I. Cena

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Que igual las cosas pasan por algo.

¿Cómo es que Gulf Kanawut había terminado en esta situación? No estaba del todo seguro.

¿Se arrepentía? Pues no mucho.

¿Haría algo para detenerlo? Ja, por supuesto que no.

Simplemente Gulf y Mew se estaban besando en la casa del mayor.

No, no era un ensayo.

No, no era un taller.

No era una escena tampoco.

Sólo se estaban besando. La verdad es que no tenía claro cómo es que todo había llegado a ese punto, la pregunta que importaba: ¿Debería detenerse?

Qué importa, claramente Gulf Kanawut no se iba a encargar de eso.

Tan sólo había que echar un vistazo al día anterior para conocer la peculiar cadena de acontecimientos que los llevó a este preciso momento.

—No te preocupes, mamá. Me quedaré en casa de P'Mew estos días hasta que lleguen nuestras pruebas.– decía Gulf con mueca de preocupación por el altavoz del teléfono.

Mew lo miraba sentado desde el sillón.

Era obvio que la madre de Gulf iba a estar preocupada, una madre como ella no iba a estar tranquila hasta saber que su hijo está perfectamente sano.

—Sí, ni P' ni yo vamos a salir, no te preocupes.–Gulf tenía el hábito de caminar sin rumbo cuando hablaba por teléfono. Mew sólo lo observaba pensando que era una maña algo tierna.

El castaño se llevaba dulces a la boca desde la palma de su mano mientras la conversación de su Nong continuaba. Mentalmente hacía cuentas y se auto-felicitaba por haber comprado más víveres un par de días antes cuando supo que había la posibilidad de que Bankok entrara en cuarentena.

—Hay suficiente comida, ma. P'Mew se surtió esta semana, en serio no te preocupes.–Mew conocía ese particular tono de molestia que adquiría la voz de Gulf cuando se desesperaba, y sí. Lo estaba escuchando justamente ahora. Por suerte confiaba en que su madre también lo conocía lo suficientemente bien.

Tal vez una pregunta más o dos y la llamada terminaría.

—Sí, de acuerdo, le preguntaré.–Gulf se separó un poco el celular y volteó directamente hacia su mayor.—P', pregunta que si no te has sentido mal estos días o algo por el estilo.–el castaño sonrío ante la pregunta. Gulf sabía la respuesta, y Mew sabía que él sabía. Pero está de más decir que su madre no estaría complacida hasta escucharlo de la boca de Mew.

El mayor estiró la mano y Gulf le pasó el teléfono.

—Hola, señora, ¿cómo está?–el pelinegro ahogó una pequeña risa. Mew siempre era tan formal aunque se tratara de su mamá, alguien con quien ya había hablado miles de veces y que le decía hijo cuando se descuidaba.

—No se angustie, por favor. Ni Gulf ni yo hemos presentado síntomas, pero tuvimos un evento la semana pasada y nos mandaron a hacer la prueba. Es más protocolo que nada, así que no debería haber por qué preocuparse.

Cuarentena;Donde viven las historias. Descúbrelo ahora