Prólogo

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Ahí estaba de nuevo, como ya era costumbre para mí, rodando en el incómodo colchón de mi cama. No es que fuera incómodo, sino que ninguna superficie es buena para dormir cuando simplemente tu cuerpo no lo permite; sin contar el hecho de que la cama había noches que parecía muy grande para mí sola.

No quería estar así más tiempo sabiendo lo que implicaría, empezaría a pensar en "¿Cómo estará Clint?, ¿Qué estará haciendo Steve?, ¿Debería llamar a Fury?", entre otro puño de estupideces que solo me harían empezar a sentirme mal; el cerebro parece dejar que el corazón piense cuando no tienes más que hacer que escuchar el tráfico de la madrugada en Canberra, por eso no me gustaba el silencio. Así que no, no era opción; me incorporé en la cama y tome mi celular de la mesita de noche que estaba a mi derecha, lo encendí para ver la hora.

"Las 5:17 a.m. ¡Perfecto!"

Pensé sarcásticamente para mí misma, otro día más sin poder conciliar ni cuatro horas de sueño. Saldría a correr un rato por la ciudad, despejar la cabeza, ya no tenía mucho que hacer desde que me quedé sin trabajo, si es que así se le podía llamar.

Me puse en pie de la cama, abrí mi closet y tomé unas mallas para correr de color negro, un top deportivo gris y una blusa de licra blanca de tirantes; además de mis tenis negros de siempre, me hice de unos audífonos inalámbricos y mi celular para salir por la puerta del apartamento, crucé el pasillo y llamé al ascensor; baje hacía el lobby y salí a las calles.

...

Había algo de gente, pero aún faltaba un buen rato para que estuviera como estaba normalmente, coloque los audífonos en mis oídos y mientras empezaba a escuchar música, crucé hacía el parque donde solía correr; el tiempo se pasó rápido.

...

Me gustaba esa sensación de sentir mis muslos incendiarse cuando ya llevaba más de cuarenta minutos corriendo; imaginar que huía de algo, que trataba de alcanzar un punto seguro; solía recordar aquellos momentos donde tenía que llegar al QueenJet o a algún punto de reunión con los vengadores y evitar que algún enemigo me matara mientras lo hacía. Extrañaba mi vida...

Para mí suerte, la siguiente canción empezó a reproducirse, era una que había descubierto recientemente. Creo que de lo que más me había molestado después de la separación de los vengadores, había sido tener que cambiar toda mi galería de música, porque no estaba dispuesta a qué cada vez que quería hacer una de las cosas que más amaba -Escuchar música- tuviera que recordar algunos momentos específicos; como cuando escuchaba "Lovely" y aparecía en mi mente Wanda cantando en la sala común del complejo creyendo que lo hacía de una forma inaudible a causa del volumen desnivelado de los audífonos que traía puestos; o escuchar "Hotline bling" e imaginar a Tony tratando de imitar las expresiones faciales de Drake, cuando en realidad parecía que le estaban dando una buena mamada y estaba al filo de correrse. Reí ante la idea de revivir ese momento en la fiesta, y me sentí aliviada cuando la canción que sonaba en el aparato en mi oído no era una que me causará algún deja vu, aunque, si soy honesta, la letra me obligaba a mi misma a pensar en mis sentimientos. Por lo que no dude en pasar suavemente mi dedo por los audífonos y ponerlos en pausa; correr sin música era más difícil que hacerlo con ella, así que decidí concentrarme en el aire frío que golpeaba mi cara, pero la intro de "Los locos Adams" me interrumpió -¿Qué? Era un tono de llamada original-, alguien me estaba llamando. Me dude responder, pero repasando la lista de personas que tenían mi número de teléfono, no tuve alternativa, pulse uno de los aparatos y sin parar de correr respondí.

-Diga.

-¿Romanoff?

-¿Quién habla? -Interrogue cuando la voz no me resultó familiar.

DéjameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora