los nudillos de aquel morocho que había roto mi corazón en mil pedazos tantas veces que no me daba para contarlas, pero siempre estaba ahí arrepentido con un ramo de flores para arreglarme de a poquito al día siguiente. Pero supe al verme reflejada en los azulejos de su cocina, bañada en lágrimas y golpeada por el que creí el amor de mi vida, que un pote de helado y un ramo de rosas no me iban a arreglar, sus besos a la noche y sus mimitos no me iban a arreglar, no más. Entendí a las chicas golpeadas por sus parejas, si un solo golpe se sentía así físicamente y anímicamente, como me gustaría abrazar a cada una de ellas por el resto de mi vida.

Me moví gateando hasta la salida recogiendo mi celular que se encontraba en el suelo junto a mí. Cada punzada que sentía al moverme en el tobillo, me hacía pensar que estaba gateando sobres los pedacitos de mi corazón roto, que se quedaban aquí, junto a él. Me sentía atemorizada. ¿Cómo habíamos llegado a esto?

Me tensé cuando observé a Mateo de reojo mirar sus nudillos con los ojos abiertos como platos. Soltó un grito y comenzó a golpear la pared de la cocina con furia. Me sorprendí al ver como de repente ahogaba su grito y apoyaba su frente en la pared ensangrentada, mientras comenzaba a llorar y sollozar como un nene pequeño. Jamás lo vi llorar.

-Ainhoa- dijo entrecortadamente, y yo adopté la posición típica de los ángeles en la nieve, extendiendo mis brazos y piernas en su totalidad. Me quería ir, pero necesitaba tomar una bocanada de aire y esperar que el mareo pase si de verdad quería salir de aquí por patas. Me tumbé lo más lejos que pude de él.

No le contesté.

Me miró buscando un atisbo de compasión en mi rostro, el cual no halló e hizo que su llanto y desesperación aumentasen y que pasase una mano por su rostro, frustrado. Mi celular sonó como hace unos momentos atrás y un escalofrío me recorrió el cuerpo al ver como su atenta y cristalizada mirada se posaba en mí al atender.

-Amor, no estás en casa, ¿dónde andás?- me preguntó Juli.

Eran las once y veinte.

-Vení a recogerme a lo de Mateo, vení en auto, por favor- le dije con dificultad debido a mis sollozos y el escozor de mi labio partido.

-Ahora me cuentas Ainho, con Mau estamos ahí en dos minutos. En auto. Te amo.

Colgué y cerré los ojos con fuerza.

-Ainhoa, mi amor, por favor- se acercó a mí y me alejé tanto como él avanzaba a mi posición-Soy un boludo, joder, perdoname Ainhoa, te amo, te creo, nada de lo que dije es cierto, eres lo mejor que me pasó, pero no me dejes. Esto estaba comenzando a ir bien.

Mi respiración descompasada por el shock fue lo único que recibió por mi parte como respuesta cuando se calló, esperando recibir una respuesta por mi parte. Esperó por unos segundos y al mirarme a los ojos, y sentir el vacío que había ahora en ellos, lo hizo sentarse en el mismo taburete donde yo me encontraba hace unos minutos, cruzando los brazos sobre la isla de la cocina y apoyando su cabeza en estos. Comenzó a llorar desconsoladamente susurrando lo imbécil que era, que jamás se perdonaría esto y más lamentos que no pude entender porque la posición de su cabeza me lo impedía. 

Unos fuertes y desesperados golpes se escucharon desde la puerta principal, acompañados de los gritos de mi mejor amiga.

-¡Mateo abrime la puerta, hijo de puta, o te rompo la cara! ¿Me oíste?

En unos segundos estaban mis mejores amigos junto a Cazzu en la cocina. Juli al verme se acercó a mí apresurada y me miró con preocupación. Secó las lágrimas de mis mejillas y me sonrió débilmente.

-¿Qué te pasa, cabrón? ¿Qué mierda te pasaba por la cabeza para golpearla gil?- soltó Lucho llamando mi atención. Le propinó un golpe en el abdomen a Mateo y este ni se inmutó, solo soltó un quejido y se revolvió de dolor. Pronto los tres estaban sobre él cagándolo a palos.

Cazzu habló.

-¡Paren, no ven que no se defiende! ¡Lo van a matar!

Se separaron de él y me miraron con lástima.

-Hay que curarte eso bebé, no tiene buena pinta- dijo Tomás mirando mi labio. 

-El tobillo se lo jodió, lo tiene re hinchado- informó Lucho acercándose a mí y envolviéndome entre sus brazos.

-Te extrañé, mi lindo- hablé en un susurro, aunque todos escucharon.

-Vayan todos, en nada les caigo- propuso Duki y Juli lo miró amenazante, como reprochándole algo, él negó mirando de reojo a Mateo, que estaba tirado en suelo junto al taburete por la golpiza que le dieron mirándome fijamente.

Cazzu y Lucho me hicieron pasar mis brazos por sus hombros y me ayudaron a ir al auto, sentándome en la parte trasera con Lucho y ella. Pero antes de salir escuché algo de lo que hablaron Mauro y Mateo.

-Te aguanté muchas cagadas, gil. Todo porque a pesar de lo que nos pasó te tengo respeto y porque ella te ama. Pero esta es la última. Acordate bien de que si le volvés a hacer daño sos pollo.

Mateo respondió.

『❝Dónde estás❞』-TruenoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora