Estaba en el bar tomando solo para despejar mi mente del trabajo antes de volver a casa. No era la primera vez que una clienta me quería pagar con sexo pero la verdad es que necesitaba la plata, no puedo ceder en todas, así que esta chica se dedicó a calentarme todo el rato que estuve en su casa solo para joderme la tarde. Se paseaba semidesnuda por toda la casa y cada vez que iba a abrir la heladera para sacar cosas se agachaba por demás y sacando cola para mostrarme su tanga blanca bien metida que por cierto era muy pequeña porque los labios de su vagina se asomaban por los lados.
Ella sabía muy bien lo que hacía, por momentos me olvidaba que estaba trabajando cada vez que volvía a la cocina, miraba su culo redondo y solo quería morder, ahora mismo se me hace agua la boca de solo pensarlo.
Al momento de retirarme me pagó de mala gana pero manoteó mi entrepierna como diciéndome que volvería a llamarme. Quizá la próxima no necesite tanto el dinero, pero esa vez quede muy caliente y por eso estaba en el bar.
Intentaba bajar mi temperatura con cerveza fría en una mesa del fondo a donde no llegan bien las luces cuando decidí ir al baño para orinar o tal vez masturbarme... no sé. Rodeé la mesa, pase junto a la barra y ahí estabas sentada en una banqueta alta al final de la barra junto al baño. Estabas recostada sobre la barra y se veía tu tanga que asomaba por sobre el cinturón. Ese culito redondo me recordó lo caliente que estaba así que pase por detrás de ti casi rozándote, como si fuera un arriesgado juego, pero las dos chicas que salían del baño no me vieron y me empujaron sin querer y caí de lleno sobre tu espalda.
Para cuando las chicas se disculparon y se fueron yo me encontré tomándote de la cintura y apoyando mi bulto hinchado en tu trasero, no te fue difícil notarlo. Yo me quedé paralizado y tú te erguiste como si te diera un escalofrío pero no me disculpé. Giraste tu cabeza para verme a la cara y en eso sale un hombre del baño que también me empuja. Aproveché el empujón para apoyarte un poco más fuerte y sentir bien tus nalgas. Para mi sorpresa no tuviste reacción así que me sonreí y entré al baño. Pensé en tocarme pero algo me decía que esa era mi noche.
Me costó orinar con el pene semierecto, y luego me apretaba un poco el pantalón. Acomode mi ropa, lave mis manos, moje mi pelo un poco y salí.
Aun seguías ahí pero giraste completa hacia el baño y me mirabas de arriba hasta abajo. Camine hacia ti y, frente a frente, te ofrecí venir a mi mesa, me dijiste que si y esperaste que yo pasara primero y sentí como me mirabas, parecía que estabas cogiéndome.
Luego de sentarnos hablamos muy poco y no paso mucho tiempo hasta que metí mi mano por debajo de tu ropa y acaricie tu cintura. Los escalofríos te dieron piel de gallina y tus pezones se pusieron muy duros, podía notarse fácilmente, comencé a tocarte todo pero suavemente. No recuerdo cuando dejaste de hablar. Rozaba tus tetas con el dorso de mi mano y jugué a mi gusto con tus pezones.
Solo quedaban cuatro personas jugando billar y nosotros en el rincón oscuro. Mire a nuestro alrededor y te subí sobre mí. Comenzaste a mover tu cadera como masturbándome y yo cada vez más duro. Levante tu camisa y tus pechos saltaron sobre mi cara. Lamí esas tetas hasta que no aguanté más. Acomode nuevamente mi ropa y la tuya, te tome de la mano y salimos casi corriendo.
Al girar hacia la playa de estacionamiento vi que estaba mi auto y el del dueño del lugar, camine rápido entre medio de los coches y te empuje boca abajo sobre el baúl de mi coche.
No dejaba de recordar a mi clienta de la tarde así que con algo de bronca le dediqué lo que te iba a hacer.
Desabroché tu cinturón y baje tu pantalón y tu tanga, me arrodillé, te tome por los muslos y hundí mi cara en tu trasero. Chupé todo desde tu vagina hasta tu ano, jugaba con mi lengua para sentir como te estremecías. Me divertía ver cómo te ponías cuando la punta de mi lengua entraba un poquito en tu cola. Estabas muy mojada y no podías aguantar, así que te tocabas mientras yo chupaba tu ano y mordía tus nalgas.
Me incorporé y tú no dejabas de tocarte, estabas en otro mundo, así que me aproveche de ti.
Así como estabas te metí lentamente un dedo en la cola. Tu cara me dijo que te incomodó un poco pero nada más así que seguí metiendo a mi gusto. Estaba apretado pero al ratito pude meterte dos, ahí dejaste de tocarte.
Te jale del brazo, te di vuelta y te senté sobre el baúl del coche. Me mirabas hambrienta y con las piernas bien abiertas. Me metí entre tus piernas y te la metí mientras mordía tu cuello. Gemías mucho, parecías afónica. Te recostaste sobre el baúl y yo bombeaba, mis testículos golpeaban tu culo mojado, era increíble.
No podíamos parar ni un poco hasta que me rodeaste con tus piernas y me apretabas y jalabas hacia ti como para que entre más. Pude sentir como temblabas y dabas bocanadas al aire mientras duraba el orgasmo.
Me quede firme hasta que decidiste hacer tu parte. Me empujaste hacia atrás, te bajaste del baúl te arrodillaste frente a mi mientras te quitabas la camisa y quedabas completamente desnuda. Luego me la chupaste suave, solo la punta mientras la tomabas con una mano pero mi excitación ya era tal que me costaba ir despacio así que te tome de los pelos con ambas manos y te cogí la boca con violencia. Se sentía muy bien tu saliva corría por mi miembro y mis piernas pero me detuve a tiempo.
Te jale del cabello para que te pusieras de pie y te aventé nuevamente sobre el auto y boca abajo. Estabas entregada y sabias lo que iba a hacer así que solo cerraste los ojos. Me acerque con mi erección y lentamente penetre tu culo apretado bañado de nuestros jugos.
Tus quejidos no me molestaron mucho y parece que a ti tampoco, porque luego de un par de intentos pude entrar. Era tan excitante y caliente que no aguante demasiado. Tus quejidos y gemidos me calentaban mucho, comencé a descontrolarme y cogerte cada vez más fuerte metiéndola toda entera. A veces tus pies se separaban del piso con cada embestida violenta.
Vi como acababas otra vez y hasta te salió una lagrima y eso me voló la cabeza.
Sentí como explotaba dentro de ti, largos chorros calientes ahí en lo profundo y que lubricaban tanta fricción. Al sacar mi pene, la leche se salía de tu culo, cubría tu vagina entera y chorreaba por tus piernas ya débiles.
Te quise llevar hasta tu casa pero me dijiste que te quedarías ahí un rato más. Me fui pensando cómo iba a cobrarle mañana a mi clienta.